Sergi Gordo repasa su primer año de pontificado en las tierras del Ebro "Deseo ser obispo de Tortosa hasta el día de mi muerte, si Dios quiere"

Sergi Gordo, obispo de Tortosa
Sergi Gordo, obispo de Tortosa Flama

"Nos convienen nuevas vocaciones para poder guiar a las comunidades cristianas, sin que la Iglesia caiga en el clericalismo y con una corresponsabilidad diferenciada con todos sus integrantes"

"La gestión, no siempre fácil, de una archidiócesis como la de Barcelona, donde trabajé desde una posición en la que continuamente era necesario dar respuestas a muchos requerimientos y muchas urgencias, me está ayudando ahora a gestionar una diócesis diferente y con dimensiones más pequeñas"

"Entre otras medidas, nos pidió que intentáramos impulsar este curso introductorio. De nuestra diócesis, este año no habrá ninguno de nuevo seminarista, pero tenemos cinco vocacionados que aún no empezarán este año su proceso de encaminamiento al sacerdocio"

"La Iglesia pide a los políticos un respeto —que está ahí— por la institución eclesial y que, quienes lo deseen, pongan de relieve el humanismo cristiano que debe moverlos en su compromiso político. Desde la sana autonomía del ámbito político, la Iglesia contribuirá en todo aquello que beneficie al bien común"

(Agència Flama) Este lunes 9 de septiembre, Sergi Gordo (Barcelona, 1967) cumple un año desde que tomó posesión como obispo de Tortosa en un acto multitudinario celebrado en la catedral de la capital del Baix Ebre. Doce meses después, abre las puertas de su despacho, en el palacio episcopal, para valorar ese período de tiempo que, asegura, ha visto pasar como una “exhalación”.

"Tengo la sensación de no haber digerido del todo tantos acontecimientos de fe vividos como pastor", reconoce el exobispo auxiliar de Barcelona, que desde el primer día que llegó a este territorio se ha sentido como un tortosino más. “Aquí, estoy en mi casa, junto a mi gente”, sentencia en cuanto se inicia la conversación.

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¿Hace un balance positivo de este año como obispo de Tortosa?

Sí. Lo vivo así. No tengo derecho a quejarme; esto no quiere decir que, como en todas partes, no existan limitaciones, carencias y desafíos, aspectos que, en cualquier caso, vivo sin angustia y con mucha esperanza. Es una diócesis que conocía poco, ya que sólo tuve contacto cuando participaba en el Aplec del Espíritu que se celebraba cuando yo era obispo auxiliar de Barcelona (2017-2023), o por algún contacto concreto con algún cura, alguna religiosa o algún laico.

Sergi Gordo, obispo de Tortosa
Sergi Gordo, obispo de Tortosa Flama

¿Qué le ha preocupado más durante todos estos meses?

El mayor desafío es el de la falta de vocaciones en el ministerio ordenado, aunque a la vez vea, sobre todo en el laicado, un entusiasmo y un compromiso en este nuevo momento sinodal que estamos viviendo. Un momento que, como dije en mi primera homilía como obispo, es representado por un Sínodo que ha venido para quedarse. Otro desafío es ver una diócesis muy extensa geográficamente y con muchas parroquias, mientras hay un clero con una media de edad alta que todavía ejerce su ministerio cuyo entusiasmo me maravilla. Ante esto, nos convienen nuevas vocaciones para poder guiar a las comunidades cristianas, sin que la Iglesia caiga en el clericalismo y con una corresponsabilidad diferenciada con todos sus integrantes.

Llegó a Tortosa después de formarse en la archidiócesis de Barcelona. ¿Qué puede aplicar aquí de todo lo que aprendió?

Cada vez que paso por la calle de Cervantes de Tortosa, una de las más concurridas de la ciudad, me vienen a la cabeza los momentos que, como seminarista, me paseaba anónimamente por la Vilafranca de los años ochenta. Un territorio diocesano, éste, que era mucho más extenso que el de ahora, ya que estaba formado por las actuales diócesis de Sant Feliu de Llobregat y de Terrassa, por lo que me ordenaron diácono y sacerdote en Vilafranca del Penedès, en un mundo más bien rural, donde después (1992-2001) me formé como pastor aprendiendo a estar cerca de los feligreses. Poder vivir la pastoral en ese ambiente de comarcas es lo que he reencontrado durante este año en Tortosa.

En los últimos años aprendió a gestionar la archidiócesis como obispo auxiliar. ¿Esto también ha sido clave?

La gestión, no siempre fácil, de una archidiócesis como la de Barcelona, donde trabajé desde una posición en la que continuamente era necesario dar respuestas a muchos requerimientos y muchas urgencias, me está ayudando ahora a gestionar una diócesis diferente y con dimensiones más pequeñas, si bien se espera que la implicación de religiosos y laicos siga creciendo y haga de este territorio diocesano un espacio con muchas más voces.

En Vilafranca todavía tiene buenos amigos y continuamente le invitan en sus celebraciones religiosas, como por San Félix, y allí es donde el obispo Agustí Cortés cumplirá veinte años esta semana al frente de la diócesis, aunque ya ha puesto su cargo en disposición del Papa. ¿Su relevo debe ser un obispo joven?

Esto está en manos del Santo Padre, pero, como él mismo ha dicho, la juventud es un estado del corazón y, por supuesto, ésta siempre puede ayudar cuando alguien es obispo. También es bueno para las diócesis que tengamos hermanos obispos con unos años de ministerio que ayuden a enfocar cuestiones de evangelización de forma profunda, como ha hecho el obispo Agustí todos estos años. Todos debemos complementarnos y, como dice el papa Francisco, la Iglesia es como una canoa en la que debe haber ancianos y jóvenes. Los primeros, para guiarla en medio de la negra noche a partir de su experiencia y, los segundos, para salir adelante gracias a su fuerza física.

