El espacio O Lumen, que gestiona la Orden de los dominicos, ha acogido con gran éxito de afluencia la tarde del miércoles la presentación del libro 'Historia de la diócesis de Madrid' (PPC), de los historiadores Juan María Laboa y Luis Gutiérrez. Un libro que, según confía el propio Laboa, «a pesar de mi intención de no escribir nada más, la insistencia del cardenal Osoro me convenció».
«Este libro no pretende dar sin más una historia de la diócesis», explica, sino hablar también de cómo ha sido Madrid hasta ahora, «una capital de una nación católica importante que no era una diócesis». Un trabajo «de archivo», continuaba, que ha sido posible gracias a los documentos del archivo diocesano y de la biblioteca de la Universidad San Dámaso. Pero que también se construye a partir de conversaciones con sacerdotes, obispos e historiadores y de su propia experiencia personal.
En su análisis, Laboa destaca que Madrid es una «diócesis generosa», a la que desde bien temprano llegan numerosísimas órdenes religiosas del país que acompañan el desarrollo de la ciudad entre los siglos XIX y XX: «es la historia de la generosidad de los cristianos madrileños». Este motivo, el de la diversidad de presencias, hace que la diócesis de Madrid crezca entre diferentes tensiones y modos de concebir la Iglesia. También el autor pone en valor el trabajo de «muchas mujeres que, en grupos, hicieron mucho por el progreso de los pobres» durante esos años.
Y, en medio de todo esto, los obispos de Madrid. Para Laboa, los arzobispos Morcillo y Tarancón son «unos de los más importante de la historia de la diócesis», porque aportaron, según afirma, la «estructura» que, hasta hoy, mantiene la misma.
En la misma línea, Luis Gutiérrez, historiador y coautor del libro, sostiene que la diócesis de Madrid (antiguamente de Madrid - Alcalá) ha tenido siempre «buenos obispos», que no han tenido fácil la puesta en marcha de una prelatura como la madrileña. En su intervención, Gutiérrez hace un repaso por el índice del libro que, explica, le dedica un capítulo a cada uno de los arzobispos que ha tenido la capital de España, porque «la historia de Madrid es también la historia de sus obispos». También coincide con Laboa en la naturaleza tensionada de la archidiócesis de Madrid, fruto de la propia vida social de la ciudad.