El rector de Deusto acaba de publicar 'El viaje de Javier' (Grupo Loyola) José María Guibert: "Si estamos teniendo una demanda creciente, supongo que es porque hacemos las cosas bien"
"El libro 'El viaje de Javier' nos narra cómo tomó las grandes decisiones de su vida. Era un buscador"
"Si Javier era un místico, nosotros podemos serlo también. Es su enseñanza. Gusta a los indecisos, a los débiles, a los intelectuales, a las personas sensibles, a los activistas"
"Estoy muy contento con la familia Deusto, con las personas con las que interacciono en la dirección y no solo en la dirección. Es un reto continuo que te hace pensar y deliberar continuamente sobre la mejor forma de ayudar y hacer posible el bien común"
"Ha de reconocerse que nuestro servicio educativo es también un servicio público y desinteresado, y necesitamos ser apoyados por ello"
"La principal brecha social no está entre los que van a la universidad pública o van a la privada. Está entre los que llegan a muchos niveles de educación y los que no llegan a la universidad (sea pública a privada)"
"Francisco no concluirá las reformas, pero avanzará mucho. El mundo se transforma y no podemos quedarnos en servir a mentalidades antiguas. La clave está en renovarse y avanzar en lo profundo, no en lo cosmético"
"Estoy muy contento con la familia Deusto, con las personas con las que interacciono en la dirección y no solo en la dirección. Es un reto continuo que te hace pensar y deliberar continuamente sobre la mejor forma de ayudar y hacer posible el bien común"
"Ha de reconocerse que nuestro servicio educativo es también un servicio público y desinteresado, y necesitamos ser apoyados por ello"
"La principal brecha social no está entre los que van a la universidad pública o van a la privada. Está entre los que llegan a muchos niveles de educación y los que no llegan a la universidad (sea pública a privada)"
"Francisco no concluirá las reformas, pero avanzará mucho. El mundo se transforma y no podemos quedarnos en servir a mentalidades antiguas. La clave está en renovarse y avanzar en lo profundo, no en lo cosmético"
"La principal brecha social no está entre los que van a la universidad pública o van a la privada. Está entre los que llegan a muchos niveles de educación y los que no llegan a la universidad (sea pública a privada)"
"Francisco no concluirá las reformas, pero avanzará mucho. El mundo se transforma y no podemos quedarnos en servir a mentalidades antiguas. La clave está en renovarse y avanzar en lo profundo, no en lo cosmético"
José María Guibert Ucín sj (Azpeitia, 1962) es el rector de la Universidad de Deusto, una de las universidades de mayor excelencia del mundo, aunque, para él, sigue siendo "una familia", una especie de "hub" nada fácil de gestionar, "un reto continuo" y, para la Iglesia, "un punto de encuentro muy importante con la cultura y la sociedad". Dirigirla no le impide discernir ni pararse a pensar y a escribir. De hecho, va a libro por año. Quizás por eso, reconoce: "Escribir me ayuda a aclararme" y "me da un norte para la gestión y el rol de dirección, liderazgo o gobierno".
Su último libro, 'El viaje de Javier', lo empezó a redactar porque se lo pidieron y por "ciento interés cultural por conocer a un jesuita en teoría importante". Y, al escribirlo, se topó "con un pozo sin fondo", "un buscador", un "gran místico" y un santo que encandila a casi todos. Porque, como dice el padre Guibert, "la pasión, la entrega y la alegría se irradian. La vivencia de Dios se transmite. Lees sus cartas o lees lo que decían de él y te cautiva. Su autenticidad le hace creíble, entonces y ahora".
-Hace poco publicó 'El viaje de Javier', un libro del que dicen que más que una biografía del santo es una introspección de su alma. ¿Cómo era por dentro San Francisco Javier?
-Sobre Javier tenemos bastantes testimonios escritos por coetáneos suyos. Y conservamos sus cartas. Él se empeñó en contar muchas cosas. Llamativamente, cuenta sus penas y sus alegrías muchas veces. Nos narra cómo tomó las grandes decisiones de su vida.
Era un buscador. Encontró a un Dios, digamos, “sociológico” en su familia y la cultura de su época. Se topó con un Dios, digamos, “personal”, cuando fue haciendo oraciones según el método ignaciano. Eso le hizo recapacitar, experimentar, cambiar por dentro poco a poco, tomar decisiones, ser libre y entregar su vida por lo que intuía venía de Dios, ayudando a los pobres, viviendo con compañeros jesuitas y abierto a necesidades de la Iglesia y la sociedad.
