595- Aproximación científica al Antiguo Testamento: una nueva visión de la historia de Israel (y II)

Reflexiones de un geólogo, interesado en temas bíblicos, a propósito de la lectura de los libros siguientes:

Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, 2003 "la Biblia desenterrada".
Editorial siglo XXI España, grupo Akal. ISBN: 978-84-323-1184-0

Jonathan Kirsch, 2002. "David. La verdadera historia del rey de Israel". Ediciones Javier Vergara. ISBN: 978-95-015-2189-4

Javier Alonso, 2002. "Salomón: entre la realidad y el mito". Editorial Oberon, Madrid. ISBN: 84-667-1405-7

Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, 2007. "David y Salomón: En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental". Editorial siglo XXI España, grupo Akal. ISBN: 978-84-323-1296-0

Hoy escribe Juan Antonio Morales


Otro grupo de pruebas gira alrededor del relato de la conquista de Canaán tras la llegada a la “tierra prometida”. El Deuteronomio describe cómo alrededor de 1200 a.C. un ejército de desarrapados sin experiencia militar alguna conquista ciudades bien defendidas por un organizado y bien pertrechado ejército cananeo.

Una vez más, las primeras prospecciones arqueológicas realizadas en las supuestas ciudades conquistadas dieron muestra de que las mismas habían sido conquistadas, quemadas y saqueadas. Estos primeros resultados sirvieron a los defensores de la literalidad bíblica para reforzar sus argumentos. Sin embargo, la cronología de estas invasiones dio como resultado que las mismas ocurrieron un siglo después de lo narrado en la Biblia y durante un intervalo muy prolongado. Nuevamente las pruebas de detalle contradecían la cronología bíblica. De hecho, durante el periodo cronológico indicado por el relato bíblico, las ciudades que se citan se encontraban bajo dominio egipcio (no cananeo) y su fuerte militarización ni siquiera hacía necesaria su fortificación, por lo que las mismas no estaban amuralladas tal como indica el relato. Todo indica que la conquista y saqueo de estas ciudades fue llevada a cabo por los “pueblos del mar” para expulsar precisamente a los egipcios.


Nuevamente, las pruebas llevan a pensar que lo narrado corresponde con la manipulación de un relato primario que bien podría estar inspirado en las conquistas de esas mismas ciudades por los pueblos del mar. En el siglo VII a.C. cuando se escribió el relato, esas ciudades se encontraban bajo control asirio. Quizá el relato intentaba legitimar la reconquista que Josías pretendía.

Los reyes míticos

Es curioso al leer los hechos de los reyes de Israel que relatan las Crónicas y los Libros de los Reyes, cómo cada uno de ellos es catalogado como buen o mal monarca de acuerdo con si “hizo lo bueno a los ojos de Yahvé” o hizo justo lo contrario. Evidentemente, Dios premiaba o castigaba a estos reyes con el éxito o el fracaso en las misiones que estos se planteaban o con reinados cortos o largos según su comportamiento. De forma general, la Biblia se esfuerza en demostrar que el pueblo de Israel mantiene un pacto con Dios desde los tiempos de Moisés y sin embargo, todo lo que se narra en Crónicas y Reyes nos lleva a pensar justo lo contrario si uno sabe leer entre líneas.

Cada uno de los reyes contrae matrimonio, a veces con mujeres piadosas, pero la mayor parte de las veces con esposas que profesaban otras creencias. A veces estas mujeres procedían de reinos limítrofes, pero otras, eran hijas de la propia tierra. Este contexto nos hace ver dos cuestiones contrarias a las pretensiones de la Biblia de que el culto a Yahvé era único y unánimemente practicado en el territorio dominado por Judá e Israel: la primera es que, a pesar de las prohibiciones de la religión del Dios único, los matrimonios entre personas de diferentes creencias religiosas no eran poco comunes; la segunda es que el culto a Yahvé ni era único ni estaba tan extendido en el territorio cananeo. Por una vez, las pruebas arqueológicas coinciden con la información que la Biblia nos da entre líneas, ya que se han encontrado repartidos por el territorio de Israel numerosos asentamientos dedicados a la realización de cultos paganos. Por otra parte, sirva como ejemplo, la construcción de un templo a Baal en pleno corazón de la capital de Acab, que no hubiera tenido lugar si la única persona que rindiera ese culto hubiera sido su esposa.

