El día en el que se conmemora el 87 aniversario del bombardeo de Gernika el lehendakari Urkullu ha informado a la sociedad sobre el acuerdo al que se ha llegado con la congregación de las clarisas de Gernika. El acto, al que han acudido varias religiosas clarisas, entre ellas la última priora del convento y la Madre General, ha comenzado con unas palabras del obispo de Bilbao.
Joseba Segura ha iniciado su intervención recordando un poema del fraile franciscano Bitoriano Gandiaga, quien un día como hoy, fue testigo del bombardeo de Gernika desde su Mendata natal. El prelado se ha referido también a la muerte de los inocentes «hace dos mil años o en Gaza en el 2024. Provocada por las bombas de la legión Cóndor o por un frío disparo en la nuca, se nos presentan como acontecimientos demasiado poderosos para ser asimilados o explicados».
El prelado bilbaíno ha pedido por la paz en Gernika «en esta casa que durante siglos anunció en el corazón de este pueblo la paz y la memoria de una vida que surge de la muerte». Ha proseguido diciendo que, hoy se recoge ese testigo de siglos, para decir al mundo que «las bombas y las metralletas no son la llave de la historia«. Junto a Gaza ha recordado a Ucrania, Haití, Sudán, Yemen y Myanmar.
Bakea da etorkizun iturri. Bakea da oparia. Eta gure zeregina, konpromisoa. Bake hori eten barik, eskutik eskura luzatzea.
Un lugar para conservar la Memoria
En el acto junto al lehendakari han estado presentes la diputada general de Bizkaia, la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia y el alcalde de Gernika, entre otras autoridades. Iñigo Urkullu ha recordado el dolor sufrido por las víctimas que vivieron aquella tragedia. Lo ha hecho en un lugar “lleno de historia y significado”, por ser de los pocos que, junto con las antiguas escuelas, el paseo, la parroquia de Andra Mari y la Casa de Juntas, que se mantuvieron en pie tras el bombardeo.
Tal y como ha explicado, el Gobierno Vasco ha acordado con las religiosas Clarisas la compra del convento, la iglesia y el terreno de la parte posterior para “proteger un lugar importante para nuestra historia”. “Creemos que la mejor manera de reforzar la dignidad y el atractivo del museo de la Paz es trasladarlo a este entorno con las reformas, adaptaciones e inversiones necesarias para ello”-ha dicho.
Se trata- según ha explicado- de una aportación del Gobierno Vasco a la estrategia de las diferentes instituciones vascas para el fortalecimiento de la zona de Urdaibai y Busturialdea.
Finalmente, Iñigo Urkullu ha apuntado que el hecho de que toda Gernika haya sido declarada zona de memoria puede ser una oportunidad para formar una red junto a otras ciudades que han sido también víctimas de bombardeos indiscriminados en todo el mundo.
Un convento con más de 400 años
En algunos documentos del s. XV recogen la denominación de la Casa como Beaterio y en el XVI, lo habitó una comunidad de religiosas Terciarias Regulares o Isabelinas.
En 1619 el antiguo Beaterio de Nuestra Señora de la Piedad de la anteiglesia de San Pedro de Luno, comenzó a ser conocido con el nombre de Santa Clara. Por tanto, hace más de 400 años, la comunidad aceptó el paso a la Orden de clarisas.
Es escasa la documentación que se conserva, ya que el bombardeo y las bombas incendiarias de la Legión Cóndor destruyeron la mayor parte de los archivos del convento.
Sin embargo, se pudieron salvar algunas páginas de los tomos donde “aparecen registradas algunas entráticas (Eliz-sartzea) y profesiones de religiosas de Santa Clara y en ellas consta la lista de la comunidad que las recibe”.
La etapa clarisa del monasterio comenzó con la Madre María de Arteaga, Abadesa traída de Santa Clara de Medina de Pomar para iniciar a las todavía isabelinas de Gernika en la vida de la nueva Orden.
Curiosidades
La comunidad de las clarisas de Gernika, emplazada en los alrededores de la Casa de Juntas, además de orar tenía otras labores obligadas como era coser todo el vestuario de la comunidad y sacristía o la de preparar chocolate de calidad para los junteros, sus acompañantes y los que participaban en los juegos que tenían lugar a propósito de las reuniones de las Juntas Generales de Bizkaia.
No se sabe cuándo comenzó esta costumbre de servir chocolate a las Juntas porque sólo se conservan las cuentas de 1829-1854.