Ignorados en la Iglesia, el mundo civil desconfía de ellos Pero, ¿quién quiere un intelectual cristiano?
Sus reflexiones pasan desapercibidas, aunque las haya valiosas, como la de José Ramón Amor Pan en “Bioética en tiempos del Covid-19”, donde aboga por “una ética secular que sea capaz de unir a la comunidad de extraños morales que habita este pequeño y hermoso planeta”
El libro radiografía los efectos sanitarios, sociales, éticos… de la pandemia del coronavirus sobre una sociedad ya previamente muy desarbolada de trapío moral y en la que han fallado tanto instituciones civiles como eclesiales
El papa Francisco, Bauman, De Chardin, Queiruga, Cortina, Gracia, Aranguren, Camps, Innerarity, Paglia y otros pensadores figuran en la nómina de autores en los que Amor Pan fundamenta su tesis y propuesta
El papa Francisco, Bauman, De Chardin, Queiruga, Cortina, Gracia, Aranguren, Camps, Innerarity, Paglia y otros pensadores figuran en la nómina de autores en los que Amor Pan fundamenta su tesis y propuesta
Como la conjunción de Júpiter y Saturno: fugaz y anecdótica. Es lo que, con todo respeto, me ha parecido ese conato de debate sobre dónde están los intelectuales cristianos (o si realmente existe esta especie), y no solo durante la pandemia, sino, añadiría, en nuestro caminar como sociedad durante las últimas décadas. Espero que no haya que esperar a otra Gran Conjunción para que el tema se tome realmente en serio, es decir, de forma objetiva y desapasionada.
Salvo muy honrosas y notables excepciones, esa categoría del intelectual cristiano al borde de la extinción estaría a buen recaudo canónico de las instituciones eclesiales, lo que le asegura el sustento económico a cambio de un ayuno reflexivo, de una dieta dura contra la crítica de las razones puras o espurias de lo cotidiano, se enrede en él la física, la metafísica o la lírica. Exactamente lo mismo puede decirse de esa abulia pragmática, pero nutritiva, que en el mundo civil ha convertido a los pensadores en directores generales.
Especialmente sonora ha sido su mayoritaria ausencia durante los primeros meses de la pandemia, donde se impuso el discurso bronco y matonesco de los políticos en un Congreso de los Diputados convertido en un ring, en el cual sus señorías se escupían verbalmente mientras los cadáveres se acumulaban en las morgues y la sociedad vivía, grogui e indefensa, un duelo sin consuelo.
Cabezas para algo más que embestir
Pero no todos perdieron aquellos meses haciendo chocar sus cabezas. Algunos utilizaron la suya para canalizar su indignación a través de la reflexión y dar a luz libros que, aun cuando no puedan disimular su cabreo con casi todo lo que se menea agitado por el coronavirus, constituye un valioso esfuerzo por alumbrar un camino distinto en medio de las tinieblas.
Es el caso del libro “Bioética en tiempos del Covid-19”, de José Ramón Amor Pan), un basta ya contra el infantilismo institucional que abusa del y tú más mientras escurre su responsabilidad en la toma de decisiones para el bien común e incendia la convivencia en una huida hacia adelante, aunque se deje por el camino el sentido de las cosas y el para qué de la vida.
Se trata de una radiografía de los efectos (sanitario, sociológico, ético…) de la primera ola del coronavirus sobre una sociedad ya previamente muy desarbolada de trapío moral, pero que, a las puertas de la tercera, sus intuiciones de fondo permanecen tan frescas en su formulación como ignoradas por sus destinatarios en su ejecución.
Críticas a lo humano, pero también a lo “divino”
Y hay que añadir que no van solo destinadas a la clase política, pues hay también recados muy pertinentes para la institución eclesial, algunas de cuyas residencias de ancianos han sufrido en primera línea la virulencia de la pandemia porque en ellas aún prevalece la mentalidad de que es preferible en estos casos encender una vela al fundador/a que meter a un sanitario en nómina. Así pues, Amor Pan no escatima fundamentadas críticas a la lo humano, pero tampoco a lo “divino”, razón a tener en cuenta para ser escarnecido por unos y otros y señal, a mi entender, de que se está en el camino de ese virtuoso término medio que hace que solo puedas cobijarte bajo tu sombra. Primera estación, esta, para cualquier pensador en ejercicio.
Y aunque esta falta de toma de medidas –y probablemente también de concienciación– esté todavía pendiente (no hay más ver la bamboleante gestión práctica y ética del asunto), una segunda edición de este libro, que parece ineludible, sí debería actualizar el juicio general sobre la gestión pública, donde el tiempo ha evidenciado que las administraciones han pasado de la “negación de la realidad” unas, como sostiene el bioeticista, a caer otras en la tentación de practicar un maquiavelismo oportunista con tintes provincianos.
Canto apasionado a favor de la concordia
Pero el libro de este doctor en Teología Moral va mucho más allá de asuntos político-pendencieros, porque lo que vertebra toda la obra es una invitación a repensar en conjunto la normalidad para, desde un canto apasionado a favor de la concordia en tiempos particularmente desconcertantes, rearmar el andamiaje social, alicatando su estructura y techumbre de una bioética que lo envuelva todo, un ecosistema nuevo habitable y vivible para llegar, más humanos y fraternos, al cambio de época que él apunta e intuye.
Este esfuerzo no lo hace solo este laico comprometido con su fe. Le acompaña en su reflexión, iluminándole a veces y apoyándose en él otras, un buen plantel de pensadores, empezando por un papa Francisco que este sí se ha convertido, con sus encíclicas como dardos, en uno de los pocos sabios que despuntan a nivel global. Pero su decena de páginas de bibliografía la llenan nombres como el de su admirada Adela Cortina, Aranguren, Bauman, De Chardin, Camps, Gracia, Innerarity, Queiruga, Paglia… y textos selectos de la Academia Pontificia para la Vida o de diferentes asociaciones médicas y bioéticas.
Así, a través de unos capítulos de sugerente título, se pasa revista a la situación sufrida por los sanitarios, por los enfermos, por sus familias, por las instituciones públicas; o al papel jugado por un sistema educativo que parece haber acogido con normalidad la mediocridad, a la tentación del utilitarismo, siempre agazapada, o a la siempre inoportuna oportunidad de una ley de eutanasia aprobada casi con alevosía y nocturnidad en medio de una pandemia, justo en un momento en que sí, hubo selección en residencias, para ver quién era tratable y quien prescindible…
Ecos de ‘Fratelli tutti’
En medio de este tráfago, Amor Pan hace una encendida declaración a favor de la globalización de la solidaridad en plena sintonía con 'Fratelli tutti', y escéptico y pesimista como parece en tantas páginas del libro, no duda en “expresar, sin tapujos, mi convicción de que es posible encontrar, a través del diálogo y la razón, una Ética secular que sea canónica y concreta, es decir, que sea capaz de unir a la comunidad de extraños morales que habita este pequeño y hermoso planeta azul”.
Este libro, de bella portada, es, en definitiva, un intento de abrir camino para ese necesario, fundamental encuentro. Se expone la necesidad de una auténtica regeneración en casi todos los niveles, pero sin eludir, según la máxima unamuniana, la que ha de empezar por uno mismo. Se trata, como reconoce en sus reflexiones finales, de “un alegato en favor de la integridad, de la dignidad, de la humildad y de la cooperación”. Pues bueno, si esto no es ser un pensador, y además cristiano, se le parece mucho. Creo yo.