"La participación del episcopado español fue pobre, más que pobre" En memoria de Nicolás Castellanos Franco, obispo: Con alegría (y vergüenza ajena)

Funeral por Nicolás Castellanos
Funeral por Nicolás Castellanos DdP

El pasado martes, 25 de febrero, asistí en Palencia al funeral que la que fue su diócesis ofreció por el eterno descanso del que por trece años fue su pastor. Y salí de él con un gran sentimiento de alegría por una parte y, al mismo tiempo, otro de vergüenza ajena

El pasado martes, 25 de febrero, asistí en Palencia al funeral que la que fue su diócesis ofreció por el eterno descanso del que por trece años fue su pastor. Y salí de él con un gran sentimiento de alegría por una parte y, al mismo tiempo, otro de vergüenza ajena.

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De alegría, porque comprobé que el Pueblo de Dios que vive en Palencia respondió a la convocatoria de su actual pastor de forma emotiva: la hermosísima catedral palentina -la gran desconocida- estaba abarrotada de fieles que acudieron a dar un último adiós al que fuera su obispo. Además, aunque ignoro cuántos sacerdotes componen el presbiterio de la diócesis, creo poder decir que un buen porcentaje de ellos estaban presentes.

De vergüenza ajena, porque, en contraposición a la de fieles y sacerdotes, la participación del episcopado español fue pobre, más que pobre: seis obispos de entre los 92 que forman el episcopado español en estos momentos, aparte los muchos obispos-misioneros que viven en nuestro país. Residenciales presentes: los monseñores Mikel Garciandía, de Palencia; Mario Iceta, de Burgos; Antonio Gómez, de Almería y Gerardo Melgar, de Ciudad Real;  eméritos, el que fue sucesor de Nicolás en Palencia, cardenal Ricardo Bláquez, y José Manuel Sánchez, de Santander; además, dos obispos misioneros, Julián García, emérito de Iquitos, Perú, y agustino como Nicolás, y Javier del Río, emérito de Tarija, Bolivia; también asistió el abad mitrado de la Trapa de san Isidro de Dueñas, Dom Juan José Domingo Falomir.

Sé que Nicolás Castellanos, desde que dio el aldabonazo de dimitir y bajarse de su sede palentina el 4 de septiembre de 1991 para dedicar su vida al servicio de los pobres como misionero en Bolivia, no recibió precisamente un gran aplauso de sus colegas obispos. Nadie en la historia más o menos reciente de la Iglesia en España recordaba un caso igual. Para más inri, cinco días más tarde le acompañaba en la decisión otro obispo español, Ramón Buxarrais, de Málaga.

Este gesto se convertía en un revulsivo: un obispo no era un ‘infante real’ inamovible, inclusive tras descubrir que, quizás, tras años de servicio episcopal, ya no se puede ofrecer a sus fieles nada nuevo

Este gesto se convertía en un revulsivo: un obispo no era un ‘infante real’ inamovible, inclusive tras descubrir que, quizás, tras años de servicio episcopal, ya no se puede ofrecer a sus fieles nada nuevo.  Por otra parte, la postura ’democrática’ y sumamente humana y de contacto personal de Nicolás durante su etapa episcopal chocaba demasiado con la hiératica que históricamente se asociaba con la del episcopado español.

Olía a ‘comunismo’

Tampoco fue muy bien acogida, inclusive en Bolivia, su dedicación misionera a los más pobres: olía a ‘comunismo’. Finalmente y sobre todo en España, el ejemplo de un obispo que fuera solicitando ayuda económica para sus proyectos misionales a las puertas de instituciones e individuos, cosa en la que Nicolás demostró ser excepcionalmente bueno, no era exactamente popular. ¿Un obispo mendigando de puerta en puerta? ¡Abrenuncio!, que diría Sancho. Y eso que, como como miembro de una Orden Mendicante, tenía todo el ‘derecho’ a hacerlo.

Funeral por Nicolás Castellanos
Funeral por Nicolás Castellanos DdP

Con esas ayudas conseguidas y, sobre todo, con la muy numerosa humana a la que logró convencer para que le echasen una mano,  lo que quedó plasmado en la creación de Hombres Nuevos, Nicolás Castellanos realizó pequeños-grandes milagros en Plan 3000, uno de los barrios más pobres de Santa Cruz de la Sierra, en su amada Bolivia: más de 100 escuelas, hospitales, iglesias, viviendas, pozos para ofrecer acceso a agua potable, alcantarillados, centros culturales, comedores sociales, asistencia a niños, becas para estudios universitarios,  orquestas y grupos musicales… Miles de bolivianos que, sin su ayuda, habrían acabado viviendo en un olvidado gueto, son hoy día profesionales que enriquecen con su trabajo a su país.

Mirando el otro día a la minúscula representación del episcopado español en el funeral de uno de sus colegas, no podía menos de preguntarme: Cuántos obispos españoles

¿Han sido presentados como candidatos el Premio Nobel?

¿Cuántos han recibido el Premio Príncipe de Asturias?

¿Cuántos pueden presumir de lucir la Medalla al Mérito Municipal de la ciudad donde han dedicado su vida y trabajo a los más necesitados?

¿Cuántos han sido nombrados Ciudadanos del Año en sus provincias de nacimiento?

¿Cuántos tienen en su haber la simpática Medalla de la Asociación de Fabricantes de Juguetes de España por su labor para conseguir y distribuir sus productos para niños pobres?

¿Cuántos poseen el Premio a los Valores Humanos concedido por la Autonomía de donde proceden?

¿Cuántos han sido decorados por la Medalla de Oro al Trabajo otorgada por el Gobierno de su país de origen?

¿Cuántos han recibido el Premio Manos Unidas otorgados por RTVE?

¿Cuántos han sido nombrados Hijos Adoptivos de la ciudad en que han sido obispos?

 Algunos, quizás, puedan vanagloriarse de alguna de las citaciones mencionadas. Nicolás Castellanos Franco las tenía todas…y unas cuantas más.

Castellanos recibió en 1998 el Premío Príncipe de Asturias
Castellanos recibió en 1998 el Premío Príncipe de Asturias

Cierto, Nicolás Castellanos se codeaba con gente e instituciones importantes a quienes conseguía convertir en colaboradores y donantes de ayuda para sus proyectos.  Pero, vuelto a Plan 3000, acompañado de jóvenes y no tan jóvenes voluntarios para ayudarle y con los bolsillos repletos de los donativos de innumerables ‘coadjutores’, Nicolás volvía a su ‘palacio episcopal’ en que por mucho tiempo -ignoro si hasta el final- su habitación tenía piso de tierra y no gozaba de algo tan simple como un cuarto de baño privado.  ¡Pobre entre los pobres!

¡Y en el funeral oficial en la que fue su diócesis, solamente seis obispos españoles residenciales, dos eméritos (por suerte, uno de ellos cardenal), y dos misioneros, además de un abad mitrado! ¡Qué pena!

Termino recomendando a todos los lectores que lean lo que podríamos llamar ‘Testamento Espiritual’ de Nicolás Castellanos Franco publicado hace unos días en Religión Digital. Bien claro queda al leerlo, que, aunque le llegó inesperadamente, él la recibió como lo que bien sabía era: la Hermana Muerte.  Que descanse en la bien merecida paz Nicolás Castellanos Franco.

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