¿De verdad puede extrañarle a alguien?

Marcial Maciel fue, durante muchos años, uno de los personajes más relevantes de la Iglesia católica. Y uno de los más influyentes en la Curia romana. Por eso, las revelaciones del National Catholic Reporter no deben sorprender a nadie. Ni resultar escandalosas, cuanto más si dichas denuncias sirven para "salvar" la imagen tanto de Juan Pablo II como de su sucesor, Benedicto XVI. El que fuera denominado por Wojtyla "apóstol de la juventud" era un depravado y un abusador. Ya se puede decir sin temor a que nadie te amenace o te acuse de querer acabar con la Iglesia. Ahora sabemos que muchos altos responsables de la Curia -entre ellos, el anterior secretario de Estado, Angelo Sodano (que "curiosamente" esta semana ha roto, por dos veces, su silencio), el cardenal español Eduardo Martínez Somalo o el secretario personal de Juan Pablo II, Stanislao Dziwisz- recibieron regalos -"sobornos", dice el National Catholic Reporter- con el fin de "comprar el apoyo para su congregación y la defensa para sí mismo en el caso de que su reprobable conducta fuese descubierta". Y nadie se extraña.

Tenemos ahora, todos los que nos sentimos, y somos, Iglesia, una gran oportunidad de tomar medidas y sacar a la luz todo lo reprobable que existe en lo tocante a abusos sexuales en nuestra Iglesia. Nos jugamos la credibilidad. Está bien apoyar al Papa, que ya ha dado un gran primer paso con su carta a los católicos irlandeses. Es necesario hacerlo. Pero hay que ir más allá. Lamentablemente, ya nadie se extraña de que Maciel, y otros, abusaran y escondieran esos abusos. Lo más triste es que cada vez son menos los que ven raro que nuestro Episcopado permanezca callado. Un silencio que, si no culpable, sí se antoja asquerosamente cómplice.

No han sido pocos los obispos que en las últimas semanas me han echado en cara las denuncias de abusos y silencios que hemos publicado, con la excusa de que "la Iglesia, como madre, también protege a sus hijos". ¿Quiénes son los hijos de la Iglesia, la minoría de curas que abusaron, el engranaje que consintió y silencio... o los niños y niñas abusados, sus familias y la comunidad de creyentes?, les respondo. Y la mayoría calla, y asiente, y te acaba dando la razón a su manera... ¿De verdad puede extrañarle a alguien la irritación de muchos católicos ante la actitud de muchos de sus pastores? Ojalá no pasemos de la extrañeza a la indiferencia. Ojalá eso no pase. Que ya está pasando, ojo.

baronrampante@hotmail.es
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