Todos somos, por dentro, un pequeño misterio. Buscamos querernos y llevarnos bien. Nos interpretamos unos a otros a base de indicios sueltos. Conocernos bien es un proceso. Es bonito porque nos une en lo profundo y, a pesar de las limitaciones, nos apreciamos y anhelamos convivir y amarnos. Hablar del “alma” de Javier es hablar de uno mismo, es decir, hablar de ti y de mí.
-Francisco Javier pasa por ser un activista (misionero) y usted, en cambio, lo presenta como un gran místico.
-No es idea original mía. Hace unos años se me quedó una afirmación del padre Adolfo Nicolás, superior general de los jesuitas de 2008 a 2016, subrayando los nombres de tres grandes místicos que la Compañía de Jesús ha dado a la historia. Destacaba a Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Teilhard de Chardin.
Me he encontrado con una cosa curiosa: es más fácil fijarse en lo exterior que en lo interior. Es más llamativo decir que viajó más de cien mil kilómetros por varios continentes, docena y media de países, en decenas de barcos de todo tipo en muchos mares, jugándose varias veces la vida, que entender cómo era su mentalidad, qué le movía, qué dudas tenía o cómo se relacionaba con los demás.
Las novelas, como ejercicio literario, atraen porque se cuenta lo interior de algunos protagonistas con los que los lectores se enganchan. Lo mismo con una gran persona como Javier: conocer su interior es la clave. Otra cosa es que sea fácil o difícil interpretar, a través de cartas y hechos, cómo era esa personalidad.
-¿El legado de Javier sigue siendo significativo para el mundo de hoy?
-Siguiendo con lo anterior, si Javier era un místico, nosotros podemos serlo también. Es su enseñanza. Tener experiencia directa de Dios es lo que propone San Ignacio en los ejercicios espirituales. Pero no se trata de tener una experiencia extraña, como si estuvieras con extraterrestres, con mucha parafernalia extraordinaria o como un evento cósmico gigante, que lo vives de modo intimísimo y nadie entiende.
Se trata, más bien, de saber leer tu interior, de escuchar lo que pasa por fuera y por dentro. Cuanto más sencillo, simple y auténtico, mejor. Y en lo que sientes, oh sorpresa, empiezas a intuir que está el amor, alivio y alegría de Dios. La fe es siempre una pregunta, una antena abierta, que te hace buscar profundidad. No es una mera disquisición mental. Requiere el contraste con los demás, en especial con los pobres. Es una experiencia, un resorte que incita a actuar, es una puerta a la entrega y la autodonación. No es algo ideologizado, de creer o no creer.
Pero no es fácil. Algunos creen que “Javier lo tuvo fácil porque tenía mucha fe”. Y ya está. Dios te da una fe gigante y a partir de ahí todo es obvio y evidente. Pero la vida no es así, la fe no es así. Javier tuvo que trabajarse esa fe. Profundizar, dudar, comprometerse, hacer apuestas. Dedicó tiempo a conocerse, conocer sus impedimentos personales, su estilo propio. Y a contrastarlo con los pobres, enfermos, presos y esclavos. Buscar cómo Dios te habla es ponerte en crisis, estar en crisis, leer esas crisis, aprender de esas crisis. La fe es un proceso de maduración. Y mejor hacerlo con el acompañamiento de alguien o de la comunidad, porque, si no, hay riesgo de ensimismarte en formas no sanas de pensar y autojustificarte.
-¿Cuál es la razón de su permanente atractivo y de que siga siendo el santo más popular de la Iglesia católica?
-Es un hombre muy seguro y decidido a veces, cosa que gusta a los indecisos. A veces es humilde, vacila y duda, y esto conquista a los débiles, o sea a todos nosotros. Busca, se hace preguntas y se cuestiona, y esto atrae a los intelectuales. Ama y se entrega a otros con generosidad, y esto encanta a las personas sensibles. Actúa, planifica e interviene en la realidad con determinación, y esto acerca a los activistas.
Quiere ayudar a todos y es muy sensible al sufrimiento ajeno y a los que sufren injusticia, y esto convence a los solidarios. Tiene fe, busca apasionadamente a Dios, muestra una tremenda confianza en él, y con esto se identifican los creyentes. Navega miles de millas para dar a conocer a Cristo, y esto cautiva a los que valoran la vida apostólica comprometida.
