Comunión no es sinónimo de obediencia

No soy obispo, ni religioso, así que la cuestión no debería ser de mi incumbencia. Pero cuando se plantea la fe en términos de obediencia en lugar de hacerlo como un gesto de libertad, de vida, de alegría, de presencia profética, y cuando se exige "adhesión de mente y corazón" (¿se puede exigir adhesiones al corazón?) a cualquier decisión del ordinario del lugar -como, por otra parte, ya se hace, desde hace tiempo, con teólogos y con el pueblo "llano"-, lo único responsable es ejercer la libertad de decir: es intolerable.
Nuestros obispos deberían tener más en cuenta que la obediencia ciega, la sumisión, es una forma más de esclavitud. Y que Cristo vino a liberar a los oprimidos. Y también harían bien en tratar de discernir cuál es su verdadera función: la de ser pastores que guían el camino de un pueblo hacia el Evangelio y el Reino, y no la de los esquiladores, o desolladores, o carniceros. Las ovejas, por fortuna, estamos más en otros caminos. Que no son precisamente los que se plantean -para los religiosos, en esta ocasión, aunque extensibles a la realidad que lamentablemente se vive hoy en nuestra Iglesia- en el mensaje de Jesús.
Ni en las palabras de Francisco, religioso por más señas, y que no se cansa de repetir que hay que encontrar la felicidad de buscar la alegría de la fe, con libertad. "Mejor pedir perdón que pedir permiso". Ojalá nuestros obispos pidieran alguna vez perdón. Aunque sólo fuera por no advertir que ha cambiado la dirección del viento.