El primer documento de "Doctrina Social de la Iglesia" es el evangelio. El Papa nos envió un correo
Fratelli Tutti es una pregunta contundente a los que nos decimos creyentes: ¿De quién te has hecho prójimo?
Ahora quien lo hace es el Papa Francisco, que desde el inicio de su pontificado ha querido retornar a las raíces del Evangelio que quizás se nos estaban empolvando debajo de tanta doctrina no social, y de una vergonzosa porción de doctrina que raya con lo antisocial. El llamado que se nos hace es claro: Recuperar la dimensión universal del amor fraterno, una filadelfia auténticamente católica. Siendo 'católica' un adjetivo, como debe ser, no un sustantivo. Fratelli Tutti es una encíclica social, una revisión y una propuesta de nuestro modo de ser con los otros, y de ser juntos. En ese sentido parte de dos principios esenciales del cristianismo:
- El lugar de encuentro con dios es el otro.
- Especialmente el otro frágil, vulnerable o excluído.
Entonces esta conversación, su reflexión, esta meditación desde la fe, su propuesta con lógicas de evangelio, tanto de la política, como de la economía, de las condiciones sociales como de las relaciones entre los grupos humanos y naciones, es un tema que nos compete a todos, no solo porque la condición política no es opcional, la condición social no es voluntaria, pues por el hecho mismo de ser humanos nuestros actos son políticos y son sociales, sino porque así muchos lo pretendan en la iglesia, Fratelli Tutti nos recuerda que no tenemos una fe individual, intimista, que se reduce a dios y yo, en la que los otros solo entran como circunstancias por las que pedir, sino una fe personal, relacional, que se expresa en el contacto humano, y se hace visible en la transformación de todo lo que crea esas condiciones de fragilidad, vulnerabilidad y exclusión.
Por eso la carta desafía inicialmente a la iglesia, pues teniendo como telón de fondo la parábola del Samaritano bueno, es crucial leer entonces ese primer capítulo, no solo como una palabra profética que evidencia y denuncia al mundo cerrado en sus propias sombras, sino como enumeración de las heridas del abandonado por los asaltantes. Ante lo cual, es posible que los que pasamos delante, damos un rodeo y seguimos nuestro camino seamos ahora, como en Lucas, los que decimos profesar la fe. Un mundo herido, no como consecuencia de un castigo divino - cosa impensable desde el cristianismo - ni como resultado de un accidente de mala suerte, sino como fruto de las decisiones de los poderosos y la codicia de los más opulentos, lo último que necesita es una iglesia que, preocupada por cumplirse a sí misma con las reglas que se ha puesto y obsesionada con vigilar el cumplimiento de las reglas que intenta ponerle a otros, deje de percibir el dolor, la angustia, la carencia y la desigualdad, especialmente en momentos en los que esa total falta de equidad ha arrojado a millones a la incertidumbre en medio de la Pandemia del Covid 19. Fratelli Tutti es una pregunta contundente a los que nos decimos creyentes: ¿De quién te has hecho prójimo?.
Tres rasgos pueden resultar contundentes tras una primera lectura de esta encíclica social del Papa Francisco: Para empezar, la forma como la realidad más actual, más contemporánea irrumpe en el documento de una manera pocas veces vista en los documentos de la iglesia, pues lo que nos ha estado sucediendo en el 2020 aparece allí, no solo como categoría de análisis, ni como objeto de la crítica minuciosa desde una determinada postura moral, sino como grito, como llamado a abrir los ojos y los oídos a lo que nos está sucediendo y el papel de la fe en lo que está sucediendo, no como una vía de escape o de aseguranza sobre el peligro - no como amuleto - sino como clave de lectura de esa realidad y como propuesta de cambio, como una voz que el pueblo creyente se lanza a sí mismo y al mundo entero, buscando que esos millones de seres humanos abandonados y heridos sean atendidos y curados, pero también se eviten nuevas heridas en otros.
