¿Y tú? ¿Te atreves a resucitar?
A resucitar, no a cantar una noche y sentirse bien con los tuyos, con los que creen lo mismo que tú, con aquellos que no te van a discutir sobre la veracidad histórica de la Resurrección, el poder de la Iglesia o las lluvias que ajan las procesiones de Semana Santa. A resucitar de verdad. A volver a la vida. A esa vida donde sufren, aman, rezan, lloran, muerten millones de personas cada día. A esa vida donde seguimos matando a Jesús.
Él ya ha vencido a la Muerte, y por eso continúa llegando al fondo de nuestro oscuro corazón, y le insufla vida, esperanza, alegría... y compromiso. Porque Cristo ha vuelto a la vida, y nosotros tenemos la obligación de dar, de ofrecer vida a esos Cristos que vemos a diario, crucificados por la crisis, la injusticia, el desamor, el orgullo, la apatía, las manos cerradas.
Cristo de las manos vacías, de las llagas abiertas, del corazón pleno, ha resucitado. Tú, yo, cada uno de los que componemos esta comunidad de seguidores del que volvió a la vida para darnos más vida, ¿podemos hacerlo? ¡Debemos intentarlo! Hemos sido testigos, ahora nos toca ser profetas, nos toca ser arquitectos, albañiles. Nos toca ser Evangelio.
Que la fiesta de la Resurrección no se quede en la liturgia del fuego, del agua, de la palabra. Que vaya más allá de las gargantas llenas de gozo, del Hoy el Señor Resucitó y de la Muerte nos Salvó. Porque no está todo hecho: porque Él necesita de mis manos, de tus manos, de sus manos. Porque hay un mundo que reconstruir detrás de cada hermano que, pese a que Jesús resucite, sigue llorando, sufriendo, rezando, amando, muriendo. Porque Cristo nace, muere y resucita cada día en cada hombre y mujer de la Tierra, en cada abrazo que damos, y en los que dejamos de dar. En cada palabra, en cada gesto, en cada silencio. Cristo ha resucitado. ¿Y tú?