La renuncia del Papa y el periodismo
Benedicto XVI ha hecho un magnífico ejercicio de conciencia. La conciencia, que va mucho más allá de cualquier dogma, y la aceptación de que no quedan fuerzas, físicas y espirituales, para continuar llevando a cabo "adecuadamente" la misión para la que, hace ocho años, fue convocado.
Tuve la inmensa suerte de poder cubrir el anterior cónclave, y haré lo propio en éste. Dos "máster" de Periodismo, que muchos deberían intentar hacer. En lugar de eso, algunos se dedican a mentir, a criticar y a ocultar sistemáticamente cualquier información que no les interesa. Llegan incluso, a "esconder" al ministro vaticano de información. "Por el mayor bien de la Iglesia". La teoría de la ocultación, del falso proteccionismo, es lo que ha llevado a nuestra Iglesia a sufrir el mayor descrédito de su larga historia. Se ocultaron miles de casos de abusos sexuales, se cambió a sacerdotes abusadores de sitio en lugar de denunciar, se perseguía a los denunciantes hasta el acoso. Con la renuncia de Benedicto XVI, se está haciendo lo propio.
Evidentemente, Benedicto XVI no renuncia únicamente porque se sienta mayor. Hay, detrás, numerosas razones, que en estos días hemos ido conociendo. Y que la Santa Sede, de una u otra forma, ha ido reconociendo. El propio Papa ha ido dando, desde su renuncia, numerosos testimonios criticando a los que buscan el poder y el aplauso, a quienes no quieren cambiar las cosas.
Hemos informado -en RD y en medios profesionales de todo el mundo- de tensiones en la Curia, que se han demostrado ciertas. Hemos informado de problemas de transparencia en las finanzas vaticanas, y el Papa, antes de irse, ha cambiado a la cúpula del Banco Vaticano. Hemos informado hasta la saciedad de la crisis de los abusos sexuales, y el propio Papa pasará a la historia como el hombre que quiso atajar esta lacra dentro de la Iglesia. Hemos informado de los retos de la Iglesia del futuro, y cada vez son más los movimientos -y los cardenales electores- que hacen declaraciones acerca del celibato, el sacerdocio de la mujer o la colegialidad.
Hemos informado -en algunos casos, con primicias mundiales- sobre los cambios en el Cónclave, los papables, las luchas intestinas, los secretos que se esconden tras los papeles del Vatileaks y la investigación cardenalicia. Siempre que a los profesionales del periodismo -no hablo ni de los sensacionalistas ni de los apologetas- nos han acusado de mentir, siempre, al final la verdad ha acabado saliendo. También lo hará ahora. Siempre lo hace, porque la Verdad es lo único que nos hace libres. Uno puede llegar a equivocarse -hasta la fecha, en estas semanas, no se ha dado el caso-, pero jamás dejar de buscar la verdad.
No suelo contestar a comentaristas ni insultadores profesionales. Creo en la libertad de todo el mundo para decir lo que quiera. Habría que reflexionar cuando se cae en el insulto, pero ese tema lo dejo a la conciencia de cada uno. La conciencia, esa gran delimitadora de la relidad y de la fe. Esto no es una respuesta, aunque asumo que muchos de estos apologetas encontrarán en este texto posibilidades para seguir sembrando sus miserias. Pero también tengo derecho a que el cuerpo me pida escribir lo siguiente.
En algún reciente comentario, alguien -después de condenarme al Infierno- me instaba a recordar la parábola de los talentos. Lo hacemos constantemente, pero aquí va otra vez. El Señor sólo castiga a aquél que los escondió en la tierra y no trató de darles fruto. La vida, y el Periodismo, es riesgo, y también responsabilidad. En ningún caso miedo ni mentiras.
Muchos se empeñan en los últimos días en sembrar cizaña y tergiversar la realidad. Algunos ni siquiera saben leer, o lo hacen en diagonal, pero ésa es otra historia. Sus acusaciones, simplemente, dan lástima. Sí duelen las conclusiones de algunos que, siendo periodistas, toman el rábano por las hojas y acusan a compañeros de mentir, sin pararse a leer siquiera sus propios textos. No entraremos en ello.
Nos dedicaremos a hacer lo que sabemos, para lo que tenemos vocación -casi "sagrada", me atrevería a decir-. A informar, y a permitir que los ciudadanos, que nuestros lectores, puedan conocer la realidad. Toda la realidad. Y también a permitirnos analizarla. No es serio que el único análisis que algunos hagan de la renuncia papal es: "El papa ha renunciado. Punto". Curiosamente, los mismos que, en lo que no toca a la Iglesia, corren a bastonazos al primero al que se acusa de algo. Sea la Casa Real, la Política o el Periodismo. Nosotros seguiremos haciendo Periodismo. Otros, que hagan lo que quieran. Y la realidad colocará a cada uno en su sitio. De hecho, no deja de hacerlo.