Lo segundo es el lugar que ocupa la Sagrada Escritura en el documento. Estamos acostumbrados a que los textos estén llenos de citas bíblicas; pequeños fragmentos aquí y allá que ocupan el lugar preciso en una frase o un párrafo para que se vea "justificado bíblicamente" lo que se afirma. No es así en Fratelli Tutti. Aquí encontramos que la centralidad de la escritura es la de las lógicas, la de las ideas que subyacen a las propuestas. La parábola lo atraviesa todo y lo ilumina todo, y no como justificación de una idea previamente concebida, sino que es la misma exégesis, una exégesis existencial y social, la que habla y de la que se desprenden las reflexiones del Papa. Es una carta que deja hablar a la Palabra de dios, y al hacerlo, nos permite a todos ser interpelados por ella.
Lo tercero es la universalidad del mensaje. El documento no solo tiene como destinatarios a todos los seres humanos de buena voluntad, sino que también se inspira y tiene como fuentes a algunas personas que no pertenecen a la iglesia o a su tradición. Dice el Papa al inicio que la carta surge como resultado del encuentro con el Imán Ahmad-Al-Tayeb en Abu Dabi, y cierra nombrando a personajes como el Mahatma Gandhi, Desmond Tutu y Martin Luther King. Pero también cita al Talmud Bavli y a Paul Ricoeur. La catolicidad de este documento es admirable. Se dirige a los gobernantes, a los legisladores, a los organismos internacionales, a los jerarcas, a los grandes empresarios, a las grandes corporaciones de comunicación o de redes sociales, con un lenguaje directo y un mensaje sin titubeos, para mostrar el fracaso de los modelos que prometiendo bienestar han sumido a la humanidad en profundas heridas y desigualdades; y a su vez, hace llamados muy concretos a los hombres y mujeres de a pie, en nuestra manera de encontrarnos, de relacionarnos, de superar las lógicas de los sistemas que usamos todos los días. Es una carta universal, con palabras contundentes, todas con acentos muy marcados de acuerdo a la capacidad de cada destinatario, de afectar al resto de la humanidad con sus decisiones.
Tres son también las reacciones que hasta ahora han generado las primeras lecturas de esta Carta Encíclica sobre la Fraternidad y la Amistad Social: Tenemos a los adversarios de Francisco, unos declarados y directos, que suman a su larga lista de delirios de conspiraciones nuevos pretextos inconexos para desconocerle y atacarle, y también los sutiles y soterrados que hablan de la carta con cautela y piden que sea examinada minuciosamente.
También están los condescendientes dentro y fuera de la iglesia, que públicamente elogiarán el texto mientras lo ubican en el estante de las utopías a las que se refieren con escepticismo. Muchos de ellos, jerarcas y clérigos a lo largo y ancho del globo, que nunca se declararán directamente en contra del Papa pero que no muestran escucha, ni dejan oír su eco a lo que tan valientemente nos propone.
Por último las personas de buena voluntad del mundo, creyentes, católicos y también venidos de otras orillas de creencia, que encuentren allí una inspiración para cuestionar la forma en la que hacemos la vida social, la vida política, la vida económica, la manera como - con o sin decidirlo - sostenemos estilos de vida que condenan a muchos seres humanos a formas inhumanas de vida, de esclavitud, de pobreza o marginación. Algo que debe reflejarse en las grandes y pequeñas decisiones cotidianas, como nuestro comportamiento social en tiempos de cuidado para evitar la propagación de un virus, o grandes decisiones como el voto a determinadas propuestas políticas y quienes las representan, como fruto de abandonar las lógicas individualistas y acoger los principios sociales que atraviesan el evangelio.
Este documento, que lanza nuestra mirada a tantos asuntos colectivos que tienen implicaciones reales en la vida de millones de seres humanos sometidos a la vulneración de su dignidad, puede ser que logre que la incidencia política de los cristianos no se reduzca a la manipulación política de los creyentes con los temas de género y reproducción, sino a un auténtico papel de garantes de la dignidad de tantos seres humanos. Ya está bueno de votar a racistas y genocidas sólo porque dicen estar en contra del aborto. La fe da para mucho más.
Leamos al Papa.
Escuchemos al Papa.
Divulguemos al Papa.
Y hagámoslo, repito, con una autentica filadelfia católica, con un amor fraterno sin fronteras, sin muros, sin vallas de seguridad. Mucho menos fronteras puestas por la misma iglesia.
(Para quienes deseen publicar en sus redes algunas frases de la Encíclica como las anteriores, adjunto la imagen de plantilla)