El cardenal presenta el IV Encuentro de Pastoral Educativa de la CIEC José Luis Lacunza: "Todos hermanos, desde la escuela o el colegio"
"La Fratelli tutti, en palabras del propio Francisco, es una propuesta de una forma de vida con sabor a Evangelio que consiste en amar al otro como hermano, es un llamado a construir una fraternidad abierta (FT 1), a reconocer y amar a cada persona con un amor sin fronteras"
“Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos"
Éste será el IV Encuentro de Pastoral Educativa
Éste será el IV Encuentro de Pastoral Educativa
| Cardenal José Luis Lacunza
El Papa Francisco inicia la Fratelli tutti con un diagnóstico sobre las Las sombras de un mundo cerrado para abrirnos los ojos sobre la realidad en la que vivimos, casi sin darnos cuenta, y que la pandemia del Covid-19 ha hecho saltar a primer plano.
Vamos a tratar de analizar cómo algunas de esas sombras se dan también en los ámbitos educativos y, por lo tanto, se van haciendo endémicos en los hombres y mujeres del mañana. No haremos el análisis de todas las sombras para mantenernos dentro de los límites horarios establecidos, pero les recomiendo su lectura.
Vale la pena recordar que la Fratelli tutti, en palabras del propio Francisco, es una propuesta de una forma de vida con sabor a Evangelio que consiste en amar al otro como hermano, es un llamado a construir una fraternidad abierta (FT 1), a reconocer y amar a cada persona con un amor sin fronteras, que va al encuentro y es capaz de superar toda distancia y tentación de disputas, imposiciones y sometimientos (FT 3). No es un resumen de la doctrina sobre el amor fraterno, sino una insistencia en su dimensión universal y frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a otros. Fratelli tutti es una invitación a reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad universal y amistad social (FT 6), de tal manera que podamos hacer surgir entre todos un deseo mundial de hermandad (FT 8).
- 1) La primera “sombra” es la colonización cultural: se dan nuevas formas de colonización cultural que enajenan las tradiciones de los pueblos y les arrebata el alma, su fisonomía espiritual y su consistencia moral (FT 14). No digo que nuestros colegios sean depredadores culturales, pero me pregunto ¿hacemos todo lo posible para fomentar la cultura de nuestros pueblos? ¿Dónde queda la apelación que hacía Aparecida: “Ante esta situación, fortaleciendo la estrecha colaboración con los padres de familia y pensando en una educación de calidad a la que tienen derecho, sin distinción, todos los alumnos y alumnas de nuestros pueblos, es necesario insistir en el auténtico fin de toda escuela. Ella está llamada a transformarse, ante todo, en lugar privilegiado de formación y promoción integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura, cosa que logra mediante un encuentro vivo y vital con el patrimonio cultural. Esto supone que tal encuentro se realice en la escuela en forma de elaboración, es decir, confrontando e insertando los valores perennes en el contexto actual. En realidad, la cultura, para ser educativa, debe insertarse en los problemas del tiempo en el que se desarrolla la vida del joven. De esta manera, las distintas disciplinas han de presentar no sólo un saber por adquirir, sino también valores por asimilar y verdades por descubrir.”? (DA 329). No sólo saberes, también valores y verdades, dice Aparecida: ¿cuándo, nuestros centros educativos dejarán de ser pensados en función meramente instructiva para dar prioridad a la formativa? ¿cuándo los padres de familia elegirán para sus hijos los centros pensando en sus hijos e hijas como personas formadas integralmente?
- 2) No cabe duda de que en nuestro mundo prevalece una cultura del descarte, sacando de circulación a los sacrificables, a los no útiles o ya no productivos (FT 18). Siguen vigentes la desigualdad de derechos (FT 22) y las nuevas formas de esclavitud (FT 24). Todos los que hemos pasado por instituciones educativas, somos muy conscientes de cómo, en virtud de la excelencia, sea académica, sea conductual, sea deportiva, sea económica, esas instituciones se constituyen en ghetos o en clubes exclusivos donde hay poca o nula posibilidad de reinserción. Vuelvo a Aparecida: “La Iglesia está llamada a promover en sus escuelas una educación centrada en la persona humana que es capaz de vivir en la comunidad, aportando lo suyo para su bien. Ante el hecho de que muchos se encuentran excluidos, la Iglesia deberá impulsar una educación de calidad para todos, formal y no formal, especialmente para los más pobres. Educación que ofrezca a los niños, a los jóvenes y a los adultos el encuentro con los valores culturales del propio país, descubriendo o integrando en ellos la dimensión religiosa y trascendente. Para ello, necesitamos una pastoral de la educación dinámica y que acompañe los procesos educativos, que sea voz que legitime y salvaguarde la libertad de educación ante el Estado y el derecho a una educación de calidad de los más desposeídos.” (DA 334). Sé, porque lo he vivido y lo vivo, que muchos problemas de los centros educativos católicos tienen su origen en la nula o escasa financiación del Estado, lo cual hace que no estén al alcance de los menos capaces económicamente y, por lo tanto, se conviertan en elitistas. Si la educación de calidad no está al alcance de todos, no democracia ni libertad que valgan.