Otra cuestión relacionada con el buen o mal reinado de cada uno de los reyes es que las pruebas arqueológicas discuten ampliamente el criterio usado por los profetas bíblicos. Concretamente, no hay ni uno solo rey de la dinastía Omrí que según la Biblia hiciera lo correcto a los ojos de Yahvé, no obstante, durante este periodo el reino se recompone de una profunda crisis, desarrolla urbanísticamente su capital en Samaría, establece relaciones ventajosas con sus vecinos y sabe librarse del acoso asirio. No se diría que fueran tan malos monarcas, de no ser porque, al parecer, no rindieron el culto adecuado a Yahvé.

Al margen de la amplia discusión sobre los cambios territoriales, fases del dominio de Israel o Judá, abandono o resurgimiento de amplias regiones geográficas de acuerdo con las condiciones políticas favorables o desfavorables que Silberman y Finkelstein realizan en el capítulo central de “la Biblia desenterrada”, quizá la discusión más interesante es la que este libro realiza sobre los reyes David y Salomón. Esta discusión es posteriormente ampliada en un libro más reciente de los mismos autores, “David y Salomón: En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental”. Esta segunda aportación viene a complementar la visión que habían dado 5 años antes sobre estos reyes Jonathan Kirsch y Javier Alonso en sus respectivos libros "David. La verdadera historia del rey de Israel" y "Salomón: entre la realidad y el mito".

La primera disquisición que se aborda en todos estos trabajos es la existencia o no de estos reyes míticos. Al parecer, las tendencias científicas de finales de los años 90 ponían seriamente en cuestión la realidad histórica de la dinastía davídica. Para estos autores, existía una clara manipulación de los autores del texto bíblico que intentaban demostrar la unidad de los reinos de Israel y Judá desde épocas remotas a fin de legitimar la reunificación pretendida por Josías en el siglo VII a.C. En este caso los datos arqueológicos vinieron a quitar la razón a estos autores cuando apareció la estela de Tell-Dan. El texto tallado en esta estela aramea datada en la segunda mitad del siglo IX a.C. describe la derrota y muerte de los monarcas de dos reinos hebreos a manos de Jazael de Damasco, haciendo constar claramente que estos reyes pertenecían a la “Casa de David”. Es evidente que esta pieza arqueológica aporta un testimonio fiable como fuente extra-bíblica, tanto más cuando el testimonio proviene incluso de fuera del territorio hebreo.

En cuanto al Rey David, lo Salmos, las Crónicas y los libros de los Reyes relatan innumerables detalles de su vida. En lo que se centra Jonathan Kirsch es en la personalidad del rey si fuese cierto lo que la propia Biblia cuenta. Según los textos bíblicos David no sólo no tuvo ninguna clase de piedad al conquistar a los reinos vecinos masacrando a sus habitantes civiles, sino que a fin de satisfacer a Mical, su primera esposa, asesinó a doscientos filisteos para cortarles el prepucio. Una vez casado con ésta, le fue infiel sin reparo alguno, hasta tal punto que para conseguir a Betsabé envió a su marido a una muerte segura en primera línea de combate contra los filisteos. Incluso le fue infiel con hombres, ya que su amor por Jonatán deja de manifiesto su condición de bisexual. Lo más llamativo es que, a pesar de todo esto, Dios lo perdona y claramente favorece sus intereses. Para Kirsch es el caso más claro de doble moral de toda la Biblia.

