Celebración limitada en Almonte por la pandemia El obispo de Huelva, en el 'Rocío chico': "Aleja de nosotros la epidemia funesta del coronavirus"
"Que Él sea nuestro refugio y nuestro escudo frente a esta enfermedad y sus consecuencias, tan dañinas para todo el mundo; que Él nos conceda el fin de la pandemia, la salud a los contagiados y el eterno descanso a los que han muerto"
"Salud de los enfermos, rosa temprana, Estrella reluciente de la mañana, pomo de aroma, lirio de la marisma, Blanca Paloma… de noche y día, te encuentra quien te busca, Virgen María. Amén"
| RD/Agencias
El obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, presidió ayer la Solemne Función Votiva en la parroquia almonteña de la Asunción de María a los pies de la patrona de Almonte, Ntra. Sra. del Rocío. Este voto del pueblo de Almonte, conocido tradicionalmente como Rocío Chico, cumple doscientos ocho desde aquella primera acción de gracias que realizaran los antepasados de esta localidad en 1813, motivado por la lucha que mantuvo el pueblo de Almonte contra las tropas francesas que habían invadido España, logrando resistir al invasor y siendo librados por la intercesión de la Virgen del Rocío de las fatales consecuencias que incluso pudieron suponer la desaparición, por exterminio, de los almonteños.
Una celebración que ha vuelto a acoger el templo parroquial y que se ha visto limitada, por segundo año consecutivo, por las medidas sanitarias que obligan a reducir el aforo. En su homilía, Gómez Sierra ha recordado que «en aquellos días de peligro y angustia para Almonte en los que, como en tantas otras ocasiones, los almonteños experimentaron el amparo de la Santísima Virgen, rezaron con fe y supieron ver con claridad la mano de la Virgen en la salvación de su pueblo, tuvieron la humildad de reconocerlo y la sensibilidad para estar siempre agradecidos a la Virgen».
De este modo, ha invitado a volver la mirada a la Madre de Dios renovando esta actitud en unas circunstancias en las que «adquiere vigor y actualidad por otros enemigos». Así, en primer lugar ha recordado como, durante esta pandemia, «no hemos dejado de poner nuestros ojos y nuestras súplicas en la Blanca Paloma, Salud de los enfermos y Consuelo de los afligidos» y ha invitado a seguir elevando nuestras súplicas al Señor por intercesión de la Virgen: «que Él aleje de nosotros la epidemia funesta del coronavirus; que Él sea nuestro refugio y nuestro escudo frente a esta enfermedad y sus consecuencias, tan dañinas para todo el mundo; que Él nos conceda el fin de la pandemia, la salud a los contagiados y el eterno descanso a los que han muerto».
Pero también ha querido señalar otro mal que acecha a la «pandemia espiritual, como es el olvido de Dios en nuestros días». En este punto, ha querido recordar las palabras de San Juan Pablo II, quien oró a las plantas de la Virgen, y que, en su exhortación Christifideles Laici, definía esta «enfermedad del alma» de forma inequívoca: «Se trata en concreto de países y naciones del llamado primer mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo, si bien entre mezclado con espantosas situaciones de pobrezas y miserias, inspiran y sostienen unas existencias vividas como si no hubiera Dios. Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves de la vida, no son menos preocupantes y desoladores, que el ateísmo declarado» (CFL, 34).
Para esta enfermedad, el obispo ha querido señalar el remedio: «La santidad personal es la respuesta realista en estos tiempos en los que se extiende el horizonte de la superficialidad y de la indiferencia religiosa en la vida de muchas personas. Así podremos contribuir a conformar con los valores del Evangelio esta sociedad plural en la que vivimos, sin complejos y sin miedo». De este modo ha invitado a los presentes «a dar testimonio caridad cristiana, viviendo con fidelidad y anunciando con valentía el Evangelio de Jesucristo» y ha recordado, de nuevo, unas palabras de San Juan Pablo II en aquel entrañable, memorable y actual mensaje que pronunció desde el balcón del Santuario de la aldea del Rocío: «Sería una pena que esta cultura cristiana vuestra magnífica, profundamente enraizada en la fe, se debilitara por inhibición o por cobardía al ceder a la tentación y al señuelo de rechazar o despreciar los valores cristianos que cimientan la obra de la devoción a María y dan savia a las raíces del Rocío. Por eso, os vuelvo a insistir hoy ante la Virgen: dad testimonio de los valores cristianos en la sociedad andaluza y española».
El Obispo ha querido concluir sus palabras con la belleza de unas letras del conocido sacerdote Muñoz y Pavón, elevadas como acción de gracias: «Salud de los enfermos, rosa temprana, Estrella reluciente de la mañana, pomo de aroma, lirio de la marisma, Blanca Paloma… de noche y día, te encuentra quien te busca, Virgen María. Amén».