¿De verdad puede extrañarle a alguien?
Tenemos ahora, todos los que nos sentimos, y somos, Iglesia, una gran oportunidad de tomar medidas y sacar a la luz todo lo reprobable que existe en lo tocante a abusos sexuales en nuestra Iglesia. Nos jugamos la credibilidad. Está bien apoyar al Papa, que ya ha dado un gran primer paso con su carta a los católicos irlandeses. Es necesario hacerlo. Pero hay que ir más allá. Lamentablemente, ya nadie se extraña de que Maciel, y otros, abusaran y escondieran esos abusos. Lo más triste es que cada vez son menos los que ven raro que nuestro Episcopado permanezca callado. Un silencio que, si no culpable, sí se antoja asquerosamente cómplice.
No han sido pocos los obispos que en las últimas semanas me han echado en cara las denuncias de abusos y silencios que hemos publicado, con la excusa de que "la Iglesia, como madre, también protege a sus hijos". ¿Quiénes son los hijos de la Iglesia, la minoría de curas que abusaron, el engranaje que consintió y silencio... o los niños y niñas abusados, sus familias y la comunidad de creyentes?, les respondo. Y la mayoría calla, y asiente, y te acaba dando la razón a su manera... ¿De verdad puede extrañarle a alguien la irritación de muchos católicos ante la actitud de muchos de sus pastores? Ojalá no pasemos de la extrañeza a la indiferencia. Ojalá eso no pase. Que ya está pasando, ojo.
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