Silencio. Pero en la Roma milenaria, acabarán hablando hasta las piedras...

El cardenal Sodano ha impuesto silencio a los cardenales. Tanto, que este mediodía ninguno ha querido decir nada a la salida de las congregaciones generales. A lo sumo: "No me está permitido hablar". Casi con miedo a pronunciar esas palabras a la salida del precónclave. Sólo Bergoglio se atrevió a rogar, en exclusiva para RD, que rezáramos por nosotros. Los cardenales lo necesitan. Pero no en mitad del silencio. Es una auténtico error.

La historia más reciente de la institución nos ha demostrado cómo ha sido precisamente el silencio y la ocultación los que han llevado a la crisis de los papeles robados, de la pederastia, del Vatileaks y al desprestigio de la institución a nivel global. No se puede regenerar la Iglesia sobre la base del silencio y la oscuridad.

La situación ha llegado a tal punto que los periodistas acreditados ante la Santa Sede han volcado toda una batería de preguntas a las que el portavoz, Federico Lombardi, no ha sabido contestar. No es su responsabilidad, lamentablemente. Pero la imagen que se puede estar dando no es la mejor. La prohibición ha salido del Aula Pablo VI, y los cardenales estadounidenses han cancelado el breafing de esta tarde.

Porque una cosa es que los cardenales necesiten tiempo, tranquilidad y reposo para elegir al mejor candidato -para escuchar, más bien, el soplo del Espíritu-, y otra muy distinta, y me atrevería a decir que contraria al espíritu del Evangelio, que para conseguirlo nieguen la posibilidad al conjunto de fieles -más de 1.200 millones en el mundo, que se supone esperan esta decisión tanto como ellos, y que son tan responsables de construir la Iglesia del futuro como ellos- de conocer qué está pasando y por qué.

Y, para colmo (esto es casualidad), en la Sala Stampa se fue la conexión a Internet. Menos mal que algunos ya somos zorros viejos y tenemos trucos...

En una ciudad milenaria como Roma, no obstante, acabarán hablando hasta las piedras...
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