Podría seguir. La pasión, la entrega y la alegría se irradian. La vivencia de Dios se transmite. Lees sus cartas o lees lo que decían de él y te cautiva. Su autenticidad le hace creíble, entonces y ahora. Como se puede ver, a mí me encanta esta persona. Comencé a escribir el libro por una petición que me hicieron y por ciento interés cultural por conocer a un jesuita en teoría importante. Y me he encontrado con un pozo sin fondo. Ya he escrito tres libros sobre él.
-¿De dónde saca el tiempo para escribir libros un rector de Deusto?
-Me gusta leer, cuestionar, rumiar, conocer o profundizar en lo que veo fuera y siento en mi interior. El contacto humano profundo, lo que experimento al hablar con muchas personas, me afecta mucho y me hace pensar. Lo que leo en este mundo abierto, plural y con tantos debates me invita a argumentar y razonar mejor. Rezo más que antes de ser rector. Necesito tiempos para parar y “procesar” lo que siento ante los problemas y retos con los que me enfrento diaria y semanalmente, que son muchos. Me surgen preguntas humanas y divinas: qué sentido tiene lo que hacemos, qué buscan unos y otros, dónde está Dios en todo esto.
Como rector y jesuita me piden algunos cursos y charlas, y cada una de ellas es un reto. Detenerme a pensar es una necesidad y escribir me ayuda a aclararme. De ahí van saliendo reflexiones que veo ayudan a otros. Por eso me las publican, supongo. Nueve libros en nueve años.
No está en contradicción con la tarea de ser rector. Al revés, es una ayuda. Me centra, me estabiliza, me hace profundizar, me da un norte para la gestión y el rol de dirección, liderazgo o gobierno. No me quedo en papeles, mails, comisiones, informes, reuniones, actos, procedimientos y decisiones. Busco ir más allá y darle, con alegría, sentido a todo lo que nos toca hacer. Utilizo días de Navidad, Semana Santa, agosto y otros días sueltos para aislarme, leer, pensar y escribir. No me va mal.
-Le acaban de renovar como rector para otros tres años: ¿Señal de que ha cumplido los objetivos de los anteriores siete años del pasado cuatrienio y de confianza en usted de cara al próximo futuro?
-En un principio me nombraron, siguiendo lo señalado en los estatutos de la universidad, para cuatro años (2013-17). Se permiten dos periodos más de tres años, y me han ido renovando las dos veces, 2017-20 y 2020-23. Ciertamente es una muestra de confianza, en mí y en el equipo de dirección. Lo agradezco mucho y a la vez me hace sentirme pequeño.
En este tiempo hemos hecho dos planes estratégicos y estamos formulando el tercero. Hemos introducido mejoras en la calidad docente y atención al alumnado, nuevos grados y dobles grados. Realizamos cada vez más investigación reconocida internacionalmente en rankings y acreditaciones. Y está presente el enfoque en valores y servicio a la sociedad, propio de una universidad jesuita.
Yo estoy muy contento con la familia Deusto, con las personas con las que interacciono en la dirección y no solo en la dirección. Además, el cargo supone relacionarte con muchos agentes y entidades sociales, empresariales, culturales, eclesiales, etc. Es un reto continuo que te hace pensar y deliberar continuamente sobre la mejor forma de ayudar y hacer posible el bien común.
-¿Por qué su Universidad tiene tanta demanda, siendo privada y suponiendo, por lo tanto, un considerable coste económico?
-Deusto es un proyecto social sin ánimo de lucro. Además de los intereses de profesores y otros empleados, y de los estudiantes y de sus familias, buscamos de muchos modos crear un entorno agradable de trabajo y de estudio en el que haya valores humanistas que animen a vivir la vida de modo solidario y comprometido.
Si estamos teniendo una demanda creciente, supongo que es porque hacemos las cosas bien. Se transmite celo por ayudar a los alumnos y servir a la sociedad, muy de la tradición jesuita. A veces eso se llama excelencia o calidad. No es que seamos perfectos, claro, pero buscar mejorar continuamente nos caracteriza.
