El prelado compostelano comenzó su homilía asegurando que “nuestra fe nos lleva a confesar: “Creo en la vida eterna”. Esta vida consiste en nuestra unión con Dios en la compañía de los bienaventurados, ya que Dios mismo en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas y deseos. Estaremos siempre con el Señor. En la unión con él encontramos el gozo y la alegría”.
El arzobispo -que estuvo acompañado en la celebración eucarística por el obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro, así como autoridades civiles, sacerdotes, miembros de vida consagrada y laicos- pidió para las familias el consuelo, la serenidad y la esperanza cristiana para superar la aflicción y añadió: “Las manos de Dios son manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia. A ellas encomendamos también a nuestros hermanos. En esta Eucaristía, hacemos memoria del Jesús muerto y resucitado, y recordamos con afecto a quienes hace un año, perdieron su vida en el naufragio”.