El “Señor celestial” y la investigación alemana (200-10)

Hoy escribe Antonio Piñero


Continuamos con nuestra breve historia de la investigación histórico-crítica del Nuevo Testamento.


Para Wilhelm Bousset (1865-1920), había que continuar con la fecunda idea de investigar a Jesús y al cristianismo a la luz de la influencia sobre este último de las “religiones de misterios” (hoy decimos mejor “cultos de misterio”). En este ámbito, aparte de otras obras sobre el judaísmo helenístico y sobre la historia y concepciones principales de la gnosis, su obra principal fue Kýrios Christós, en la cual intenta reunir todos los hilos que se habían ido manejando a partir de una concepción de la fe cristiana vista desde el prisma de la historia de las religiones.

En Kýrios Christós (Gotinga 1913) se plantea por vez primera que las comunidades primitivas cristianas son ante todo comunidades de culto. Al igual que no sólo los judíos, sino también otras paganas, como las formadas para honrar al “Señor Sarapis”, o al “Señor Atis”, Cristo como kýrios, Señor, es un poder que está presente en el culto. Y en el culto y en la liturgia es donde se plasman las ideas de la teología.

Las variadas concepciones judías sobre la figura apocalíptica del “Hijo del hombre” (libro de Daniel) habían sido retroproyectadas por los seguidores de Jesús hacia la representación de la figura de su Maestro. Es decir, una cosa es lo que Jesús pensaba realmente del “Hijo del Hombre” y de si mismo como tal, y otra lo que la fe de la comunidad pensó que Jesús opinaba. A partir de ella, se había formado la fe de la primera comunidad palestinense cristiana.

Pero, además de este grupo, existía la comunidad helenística, constituida en gran medida por judíos y luego cristianos procedentes del paganismo. En ella, y por influencias de ideas o nociones religiosas del ambiente griego, nació la idea de que sólo Jesús era el verdadero Kýrios, Señor y Dios. Tenía su origen esta concepción no en la realidad histórica de Jesús, quien nunca se llamó a sí mismo Dios o Señor, sino en el culto litúrgico cristiano.

Este culto contraponía expresamente la figura de Jesús a la veneración de otras divinidades cultuales y salvadoras paganas, con lo que elevaba a Jesús a la misma categoría de divinidad. Por ello, en esa comunidad helenística primitiva –y por obra de la fuerza de su liturgia- se dio un cambio profundo: en lugar de la esperanza en un “Hijo del hombre” que había de venir (propia de la comunidad palestinense) surgió la adoración del “Señor celestial”. Este cambio suponía en principio un claro peligro para las concepciones sobre el final de los tiempos que pasaban a un segundo plano, concepciones que eran propias de Jesús. Todo este cambio pudo ser posible, opinaba Bousset, porque muchos paganos que antes habían sido adoradores de otras divinidades salvadoras en los cultos de misterio, más tarde –por obra de Pablo- se pasaron a las filas del cristianismo.

Para Bousset, todo lo que había ocurrido era relativamente sencillo de explicar: un dios mistérico –de los cultos de misterios- había recibido un nombre nuevo, Jesús de Nazaret. Naturalmente estos convertidos tenían poco interés en la vida histórica de Jesús, sino que se concentraban en el drama de su muerte y resurrección, que se repetía en su liturgia cada domingo (“día del Señor o kýrios; en griego kyriaké heméra). En el sacramento recibían el verdadero cuerpo y sangre del dios (como se ve, Bousset contempla como imposible que esto ocurriera en una comunidad palestinense, judeocristiana), con lo cual, al ser partícipes de la divinidad recibían a la vez la confirmación de su paso de la muerte a la vida.

Así, de este modo, la tensión escatológica propia de la comunidad palestinense se fue mutando en tensión sacramental, propiciada por la ingestión de un ser divino exterior que se hacía interior en el ser humano y que hacía de éste a partir de un ser en el tiempo una realidad intemporal y celeste.

La metodología comparatista de la "Escuela de Historia de las Religiones" habría de conducir necesariamente a una crítica radical del material evangélico. Esta crítica pondría de relieve la diferencia entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe (es decir, las creencias de los discípulos acerca de Jesús tras la resurrección de éste, cuando se convencieron de que era el cristo o mesías), intentando explicar cómo las características de este último se proyectaban hacia atrás, hacia la imagen del Jesús histórico, que resultaba así coloreado con notas propias del Cristo de la fe.

Un estudioso del Antiguo Testamento, Julius Wellhausen, al que ya hemos nombrado al hablar de Hermann Gunkel, fue un precursor de este camino. Esto lo veremos en la próxima postal y seguiremos viendo como los que han ido llevando hacia delante toda la historia de la investigación crítica del Nuevo Testamento han sido fundamentalmente alemanes. No es de extrañar que hasta hace relativamente muy poco, seguros de su supremacía, en libros alemanes se citaban pocos autores extranjeros: se discutía entre colegas de lengua alemana, y se citaban unos a otros.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog “Cristianismo e historia”, el tema es:

“La persecución de Diocleciano (Paganismo-cristianismo III)”
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