El coste económico es considerable para las familias, es cierto; pero permítame recordar que el coste económico es mayor en universidades públicas. Lo que pasa es que el esfuerzo para pagar esos estudios se reparte en la sociedad. La gratuidad como opción en los estudios superiores obedece a un modelo social correcto. Pero ha de reconocerse que lo nuestro es también un servicio público y desinteresado, y necesitamos ser apoyados por ello. Nos mueve el bien común y buscamos formas en las que la formación y el conocimiento atienda a los retos de empresas, administraciones y organizaciones sin ánimo de lucro. El trabajo en red, local e internacional, caracteriza la vida de muchos de nuestros proyectos.
Muchos estudiantes y sus familias hacen importantes esfuerzos y sacrificios para apostar por una formación que consideran la mejor para su proyecto de vida. No les resulta una opción fácil y nos llena de satisfacción ver que después se sienten agradecidos y orgullosos de su paso por la Universidad de Deusto. Ese es el perfil de nuestro alumnado y conocer sus historias es el mejor antídoto contra ideas preconcebidas.
-¿Los pobres también pueden estudiar y, de hecho, estudian en Deusto?
-Hay más de mil estudiantes con becas parciales. La Universidad aporta más de dos millones de fondos propios, el gobierno vasco otro tanto, y se llega a otro millón entre el gobierno de Madrid, algunos bancos, fundaciones e incluso algunos donantes privados. Es un esfuerzo económico muy grande. Ahora conseguimos más becas que nunca. Acabamos de poner en marcha un nuevo programa de becas, las becas Arrupe, que permitirán a 125 personas cada año estudiar sin coste en la Universidad de Deusto.
Pero no es solo cuestión de dinero, el contexto también marca. La principal brecha social no está entre los que van a la universidad pública o van a la privada. Está entre los que llegan a muchos niveles de educación y los que no llegan a la universidad (sea pública a privada). Los pobres, para llegar a la universidad, pública o privada, necesitan más acompañamiento, más apoyo y otros medios, comparados con las personas y familias más instaladas. La Universidad de Deusto está comprometida con esa realidad a través de multitud proyectos de formación, investigación y transferencia que ponen a los más débiles en el centro.
-¿Deusto es ya más que una Universidad, especialmente en el País Vasco?
-Una universidad es de las entidades más complejas que hay para ser dirigida. Tiene el riesgo de ser una mole ingobernable y hay que darle un norte y gestionarla desde una estrategia. Deusto somos una pequeña ciudad con dos campus y dos sedes. Tenemos estudiantes de todas las provincias de España y de decenas de países. Hay asignaturas online que se siguen desde Asia y América, además de Europa y África, y que por ello han de impartirse el mediodía. En un recuento reciente de entidades internacionales con las que colaboramos en investigación, salían más de ochocientas instituciones y grupos.
Para una ciudad, una universidad como la nuestra es un “hub”, es decir, un centro o un nodo muy relevante. Está al servicio de la sociedad y tiene fines públicos. Mueve mucho capital humano y fomenta empleo de calidad. Para la Iglesia somos un punto de encuentro muy importante con la cultura y la sociedad.
En el País Vasco hemos formado decenas de miles de personas. En el modelo formativo buscamos el desarrollo de la persona entera, no solo lo intelectual. En muchas áreas científicas, profesionales y sociales, somos un referente de innovación, de debate y de progreso. Hemos trabajado por la paz, la convivencia y la reconciliación. Buscamos debatir las cuestiones de valores, de sentido y del bien común desde muchos acercamientos.
-¿Cree que el Papa Francisco tendrá tiempo de concluir sus reformas de la Iglesia?
-Concluir no, pero avanzar mucho sí. Hay un dicho histórico que dice que la Iglesia ha de estar siempre en proceso de reforma (“Ecclesia semper reformanda est”). Para la Iglesia cambio e innovación significa escuchar a los signos de los tiempos para adaptarse a la realidad. Y esto realizado desde la fidelidad a las raíces y a la historia. El mundo se transforma y no podemos quedarnos en servir a mentalidades antiguas. Dios habla a través de los cambios.
La clave está en renovarse y avanzar en lo profundo, no en lo cosmético. Este papa transmite experiencia de fe, compromiso, alegría, autenticidad, lucha contra la injusticia y pasión por los pobres. Para ello quiere ir retocando algo las estructuras y la teología. Más importante que los logros concretos es la dirección a la que se apunta. Cuando el sabio señala la luna, el necio se queda contemplando el dedo. Hay que saber mirar.