- 3) Hay un deterioro de la ética y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad, creciendo la sensación de frustración, soledad y desesperación (FT 29). Somos víctimas del engaño de creernos todopoderosos y de olvidar que estamos en la misma barca y nos ronda la tentación del aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses (FT 30). Seguimos escuchando a Aparecida: “Por lo tanto, la meta que la escuela católica se propone, respecto de los niños y jóvenes, es la de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, Hijo del Padre, hermano y amigo, Maestro y Pastor misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y, así, a la vivencia de la alianza con Dios y con los hombres. Lo hace, colaborando en la construcción de la personalidad de los alumnos, teniendo a Cristo como referencia en el plano de la mentalidad y de la vida. Tal referencia, al hacerse progresivamente explícita e interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida como Él lo hace, a elegir y amar como Él, a cultivar la esperanza como Él nos enseña, y a vivir en Él la comunión con el Padre y el Espíritu Santo” (DA 336). Creo que uno de los puntos básicos de un centro educativo, es la formación en comunidad y en responsabilidad. Por eso me gusta más hablar de “colegios” que de “escuelas”, porque el primero hace énfasis en la dimensión comunitaria y el segundo en la académica. El colegio debe ser un espacio en el que el niño y el joven aprenden a interactuar y a asumir responsabilidades en función de los demás, incluso en cosas que pueden parecer tan simples somo preocuparse de un compañero o compañera enfermos, integrar a los que se incorporan de otros colegios, abrir espacio en los juegos o equipos deportivos, ayudar a ponerse al día a los rezagados…
- 4) No hay duda de que tenemos más medios y facilidades para comunicarnos, hasta que casi deja de existir el derecho a la intimidad; el respeto al otro se hace pedazos; se nos permite ignorar, mantenernos lejos e invadir su vida sin pudor; “Todo se convierte en una especie de espectáculo que puede ser espiado, vigilado, y la vida se expone a un control constante” (FT 42), surgen movimientos digitales de odio y destrucción (FT 43), se vive la agresividad sin pudor (FT 44) y proliferan la mentira y la manipulación, los fake news; los fanatismos destructivos son protagonizados incluso por personas religiosas y medios católicos (FT 46). Me atrevo a decir que el ámbito colegial ha sido y es muy propicio para el bullying, para el maltrato o exibición sicológicos, cuando no físicos, para los chismes y los comentarios mordaces.
- 5) Ahora bien, un amor verdaderamente universal, abierto a todos, supone como trasfondo una convicción básica de todo humanismo: el valor inmenso, inalienable e inviolable de toda persona humana, la dignidad de cada ser humano que nadie tiene derecho a ignorar o a dañar. Y que esta es una de las grandes claves de la Encíclica queda claro cuando Francisco dice que el hecho de que alguien sea poco eficiente, o haya crecido con limitaciones, “no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad” (FT 107). Y así hablaba Aparecida: “La cultura actual tiende a proponer estilos de ser y de vivir contrarios a la naturaleza y dignidad del ser humano. El impacto dominante de los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero se han transformado, por encima del valor de la persona, en la norma máxima de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social. Ante esta realidad, anunciamos, una vez más, el valor supremo de cada hombre y de cada mujer. El Creador, en efecto, al poner todo lo creado al servicio del ser humano, manifiesta la dignidad de la persona humana e invita a respetarla (cf. Gn 1, 26-30).” (DA 387)
- 6) Finalmente, junto con el anterior principio, y como otra cara de la misma verdad, aparece la cuestión de una adecuada comprensión de la propiedad privada, subordinada y sometida al principio superior del destino común de los bienes: “El mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad” (FT 118). Cita a san Juan Pablo II que dice: “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno” (CA 31). Y remarca Francisco que a este principio del uso común de los bienes se someten “todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro” (FT 120). Aquí podemos reflexionar si nuestros colegios, de los que salen la gran mayoría de los dirigentes políticos, sociales, económicos y culturales, salen imbuidos y marcados por esos principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia, con la capacidad técnica y ética para transformar el mundo en el que se insertarán.
“Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana” (FT 87). Y no sería ninguna utopía asumir como reto de la educación el sueño que propone Francisco: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos"