Jesucristo ¡vaya timo!, un libro de Gabriel Andrade (587) (I)

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Escribe Antonio Piñero

Como he reseñado anteriormente en otro libro de G. Andrade, en la misma colección, La teología ¡vaya timo!, y otro de G. Puente Ojea, La religión ¡vaya timo!, estamos ante libros muy serios, de autores bien informados y de argumentos bien tramados editados por la Editorial de “fomento del pensamiento crítico” Laetoli, Pamplona. Pero si confesaba ya antes que me molestaba mucho la coletilla comercial del “¡vaya timo!”, con el tema de Jesús mucho más, pues ganas de molestar y herir las sensibilidades de muchísima gente para quien Jesús significa toda su vida. y además, el título provoca un rechazo notable entre otros también que podrían comprarlo y disfrutar de sus razonamientos. Pero después de mi inútil queja –es un derecho al pataleo, ya que la colección está bien consolidada y no van a cambiar, vayamos a las razones, que es lo que importa. Por otro lado, la colección en sí tiene el mérito de ser muy valiente, incluso necesaria, como la ha calificado F. Savater, ya que tiene la enorme valentía de “meterse en aguas turbulentas, no solo turbias, y de plantear debates que comprometen rutinas mentales sacrosantas”. Es una cocción muy crítica que invita continuamente a reflexionar.


El autor del libro presente, G. Andrade, es un hombre bien formado en sociología, filosofía y religión. Tiene otros volúmenes interesantes en su currículum como el dedicado a “La crítica literaria de G. Girard”, o sobre “El darwinismo y la religión” y una “Breve introducción a la filosofía de la religión”. En esta colección Dios Laetoli tiene otras obras, con la consiguiente perspectiva muy crítica, sobre las cuestiones siguientes: el posmodernismo, la inmortalidad, la teología y las razas humanas.

El autor precisa su tema en este libro: “Jesucristo es un timo, pero no por ello no existió. Es un timo en el sentido de que en torno a su vida hay una serie de falsas afirmaciones. Pero ese ‘timo’ está construido sobre una base histórica real. Jesús es real; Cristo es un timo. Jesús es un personaje que vivió en Palestina hace 2.000 años. Cristo (que no es un nombre propio, sino meramente una traducción al griego del título mesías, que quiere decir en hebreo ‘ungido’) es el artificio teológico legendario que crearon sus seguidores y lo entremezclaron con el Jesús real. Así pues, al separar en este libro el trigo y la cizaña, atacaré tres frentes. Primero, las propuestas según las cuales Jesús no existió. Segundo, las afirmaciones hechas por los mismos evangelistas y que luego aceptaron los creyentes. Tercero, algunas hipótesis o teorías que proceden de leyendas posteriores a los evangelios y que, aunque no suelen contar con el aval eclesiástico, gozan de cierta popularidad en los medios de comunicación” (Contracubierta).

En mi opinión el plan del libro es excelente y, en términos globales, su realización también. Adelante que, salvo pequeñas discrepancias, estoy muy de acuerdo con los planteamientos del autor y con las soluciones/argumentos que aporta.

Me detengo un momento en la Introducción, porque aclara bien el pensamiento global del autor. Andrade parte, como resultado de análisis previos, que en los evangelios hay mucho material histórico, y que de él se pueden obtener datos preciosos para componer una figura de Jesús que, aunque esquemática, suscita el consenso entre muchos investigadores, pero que también contiene mucho material legendario, que debe rechazarse como no pertinente a la figura del Jesús histórico. Sostiene igualmente Andrade que él se mueve entre los fundamentalistas que consideran que todo, absolutamente todo, en los evangelio es real y que incluso las contradicciones palmarias entre ellos tienen soluciones armonizadoras convincentes, entre gente más sensata que admiten que los evangelio contienen “adornos literarios”, pero que la mayoría de los hechos que cuentan son verdaderos y, finalmente entre otros que simple pontifican que todo lo que hay en los evangelio pertenece al género literario de lo legendario y que la figura Jesús es más o menos del mismo calibre que Robin Hood o Superman.

Una interesante pregunta de la Introducción es qué ocurre con la fe del creyente si el lector cae en la cuenta de que el Cristo presentado por los evangelios –y consecuentemente por el cristianismo-- es distinto del Jesús que vivió realmente. ¿Puede alguien ser cristiano una vez que ha comprendido que muchos de los relatos de los evangelios son sencillamente falsos? ¿Puede el cristiano adoptar como fórmula de escape algo parecido a la afirmación de Rudolf Bultmann, a saber, que para el cristiano convencional el Jesús histórico es irrelevante? Andrade opina que es imposible. Esopo, por ejemplo, contaba fábulas moralizantes presentándolas como tales, pero los evangelistas no tuvieron la intención de contar eras historias moralizantes, sino que afirman, o dan por supuesto, que todo lo que narran ocurrió realmente, Por ello, concluye Andrade, esta percepción lleva inexorablemente a rechazar la fe, al menos la convencional. El personaje Jesús, centro de los evangelios no pudo ser Dios. “La religión que exige confesar que este mismo predicador apocalíptico, un hombre que fracasó en su empresa en el siglo I, es el creador del universo, omnipotente, omnisciente (la segunda persona de la Trinidad), nos está pidiendo algo casi tan absurdo como proclamar que el círculo es cuadrado. Y una institución que pide eso no es digna de nuestra confianza” (p. 12).

Andrade ocupa parte de su introducción es explicar las herramientas filológicas para discernir lo auténticamente histórico de lo dudoso o falso en los evangelios, es decir, los criterios de autenticidad usuales, que aclara convenientemente y acepta. Lo más curioso en este apartado, por lo menos para mí, es que nuestro autor llama al “criterio de dificultad” criterio “de vergüenza”. Así, por ejemplo, el que Jesús muriera crucificado fue algo vergonzoso y necesitado de grandes explicaciones para los evangelistas y la iglesia primitiva…, luego es impensable que fuera algo inventado por los seguidores de Jesús; luego es histórico.

Explica también someramente, pero con exactitud, la historia general de Israel en la que se enmarca la vida de Jesús, las sectas religiosas (aquí formulo un caveat: aunque el autor conoce ciertamente la materia, da la impresión de considerar a los celotas como una “secta” independiente, al mismo nivel que los esenios, saduceos o fariseos, aunque es bien sabido que el celotismo surgió históricamente como un paroxismo del fariseísmo, que no se diferenciaba de éste más que en la afirmación del necesidad del empleo de las armas para lograr la instauración del reino de Dios (algo así como el Estado islámico), y que solo fue un “partido oficial” poco antes del estallido de la Gran Guerra contra Roma.

El último tramo de la Introducción es dedicado por Andrade a una “brevísima biografía” de Jesús, más otra breve historia de los primeros pasos del judeocristiano. En ellos resume –con acierto-- el estado actual, o consenso de la investigación independiente, acerca de estos dos temas. Adelanta así su pensamiento, y presenta al principio lo que en teoría debería estar al final como el resultado o de la crítica que ocupa todo el libro. Pero de este modo el lector tiene bien claro desde el principio con qué imagen reconstruida está implícitamente contrastando aquellos elementos de los evangelios, sobre todo, que luego someterá a aguda crítica. Pienso que la idea no es mala.

El resto del libro se dedica al análisis pormenorizado de la figura, mensaje y misión de Jesús, que divide en los temas siguientes: Fuentes para reconstruir la vida de Jesús: ¿existió este realmente? Relatos de la infancia de Jesús. Vida privada y “años perdidos”. Inicios de su vida pública. Mensaje de Jesús; Milagros; Últimos días. Resurrección. Todos estos temas se enfocan en un etilo erotemático, es decir, de preguntas y respuestas. Haré un breve recorrido por lo que estimo más interesante y formularé mis propias reflexiones y valoraciones.

En cuanto a la existencia de Jesús, he indicado ya que es defendida por nuestro autor a capa y espada. Mantiene Andrade la sana postura de que, entre las fuentes, no debemos considerar a los evangelios apócrifos, tardíos y secundarios respecto a los canónicos, salvo solo al Evangelio gnóstico de Tomas. Esta es la opinión común de la investigación hoy día, que sostiene que puede ser un buen medio de confirmar la autenticidad probable de algunos dichos de Jesús. Me parece interesante el hincapié, al hablar del Cristo celestial formulado ante todo por Pablo, la insistencia de Andrade sobre cómo el Apóstol presenta muchos más contactos y alusiones a la vida del Jesús terreno de lo que cree la mayoría de las gentes, lo que confirma su existencia histórica.

Es interesante la crítica del autor acerca de la hipótesis de que la figura de Jesús está formada radicalmente a base de combinar características de diversos dioses mediterráneos, hipótesis que califica de absurda al igual que otras que insisten en los paralelos de la vida de Jesús con personajes o dioses antiguos, a las que califica correctamente de “paralelomanía”. Valora luego si los evangelios son fiables o no, y ofrece la respuesta ya esperada por los lectores. Dedica luego una breves páginas a la existencia de interpolaciones (“corrupción ortodoxa” de la Escritura en terminología de B. D. Ehrman) en el texto de los evangelios y reflexionar sobre cómo éstos son en realidad escritos anónimos, es decir, ignoramos quiénes fueron n verdad sus autores y dónde y cuándo se compusieron exactamente.

A este propósito añado que la crítica textual del Nuevo Testamento predica siempre a los cuatro vientos que todos los esfuerzos críticos de análisis de los manuscritos neotestamentarios y sus variantes, llevan únicamente a establecer cómo estaba el texto del Nuevo Testamento en el año 200, y que no es posible ir más atrás. Así, entre el original de Marcos, el primer evangelista cronológicamente hablando, y el texto que de su obra original podemos reconstruir han pasado unos 130 años. No es posible rellenar este hueco. Pero, a la vez, tenemos poderosas razones para pensar que la reconstrucción del texto en el año 200 se parece muchísimo, más del 95%, de lo que pudo ser exactamente el original.

El capítulo 2, “Relatos de la infancia”, plantea las cuestiones usuales: censo de Quirino, hermanos de Jesús virginidad de María, fecha de nacimiento, detalles de los relatos de Lucas y Mateo, como los magos y la estrella, su posible infancia en Egipto y la pérdida de Jesús en el Templo. Las respuestas de Andrade son muy ponderadas y razonables y se muestran de acuerdo con el pensamiento crítico de los investigadores independientes. En general todas son respuestas negativas, menos la de que Jesús tuvo realmente hermanos de sangre, manifestando así el pensamiento de la Iglesia primitiva y el gran consenso de hoy a este respecto, del que participan incluso estudiosos católicos.

Concluiremos mañana con la presentación del material del libro de Andrade y su valoración.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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