Última Semana Santa del cardenal en la sede pucelana Blázquez defiende las "tradiciones religiosas y la cultura propia" del pueblo castellano en su despedida de Valladolid

Blázquez defiende las "tradiciones religiosas y la cultura propia" del pueblo castellano en su despedida de Valladolid
Blázquez defiende las "tradiciones religiosas y la cultura propia" del pueblo castellano en su despedida de Valladolid

“En nuestra ciudad y en nuestra diócesis tiene una incidencia particular la piedad popular; es una herencia preciosa que debemos recibir con gratitud y cuidar con esmero; a través de ella la fe cristiana ha arraigado hondamente y es también cauce de evangelización"

El cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, ensalzó hoy la contribución de la “piedad popular” y las manifestaciones de la fe en la calle para la iniciación cristiana de forma “eficaz”, como ocurre, dijo, en la Semana Santa, dentro de la cual se celebra el Triduo Pascual de la “pasión, muerte y resurrección de Jesucristo”.

“En nuestra ciudad y en nuestra diócesis tiene una incidencia particular la piedad popular; es una herencia preciosa que debemos recibir con gratitud y cuidar con esmero; a través de ella la fe cristiana ha arraigado hondamente y es también cauce de evangelización. En el pueblo de Dios, que es la Iglesia, formamos parte y vivimos como pueblo castellano con su idiosincrasia, sus tradiciones religiosas y su cultura propia”, defendió en declaraciones recogidas por la Agencia Ical.

Blázquez pronunció estas palabras de alabanza hacia la Semana Santa durante la Misa Crismal celebrada en la Catedral, una eucaristía destinada a renovar las promesas ministeriales de los sacerdotes, ya que “se consagra el santo crisma y se bendicen el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos”.

En este sentido, señaló que la participación actual es “memoria con gratitud y esperanza en la misión” y admitió que, a pesar de “nuestros fallos”, el Señor “no se arrepiente de habernos llamado”, en referencia al sacerdocio. “Deseamos que la fidelidad, la obediencia, la serenidad, la paciencia en las pruebas, la humildad y la entrega sacrificada configuren nuestra vida, ayer, hoy y siempre”, confió. Igualmente, sostuvo que con el óleo de los enfermos bendecido en esta celebración serán ungidos los enfermos y ancianos, “es decir, cuantos experimentan la debilidad por la incesante disminución de sus fuerzas”.

El cardenal, que ayer cumplió 80 años a la espera de que el Papa Francisco acepte su renuncia formativa como arzobispo, dedicó esta Misa Crismal a la iniciación cristiana, que “es comienzo y fundamento, es memoria siempre viva y consolidación de los cimientos”. “Nunca queda atrás, perdida en el pasado. Por eso debe ser actualizada su memoria. La iniciación, en cuanto principio compartido por todos los cristianos y permanente en el tiempo, debe ser clara y sencilla”, explicó a los cientos de fieles que asistieron al primer templo de la Diócesis.

A su juicio, la adhesión “sincera y auténtica” la cristianismo “no es igual que una reflexión compleja” y pidió “no cesar de recordar lo que se recibió al principio”, en el bautismo. En este sentido, reconoció que los cristianos “siempre necesitaron que se les recordara lo recibido en la iniciación cristiana y fueran fieles en las pruebas de la vida cotidiana”.

Familia e Iglesia

También se dirigió a las familias, que son “el hogar de la vida y también de la fe cristiana”. En este sentido, destacó que los padres enseñan a los niños las “actitudes, prácticas y orientaciones para su vida” y los progenitores “tienen la responsabilidad primordial, que es derecho y deber inalienables, de educar a sus hijos según sus convicciones cristianas, ya que la educación es la prolongación natural de la vida que los padres, como ministros de Dios, han transmitido”.

Por ello, trasladó este mensaje a los miembros de la Diócesis, a los que dijo que es “necesaria la sinergia coordinada y el concurso concertado de familia y parroquia, de padres y catequistas, de amigos y conocidos, de colegios y asociaciones cristianas, para la iniciación y maduración cristiana, vitales para la Iglesia y decisivas para la orientación existencial de todos”.

Por último, defendió que “sin recibir y compartir la fe con otros cristianos no hay regeneración bautismal, ni ámbito de vida solidaria, ni maduración y crecimiento cristiano y apostólico, ni descanso reconfortante en la familia de la fe”. “Fuera de la comunidad y a la intemperie, corremos muchos peligros. Todos, personas y comunidades cristianas, debemos contribuir a crear ambientes cálidos y acogedores de los hermanos en la fe”, concluyó.

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