El Prólogo a “Los cuatro evangelios” de Santiago Guijarro (II)
1199.- 24-11-2021
Escribe Antonio Piñero
En el “Prólogo” (p. 7) escribe el autor que su libro “intenta recoger los principales resultados a los que ha llegado la exégesis bíblica durante los dos últimos siglos”. Siento de veras discrepar del autor nada más empezar. Después de leer el libro detenidamente, no veo en él los resultados de la investigación de los últimos doscientos años. De ningún modo. Solo recoge los resultados de la exégesis confesional y únicamente de un tipo. Por ejemplo, no recoge algunos de los resultados que provocó la aparición en 1836-1837 de la “Vida de Jesús críticamente elaborada” de David Friedrich Strauss… Y desde luego –siguiendo el sendero de James D. G. Dunn que señalé en la última postal-- nada de los resultados de la crítica francesa de principios del siglo XX (Loisy y colegas ya citados), de la crítica en lengua inglesa de Charles C. Hennel, Samuel G.F. Brandon, Hyam Maccoby, Paul Winter, Bart Ehrmann, Richard H. Hiers; en alemán, Karl Kautsky, Robert Eisler, Johannes Weiss que han modificado la exégesis confesional.
Y hoy día en lengua española se han producido obras muy serias en torno a la crítica de los evangelios que desembocan en figura de Jesús, como la de Gonzalo Puente Ojea, José Montserrat y Fernando Bermejo (y no necesito mencionar las mías por mero pudor) que afectan directamente, como digo, no solo a la persona de Jesús sino a la valoración de los Evangelios como literatura o como biografía y las cuestiones adyacentes de historicidad de los textos evangélicos…, obras que son absolutamente ignoradas en la bibliografía de Guijarro. Y no por falta de espacio o papel, puesto que en las abundantes páginas dedicadas a esta literatura secundaria se incluyen artículos breves o de muy pocas páginas que considero poco conducentes al objetivo del libro presente, pero que al ser confesionales tienen el honor de ser citados. No me parece que la selección bibliográfica de este libro sea imparcial. Y este fenómeno se repite en la literatura española de tenor religioso confesional. Diría que es una bibliografía “de parte”.
En la página siguiente del Prólogo es donde aparece por primera vez la designación de “iglesia apostólica”, designación que critiqué igualmente en mi postal anterior cuando se afirma que esta iglesia fue la inspiradora del proceso de selección de cuatro evangelios, y no las demás que había, lo cual marca la pauta confesional que orienta este libro. Ahora bien, la decisión de estudiar solo los cuatro evangelios canónicos me parece correcta por parte del autor; al fin y al cabo son estos los que han ejercido la inmensa influencia que debe reconocérsele.
Otro acierto que se indica en el “Prólogo” es no aislar el estudio de los cuatro evangelios de la lista de libros sagrados del cristianismo primitivo sin separarlos de “otros libros sobre Jesús compuestos en el periodo formativo del cristianismo”. Admito con gusto, pues, que ambientar a los evangelios aceptados en el contexto configurado por esos otros libros, aparte de ser una adquisición de una investigación más cercana a nuestros días, ayuda a entender los evangelios canónicos. Se sitúan así estos escritos en su marco natural, y ese marco ayuda a rastrear el proceso que condujo a elegir solo cuatro de entre ellos.
Respecto a las relaciones de los tres evangelios sinópticos, Marco, Mateo y Lucas, con el Evangelio de Juan, pienso que el autor del libro de Guijarro tiene razón en acentuar que gran parte de la literatura al respecto se ha dedicado sobre todo a marcar las grandes diferencias entre el grupo de los tres y el Evangelio de Juan, y ha olvidado que los cuatro evangelios canónicos en conjunto, comparados con otros escritos “evangélicos” de la época (más o menos), hace que resalten más las semejanzas entre ellos y se relativicen en parte las diferencias. Y esta semejanza es muy importante…, tanto como las diferencias. Las semejanzas entre los cuatro llevan a nuestro autor a la reconfortante idea de que los cuatro comparten una tradición básica: eso ayuda a reconstruir la imagen del Jesús histórico.
Disiento del autor en que este mantiene, sin dudar en absoluto y sin retraerse al menos un poco ante el número de dificultades que comporta, que el Evangelio de Lucas y los Hechos de apóstoles (ojo: el título de la obra, según la inmensa mayoría de los manuscritos importantes que lo han transmitido, no es “Hechos de LOS apóstoles”, sino “Hechos DE apóstoles” (sin el “los”), lo cual da un tono diferente a la obra. Nuestro autor no cae en la cuenta tampoco, y consecuentemente no lo explica, en el capítulo dedicado a los Hechos. Si llegamos, o tenemos oportunidad de hacer una crítica de este capítulo, expondré mis razones del porqué no creo que Lucas y Hechos hayan salido de la misma mano, sino que las dificultades de la conjunción de las dos obras como si hubiesen salido de la misma pluma se explica muchísimo mejor, si Hechos fue compuesto por un discípulo de “Lucas”, que continuó sus ideas e imitó conscientemente su estilo, pero que muestra notables diferencias tanto este apartado como en el de la ideología, e incluso en algunos hechos. Por ahora, dejémoslo aquí, sin extenderme más.
Por último es interesante la disposición del material evangélico por parte de Guijarro, ya que cuando aborda el estudio de cada uno de los Evangelios y Hechos hace anteceder una “lectura” interpretativa de su contenido dejando para el final las cuestiones de autoría, fecha y lugar de composición. Con otras palabras: primero se ofrece el texto interpretado, dando al lector los instrumentos para leerlo “críticamente” (del sentido de este adverbio para nuestro autor hablaremos), y luego se abordan las cuestiones mencionadas de autoría, etc.
Seguiremos con el comentario, porque este libro tiene mucho contenido que se puede analizar debidamente.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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