024. Matrimonio sagrado (y 4)
El mito no quedó simplemente en poemas y oraciones. También hubo ceremonias que, reconstruyendo para el presente de su celebración el pasado mítico, intentaban lograr que la feracidad y la prosperidad se aunaran en las diversas comunidades que representaban los matrimonios sagrados.
| Eugenio Gómez Segura
Vaso ático que representa a la Basilinna en la procesión que la llevaba a su boda con Dioniso. Tomada de Wikimedia commons.
Las excavaciones arqueológicas en Oriente Medio han permitido, a lo largo del último siglo, recuperar muy valiosos documentos sobre la religión mesopotámica en sus diversas épocas. No todo está claro, indudablemente, pero sí es cierto que algunos hallazgos resultan muy reveladores y permiten conectar esos pueblos con otros. No por haber influencias directas de los más antiguos hacia los más recientes, sino por permitir comprender que unas mismas necesidades dieron en ocasiones rituales similares.
En Ur y en Isisn, en Mesopotamia, hacia el año 2000 a. C., se recordaba el matrimonio sagrado entre Inanna y Dumuzi mediante una representación que incorporaba a dos actores, el rey en el papel de Dumuzi y una sacerdotisa denominada lukur en el papel de Inanna. En palabras de J. Bottéro:
Nuestros textos insisten en el objetivo y el resultado de una festividad así: ésta debía aportar al país la abundancia y la prosperidad, más que la fecundidad como tal, como cabría pensar. Pues, aunque “la mitología no es lógica”, no hay que olvidar que ni Inanna, ni Ishtar después de ella, fueron nunca esposas, en el sentido propio de la palabra, ni madres, lo que las hacía poco adecuadas para representar algo relacionado con la maternidad. Sin duda es mejor entender que, por la celebración del susodicho matrimonio, en el doble nivel, divino y real, tanto el dios, arriba, como el soberano, abajo, recibían en alguna medida la capacidad de asegurar un descendiente por sus esponsales y, junto con ello, la plenitud de su prolongable poder de auténtico y duradero jefe del país, capaz de ejercerlo en lo sucesivo con resultados plenamente felices, por el bien de su pueblo. J. Bottéro, La religión más antigua, Mesopotamia, p. 184.
Por otra parte, en Atenas, durante el periodo clásico, tenemos constancia de que se celebraba una ceremonia en la que se llevaba a cabo un matrimonio sagrado. La ocasión eran los tres días conocidos como Antesterias o fiesta de las flores (ánthos, flor). Los días 11 al 13 del mes de Antesterion (el primero de la primavera), se llevaba a cabo esta importante fiesta en la que se celebraba a Dioniso, se abrían las tinas que contenían el vino de la pasada vendimia y también se celebraba a los muertos.
Por lo que se refiere a la representación del matrimonio sagrado, la ceremonia era llevada a cabo por la esposa del principal cargo religioso de la ciudad, el arconte rey. Esta mujer era denominada Basilinna (nombre derivado de basileus, rey). En la sede oficial de este cargo, el edificio denominado Bucoleo, se recibía a la Basilinna , conducida hasta allí en procesión como si fuera una novia. Una vez ha llegado al edificio, allí debe esperar a que el novio aparezca, aunque éste, como es propio de Dioniso, lo hace en un estado de indudable ebriedad.
La continuación de esta ceremonia era secreta, pero la fecha, la importancia de Dioniso como divinidad de los muertos y la unión de macho y hembra en un matrimonio que habría de confirmarse en una noche de bodas, invitan a pensar que así se celebraba y propiciaba, como ya indiqué al recuperar ese texto de Homero en que Zeus y Hera se unían, la regeneración de la naturaleza con la llegada de la estación primaveral.