Aparte de los rasgos de personalidad destacados por Kirsch, la aportación de Finkelstein y Silberman está en consonancia con el resto de sus aportaciones. Aceptando que la figura de David corresponde con un personaje histórico real, ponen de manifiesto que el contexto histórico del mismo fue muy diferente al narrado por la Biblia, dado que el escrito bíblico fue realizado varios siglos después de la realidad histórica que narra. Los datos arqueológicos ponen de manifiesto que el reino de David fue realmente un pequeño reino de pastores sin grandes palacios ni murallas, que su influencia política fue realmente muy limitada y que sus grandes conquistas fueron realmente incursiones de rapiña.

Por otra parte, Salomón aparece como un gran constructor que lleva a cabo impresionantes obras entre las cuales se encuentra el primer templo de Jerusalén. De acuerdo con los datos arqueológicos destaca la total ausencia de datos que verifiquen una posible existencia de sus edificios. De hecho, ya el propio relato bíblico no cuadra con la descripción del tipo de edificio esperable en la época en que Salomón vivió, sino que hace pensar en un estilo babilónico en lo que respecta a los patios del templo o en un estilo persa al referirse al palacio.

Lo que no es de extrañar es que las primeras excavaciones realizadas en las ciudades en las que supuestamente Salomón ejecutó sus edificaciones, los restos de las mismas fueran identificadas. Es evidente que aquellos que hicieron estas excavaciones (Bright, Ben-Tor y Dever) pertenecían al grupo de los que intentaban demostrar la literalidad de la Biblia. Así, en las construcciones en Gezer, Azor y Meggido aparecieron unas puertas muy características (llamadas puertas en "doble E") que fueron rápidamente identificadas como puertas salomónicas. Posteriormente, al aparecer la Arqueología sistemática, Garbini, Filkenstein o Liverani demostraron que estas puertas fueron construidas durante la dinastía Omrita, bastante más tarde del reinado de Salomón. Algo similar ocurrió con las llamadas "cuadras salomónicas" que aparecieron en las excavaciones de Meggido. A pesar de haber sido atribuidas a Salomón, pruebas posteriores demostraron que habían sido construidas entre los siglos X al VIII.

Otro aspecto que genera controversia respecto a Salomón es el comercio marítimo narrado en el Libro de los Reyes, en el que junto con Hiram de Tiro, fleta embarcaciones para comerciar con artículos de lujo. Respecto a este aspecto, Finkelstein y Silbrman destacan que no hay resto arqueológico alguno en Palestina que de testimonio de este posible comercio ultramarino que sí está demostrado en el caso de las ciudades de Tiro y Sidón.

Como resumen, todos los libros comentados consideran que, a pesar de que puede narrar sucesos ocurridos realmente, la Biblia fue redactada y ensamblada durante el reinado de Josías con el objetivo de demostrar una legitimidad de este rey sobre los territorios unificados de Judá e Israel, que habían sido uno solo desde el inicio de su historia como pueblo. Otro de los objetivos del texto bíblico fue conferir a este pueblo una identidad unitaria, simbolizada por el culto a Yahvé y todas las tradiciones que lo rodean. Para el cumplimiento de este objetivo, las historias iniciales fueron transformadas y enriquecidas con elementos de la realidad histórica en la que se escribieron y que, posteriormente, han podido ser reconocidos ayudando a desentrañar la verdad histórica al combinarlos con los datos arqueológicos. No obstante, los “redactores” del texto bíblico lograron conferir al relato una potencia narrativa tan fuerte que consiguieron que fuese aceptado durante siglos como verdad histórica incuestionable.

Saludos cordiales de

Juan Antonio Morales González

Juan Antonio Morales González es Profesor Titular del Departamento de Geología de la Universidad de Huelva. Autor de numerosos artículos de investigación y divulgación científica. Entre sus libros destacan las novelas “Más allá de las columnas de Hércules” (2013) e “Ira de Plutón” (2015). Editorial Círculo Rojo.
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