¿Nos conoce Jesús? ¿Lo conocemos? Sobre el estado de la teología católica (181- 01)
Hoy escribe Antonio Piñero
Eulalia Tort, una excelente profesional, llena de sensibilidad y finura de alma, que dirige la distribución y difusión de la benemérita editorial Herder, me envía un librito de Hans Urs von Balthasar, reeditado recientemente, que tiene algunas páginas que afectan directamente a nuestro Blog, a tenor de ciertos comentarios que he recibido de algunos lectores. Resumo su ficha:
Hans Urs von Balthasar, ¿Nos conoce Jesús? ¿Lo conocemos? Editorial Herder, original de 1980, 2ª edición de 2011, Barcelona, 118 pp. ISBN: 978-84-254-2766-4. Trad. del alemán de Abelardo Martínez de Lapera, buena en líneas generales.
Von Balthasar (1905-1988) es uno de los teólogos católicos más significativos del siglo XX. Su formación fue en Viena y en Zurich, pero lo que lo marcaron especialmente fueron las clases en Berlín de Romano Guardini. en Berlín también von Balthasar leyó -y fue influido por- la filosofía de Kierkegaard. Von Balthasar fue jesuita, pero abandonó la orden 22 años después. Posteriormente las autoridades religiosas le negaron la “venia docendi” (la posibilidad de impartir clases), porque sus ideas no encajaban con la tradición (¡!). No fue invitado al Concilio Vaticano II (¿quizás por tender hacia una teología existencialista?), y después fundó con Joseph Ratzinger y Henry de Lubac la revista Communio.
La tesis del libro que presentamos se concentra al final, como veremos, y hay en ella una suerte de sorprendente y directa respuesta a las exigencias histórico-críticas, que son lema de actuación de este Blog. Todo lo que sigue es una transcripción del diagnóstico de von Balthasar acerca de los estudios sobre Jesús, en 1980...:
“La cristiandad se alimentó y vivó, hasta la Ilustración, de la fe y de la imagen que esa misma fe daba de la figura de Cristo […] Pero a partir de la Ilustración, que comienza en Inglaterra antes que en el continente[…] se emprendió la tarea de provocar una escisión entre la figura creída y la confesión de fe, en aras de un ‘saber’ neutral acerca de Jesús.
“En aras de este saber comienza a descuartizarse la figura de Jesús, de la que van extrayéndose trozos, como si fueran meros ingredientes de la fe […] desde Reimarus hasta Bultmann, quien había manifestado: ‘No quiero saber lo que pasaba en el corazón de Jesús, ni quiero saberlo’.
“He aquí un somero catálogo de lo que ha hado de si este 'saber neutral' sobre Jesús:
"Su resurrección tal vez no fue un fraude de los discípulos (como pensaba todavía Reimarus), sino una ‘experiencia’ espiritual que fue luego exagerada por los narradores de manera naturalista (aparte de contradictoria), incluyendo asimismo la leyenda de la tumba vacía. Una ‘ascensión’ presupone una concepción del mundo antigua, para nosotros definitivamente superada ya.
“De los milagros que se le atribuyen Jesús no realizó ninguno, o a lo sumo muy pocos, y para explicarlos bastará recurrir a fuerzas naturales de curación. El hecho de expulsar a los demonios tenemos que cargarlo en la cuenta de una credulidad desgraciadamente muy extendida en aquellos tiempos. Sus discursos han sido redactados, compuestos (y completados) a partir de algunos dichos aislados, cuyo sentido originario ha sido mudado por los autores con frecuencia.
“Es muy difícil que Jesús hubiera previsto su muerte violenta (a lo sumo a última hora); más difícil todavía que hubiera sospechado el sentido salvífico de esa muerte; y no hablemos ya de la cuestión de la universalidad (más allá de las fronteras de Israel) de su alcance. Por consiguiente los anuncios de su pasión habrían sido incluidos (todos o casi todos) con posterioridad.
“Todo el vocabulario acerca del ‘sacrificio’, ‘expiación’, ‘redención’ que parece en los Evangelios, así como en las palabras de la institución de a eucaristía, también habría sido introducido más tarde.
“Dado que durante su vida mortal Jesús predicó siempre la misericordia actual de Dios y su solidaridad con los pecadores y los marginados, difícilmente pudo haber amenazado con amenazas de juicio, ni haber perdonado (al menos antes de pascua) pecado alguno.
“La cruz tal vez fuera un símbolo enfático y final de esta solidaridad de Jesús (y de Dios) con los pecadores, pero nada más. Todas las afirmaciones que superen este techo pertenecen a una ‘teología posterior’ (en la que se incluye, sorprendentemente la paulina y no sólo la johánica que, en consecuencia tenemos que situar en su contexto.
“La historia de la juventud de Jesús es, por supuesto, legendaria. Puede tener un cierto valor teológico, pero carece de todo peso histórico. ¿Y por qué no habría de tener Jesús hermanos y hermanas carnales, cosa que por otra parte, parece sugerir el sentido literal de los textos? (Con lo cual los dogmas marianos caen por tierra).
“¿Qué nos queda? Aproximadamente el maestro profético y moralista, cuya figura facilita el diálogo con el judaísmo de nuestros días, además de despejar el camino para cualquier forma de ‘jesuanismo’.Definirlo como Dios, como ‘Hijo de Dios’ en el sentido del Prólogo del Evangelio de Juan, de la liturgia, de los concilios de Nicea, Éfeso y Calcedonia es una exageración piadosa, explicable probablemente por la irrupción del pensamiento helenístico. Y si bien como hombre pudo tratar a Dios de modo excepcional, de tú y de Abba,, como Dios no hubiese podido hacerlo, ya que en su conciencia única no habría espacia para relación yo-tú.
“Este breve florilegio de sentencias, que proviene en gran medida de la teología protestante liberal del siglo XIX, y que circulan actualmente (todas juntas o separadas) por la exégesis y la teología católica) –la investigación protestante más reciente se ha vuelto en conjunto más comedida- nos coloca prácticamente ante un montón de ruinas, es decir, ante la destrucción de la figura de Jesús presentada por el Nuevo Testamento.
“Resulta casi incomprensible que haya teólogos católicos capaces de soportar esta postura esquizofrénica de recomendar a sus alumnos que mantengan su fe católica (que presupone esta figura) a la vez los someten a un ‘saber’ desmembrador del conocimiento de la fe” (pp. 73-76; los paréntesis son también del autor).
Magnífico diagnóstico. Seguiremos y comentaremos el próximo día.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com