Pablo Martínez es un sacerdote de La Obra de la Iglesia que desde hace un año desempeña su ministerio como párroco de La Presentación de Nuestra Señora (Corregidor Diego de Valderrábano, 62), en Moratalaz. Una parroquia que conoce muy bien, ya que tuvo la oportunidad de vivir en la comunidad que atiende el templo durante sus últimos años de seminarista,y cuando fue ordenado sacerdote por monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, obispo auxiliar de Madrid.
Tras haber superado la enfermedad del coronavirus, nos cuenta su experiencia. Cree que todo comenzó dando la extremaunción a un moribundo, que además era el padre de su cuñada. «Una noche empecé a sentirme muy mal. Tenía fiebre, aunque no mucha. Me dolía todo... Malestar general, molestias en la garganta, una sensación muy rara, y mucha tos... Llamé al teléfono del coronavirus y me dieron unas pautas...».
A raíz de eso comenzó un proceso que ha tenido la suerte de vivir en casa, con su comunidad, integrada por 3 sacerdotes y 6 seglares. Eso sí, en una zona aislada. «Es una bendición de Dios», confiesa. «Me están cuidando genial. Están súper pendientes de mi. Y de otro hermano de la comunidad que ha estado ingresado en el hospital, y ahora ya está en casa». Pero aislados. Porque, aunque han superado la enfermedad, todavía tienen que permanecer 14 días en aislamiento. Un tiempo que el padre Martínez aprovecha para «rezar mucho y para mover la parroquia a través de las redes sociales, con la ayuda del equipo de voluntarios de Pastoral Digital». Un equipo joven y muy activo que hace que sea posible llegar a los fieles en estos momentos tan excepcionales que estamos viviendo.
Ofrecer el sufrimiento al Señor
De la enfermedad, «lo que más te dura es el cansancio, que es muy pesado. No termina de irse del todo. Vas despacio. Cansado. Todo te cuesta». Celebra Misa en su habitación. Pero «lo mejor de toda esta vivencia, ha sido la oportunidad de poder ofrecérselo al Señor. Te das cuenta de lo poca cosa que eres, del valor que tiene ofrecérselo todo a Él. Estás más unido al Señor en la cruz».
Valora que «en estos días he sentido como nunca la cercanía de mis superiores de La Obra de la Iglesia y de mis pastores: el cardenal don Carlos, don Juan Antonio Martínez Camino, don Jesús Vidal, y sobre todo el vicario episcopal, don Alfonso Lozano, que ha estado siguiendo personalmente y muy de cerca mi situación. A todos les doy las gracias de corazón».
Una enfermedad que también le ha permitido acercarse más aún a sus feligreses. «Hice como una carta dirigida a ellos, al comienzo de mi enfermedad, explicándoles lo que había pasado. Y me ha sorprendido gratamente la cercanía de la gente. La oración de todo el mundo, pidiendo por mí, tanto aquí como en Sevilla», donde ejerció su ministerio durante seis años.
En este proceso de recuperación, desde el confinamiento, «echo de menos poder estar con el Señor y con la gente. Estás aislado y es algo que al principio se agradece, porque todos en algún momento estamos saturados. Pero luego te das cuenta de lo bonito que es poder estar en presencia del Señor, en la capilla. Tengo la suerte de que lo tengo ahí, a un paso, pero no puedo ir. Sé que el Señor está en mi corazón, puedo orar, pero no puedo ir a la Iglesia. Y también me falta poder estar con la gente». Por eso, desde su soledad, ha decidido aliviar y acompañar a los que se encuentran más solos: los ancianos, los enfermos. «Les llamo por teléfono, y la gente se emociona».
Pedir por todas las intenciones de los feligreses
Algunos de sus feligreses se encuentran enfermos. Cada vez hay más. Por eso, la parroquia va a comenzar una iniciativa a través de la página web para que la gente pueda enviar sus intenciones, publicarlas, y que todos puedan pedir por ellas. «Todos conocemos casos de gente enferma o que se muere. Por eso, a la gente le va a gustar esta iniciativa. Les va a ayudar. Les va a venir bien», asegura.
¿Y cuando todo esto termine? Habrá que celebrar una Misa de acción de gracias. Y quizás una fiesta. Con toda la comunidad parroquial. Pero lo que sí tiene claro es que «todos vamos a apreciar más cada cosa. Lo que teníamos por descontado: ir a Misa, estar con los que queremos, ir a donde queramos, poder salir a la calle... Todo eso lo vamos a valorar. Y también espero que podamos ver los frutos de este sufrimiento», concluye.