La Iglesia bautizará a Javier
Porque, y esto hay que dejarlo bien claro, una cosa es que la Iglesia no comulgue con la selección de embriones gracias a la cual nació Javier, y otra muy distinta que el recién nacido sea culpable de posibles "delitos" canónicos. Una cosa es que el portavoz episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, salga diciendo que dichas técnicas matan a miles de "hermanos" de Javier y Andrés, y otra, afortunadamente bien diferente, que la Iglesia, como madre que es, no acoja en su seno a todos aquellos que quieren seguir el mensaje de Cristo.
"La única condición, en este caso y en todos -apuntaban desde el Obispado dirigido por ese gran prelado que es Antonio Ceballos, quien por cierto acaba de publicar una carta oponiéndose frontalmente al aborto y en clara defensa de la vida, así que nadie le busque tres pies al gato-, es que los padres se comprometan a ofrecerle una educación cristiana". En otro lugar de la balanza, algunos podrían incluir la posible excomunión "latae saententiae" para los padres, algo que en ningún caso se formularía en público, y sobre la que hay muchísimas dudas. Aún así, no habría problemas, pues quien recibirá el sacramento será el pequeño Javier.
En todo caso, se trata de una cuestión que habría de dilucidar el sacerdote encargado de oficiar el sacramento. Que, ya les adelanto, no pondrá ninguna pega. De hecho, el párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Palma, en Algeciras, donde presumiblemente podría bautizarse Javier -aunque la familia baraja la posibilidad de que reciba el sacramento en Sevilla, donde nació Javier, se curó Andrés, y donde vive la madrina-, afirmó ayer a Público no tener ningún problema a la hora de bautizar a cualquier niño que cumpla con los requisitos.
"Ess algo muy personal, yo no conozco a la familia; si ellos no me lo dicen, yo no voy a investigar cómo ha sido gestado; pero, en cualquier caso, actuaría de forma común, con el mismo criterio que con todos los niños", afirmó el sacerdote, con buen criterio. Y, por cierto, siguiendo escrupulosamente el deber evangélico de la misericordia y la acogida. "Venid a mí, que yo os aliviaré".
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