Sergi Gordo
Sergi Gordo Flama

¿Cuál es su labor como secretario general de la Conferencia Episcopal Tarraconense?

No es un trabajo, como suele decirse, de brillo, sino de servicio. Mis hermanos obispos me escogieron por unanimidad y todos, como servidores sin ningún mérito, debemos hacer lo que Dios nos pide. Mi trabajo es de coordinación, de ver cómo las diócesis no podemos ser islas autorreferenciales y podemos trabajar juntas, como debemos hacerlo con las que integran la Conferencia Episcopal Española así como la Iglesia universal. Somos herederos de todo un trabajo interdiocesano muy bien hecho que tuvo un hito relevante en 1995, con la celebración del Concilio Provincial Tarraconense, del que celebraremos treinta años en 2025.

Una de las iniciativas recientes de los obispos de Cataluña es la propuesta de un curso unificado de iniciación para los seminaristas de las diócesis catalanas a partir de este próximo curso. ¿Cómo lo asume usted?

A nuevos tiempos, nuevas respuestas. Cuando el papa Francisco nos convocó a todos los obispos de España en Roma el curso pasado, nos pidió que hiciéramos una reflexión dada la escasez de vocaciones sacerdotales en los seminarios de todo el Estado. Por eso, entre otras medidas, nos pidió que intentáramos impulsar este curso introductorio. De nuestra diócesis, este año no habrá ninguno de nuevo seminarista, pero tenemos cinco vocacionados que aún no empezarán este año su proceso de encaminamiento al sacerdocio.

En referencia a la elección de Salvador Illa como presidente de la Generalitat, que el arzobispo Joan Planellas definió como "un signo de normalidad democrática", ¿cuál es su opinión al respecto?

Un obispo debe ser el obispo de todos, es decir, de todos los cristianos que existen en todas las opciones políticas, excepto aquellas que están en contra del Evangelio. El obispo, ante ello, tiene una misión de comunión y de estar al servicio de los representantes elegidos democráticamente en cada una de las instituciones democráticas, en Cataluña y en la Comunidad Valenciana, donde nuestra diócesis también tiene presencia. La Iglesia pide a los políticos un respeto —que está ahí— por la institución eclesial y que, quienes lo deseen, pongan de relieve el humanismo cristiano que debe moverlos en su compromiso político. Desde la sana autonomía del ámbito político, la Iglesia contribuirá en todo aquello que beneficie al bien común.

Sergi Gordo
Sergi Gordo Flama

Con una diócesis formada por una cincuentena de presbíteros en ejercicio ministerial, también han podido tener durante su primer año de pontificado al cura más joven de Cataluña, Santiago Martínez, en Masdenverge. ¿En qué le beneficiará el hecho de que usted le haya destinado a otras parroquias, provocando un cierto desencanto por parte de los feligreses de la parroquia donde se encontraba?

Es muy comprensible, la situación: significa que la gente quiere a sus pastores y querría mantener para siempre a aquellos con los que hay buena sintonía. Me consta que este sacerdote quiere establecer contacto con los autores de este comunicado para hacerles entender que, estando incardinado en esta diócesis, debe estar preparado para afrontar nuevas misiones que puedan serle encomendadas. Por mi parte, estoy dispuesto a recibir a los autores de esta petición para escucharles, confiando en que comprendan la decisión —no fácil— que se ha tenido que tomar.

Hablando de cambios, ¿cree que su paso por Tortosa puede ser un trampolín para volver a Barcelona?

Yo vivo el día a día y, como cantamos a la virgen de la Cinta en su himno cuando queremos defenderla hasta la muerte, yo deseo estar aquí hasta mi muerte, si Dios quiere y el Papa lo permite. Es bueno enamorarse de esta esposa, que es la diócesis, pensando que con ella se puede hacer el camino siempre, aunque tengamos que estar a disposición de las decisiones que pueda tener el Papa. Prefiero no pensar en otra cosa que eso.

Sólo que un único miembro de la Iglesia haya realizado un acto de pederastia ya es un escándalo

¿Cómo se vive como obispo la situación de los abusos sexuales cometidos en el seno de algunas instituciones religiosas años atrás y que parece ser una losa en la Iglesia de hoy en día?

Como pide el papa Francisco, lo vivimos con tolerancia cero, con mucha transparencia y con mucha colaboración con todas las autoridades, teniendo en cuenta, sobre todo, a todas las víctimas. Sólo que un único miembro de la Iglesia haya realizado un acto de pederastia ya es un escándalo. Además, desde la Conferencia Episcopal Española se trabaja desde hace años con muy buenos criterios, siempre en comunión con la Santa Sede, para paliar este hecho tan execrable, que pone de relieve nuestro pecado y nuestra incoherencia. Todo esfuerzo es poco para crear espacios seguros y para trabajar la prevención desde todos los estamentos posibles.

Y para conseguir estos objetivos, un tortosino se encuentra haciéndolo muy cerca del Papa, como es Jordi Bertomeu

En efecto, desde el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha ayudado mucho al papa Francisco yendo por todos los países donde lo envía y haciéndolo, además, con mucha competencia. Es de nuestro presbiterio y conviene rezar por él porque tiene una misión complicada, que pide mucha abnegación. Gracias a su ayuda, la diócesis de Tortosa puede echar una mano en esta lastimosa lacra que vivimos.

Todo esfuerzo es poco para crear espacios seguros y para trabajar la prevención desde todos los estamentos posibles

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