El mundo ya no es lo que era. Ahora es América (la Grande) la que reevangeliza con sus nuevos criptovalores a la descristianizada Europa e insufla ánimos y dólares a los discípulos del eterno retorno que andaban descarriados, pero que ya comienzan a ver la luz y sueñan con la reconquista.

Una reconquista que, a la vista de la cumbre de la ultraderecha europea auspiciada el pasado fin de semana por Vox, ya no comienza en Asturias, sino en Madrid, con La Almudena cerrando España, en vez de Santiago.

A pocos kilómetros de donde medio centenar de obispos y 3.000 representantes de la Iglesia en España celebraban el Congreso de Vocaciones -que ha quedado muy por debajo en todos los sentidos del Congreso de Laicos de 2020, menos en el coste-, los adalides del cierre de fronteras a la invasión menesterosa global y trovadores del como Dios manda se daban palmadas en la espalda presididos no por ninguna vaquilla (y eso que el Toro forma parte de su santísima trinidad), sino por una imagen de la catedral de La Almudena, consagrada en 1993 por Juan Pablo II, ‘el Papa’ de los neocruzados.

Nadie en la Iglesia española -concentrada a unas cuantas paradas de metro de donde celebraban sus buenos resultados electorales los representantes de la tercera fuerza política del Parlamento Europeo- pareció darse por aludida por la imagen de la catedral católica en una reunión de la ultraderecha que sueña con replicar al Viejo Continente las políticas de Trump hasta el punto de adoptar/adaptar su lema 'Make Europe Great Again'.

No había cordón umbilical entre los salones de una y otra sede, entre el Congreso de Vocaciones, y la convención de Patriots, por más que en ocasiones repliquen los mismos mantras del globalismo, la crisis cultural o antropológica. Y hubiera sido, además, muy descarado, teniendo en cuenta que estas formaciones ultras tienen también en común un rechazo frontal al papa Francisco, a quien consideran “un ciudadano más” antes que sucesor de Pedro.

Suspensos en bienaventuranzas

Pero resulta llamativo que, sulfurados por la mofa de la vaquilla con el Corazón de Jesús, se transija con la utilización de otra imagen católica en una convención donde se bendicen las políticas que enfrentan dentro y echan fuera a los más vulnerables, medidas que no resisten ni un pequeño cribado a través de las bienaventuranzas.

Tampoco nadie llamó al arzobispado madrileño para ver si podían apropiarse de esa imagen, que representa la acogida a todos, muchos de ellos migrantes o miembros de otros colectivos señalados por estas formaciones políticas, y que han encontrado en la Iglesia un lugar donde todavía sentirse acogidos. Al menos de momento.