El fariseísmo de Pablo (y IV)
Final de esta miniserie. El alegorismo de Pablo y un ejemplo judío
Escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy esta miniserie a modo de resumen.
Escribí al semana pasada que una solución intermedia en esta encrucijada de argumentos contrapuestos podría ser el que Pablo –como judío de la diáspora, deseoso de dar realce al poder del Espíritu de Dios dentro de sí mismo, que lo había transformado de furioso perseguidor de los seguidores de Jesús en ardiente defensor de su mesianismo después de la llamada divina empleara el término “fariseo” pero no de un modo estricto, a saber, entrenado largos años en la escuela de un maestro fariseo de fama, experto en las técnicas que luego serían denominadas “rabínicas”, sino que lo usara de una manera amplia como “defensor de las ideas fariseas” en contra, por ejemplo, de las saduceas o esenias.
Y escribí que esta solución obvia parcialmente las dificultades manifestadas sobre la estadía formativa del Apóstol en Jerusalén. A argumento se podría añadir que un Pablo verdaderamente apocalíptico no tendría por qué ser un rabino semejante a los de la Misná, cuya situación social y organización mental eran muy distintas, pues vivieron después de la destrucción del Templo.
Como buen convencido de vivir en la era mesiánica –muy al estilo de los qumranitas de los Manuscritos del mar Muerto--, y de estar en la posesión del Espíritu de Jesús, se sentía Pablo con autoridad suprema, gracias a sus revelaciones privadas, para argumentar a partir de la Escritura tal como él creía que le inspiraba el Espíritu al final de los días. Así pues, Pablo sería como una suerte de Maestro de justicia o similar, de los esenios, o henóquicos, que ofrecía a sus discípulos y seguidores unas interpretaciones peculiares de los oráculos sagrados que no aceptarían todos los judíos, pero que él creía los únicos verdaderos.
Pablo era además un alegorista. Su sistema exegético podría parecerse al uso del método alegórico griego que los filólogos alejandrinos habían utilizado para entender a Homero, pues creían que el vate había sido realmente inspirado por la divinidad, y que sus versos decían mucho más que lo que podría recoger una lectura apresurada y superficial.
Ejemplo de alegoría en Pablo es Gálatas 4,21-31. He aquí el texto:
21 Decidme los que queréis estar bajo la Ley: ¿No escucháis la Ley? 22 Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. 23 Pero el de la esclava nació según la carne; el de la libre, en virtud de la Promesa. 24 Pero eso es una alegoría: estas mujeres son dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, engendrada para la esclavitud, es Agar 25 [pues el monte Sinaí está en Arabia] y corresponde a la Jerusalén actual, pues es esclava lo mismo que sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, 27 pues está escrito: Regocíjate estéril, la que no pares; Rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, porque más son los hijos de la abandonada que los de la que tiene marido (Is 54,1 LXX).
28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la Promesa. 29 Pero, como entonces el nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora. 30 Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo de la libre. 31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre (Gn 21,9 LXX).
Este sistema de interpretación alegórica aplicado a las Escrituras hebreas había tenido ilustres predecesores, ya desde el siglo II a.C., entre los judíos de la diáspora, como Ezequiel el trágico, y Aristóbulo, un filósofo aristotélico que vivió hacia el 150 a. C. cuando reinaba en Egipto Ptolomeo VI. A él dedicó una obra argumentando que el pensamiento de la Biblia hebrea estaba en su núcleo más profundo en toda la filosofía de los griegos. Los filósofos griegos no habían hecho otra cosa que copiar a Moisés
Voy a poner un ejemplo de alegorización de la Biblia tomado de la obra de la Prof. Dra. Mercedes López Salvá en el volumen VII y último de la colección Apócrifos del Antiguo Testamento, de editorial Cristiandad que verá la luz este año, deo favente:
Es momento de escuchar lo que relató Aristobulo, quien además de con la filosofía de su patria estuvo también familiarizado con la filosofía aristotélica, a propósito de lo que aportan los libros sagrados en lo referente a las extremidades de Dios.:
“Aun cuando se había hablado suficientemente, también tú, rey, reconociste en torno a las cuestiones expuestas que en nuestra Ley se habla simbólicamente de manos, brazo, rostro, pies y movimiento respecto al poder divino4. Esto será objeto de un discurso adecuado y no habrá ninguna contradicción con lo que nosotros habíamos dicho antes.
Quiero exhortarte a que aceptes las interpretaciones alegóricamente y a que adoptes un pensamiento apropiado sobre Dios y no caigas en una postura mítica y antropomorfa.
Con mucha frecuencia nuestro legislador Moisés haciendo discursos sobre asuntos diferentes (me refiero en el plano superficial) de los que quiere tratar, hace relatos alegóricos y transmite acontecimientos de gran importancia.
Por esto, quienes están dotados de una buena capacidad de reflexión se asombran de la sabiduría de Moisés y de su inspiración divina, por la que también se le ha llamado ‘profeta. Entre éstos están los filósofos antes citados y muchos otros, y poetas5, que se han inspirado mucho en él y que son por ello admirados.
En cambio, quienes no están dotados de capacidad intelectual sino que se quedan pegados sólo a la letra, no se dan cuenta de que está explicando algo importante. Comenzaré, pues, por aclarar cada designación una por una, en la medida de mis posibilidades, y si no doy con el asunto ni logro persuadir, no atribuyáis la incoherencia al Legislador sino a mí por no haber sido capaz de precisar lo que él pensaba.
Las ‘manos’ son evidentemente concebidas incluso por nosotros como algo más general, pues cuando tú, en tu calidad de rey, destacas unas fuerzas militares con el deseo de emprender algo, decimos: ‘la mano del rey es poderosa’ y se les transmite así a los oyentes el poder que tienes. Y esto quiere decir Moisés cuando en la exposición de nuestra Ley dice así: ‘Dios te sacó de Egipto con poderosa mano’ y en otro momento afirma que Dios le había dicho: “Te enviaré mi mano y abatiré a los egipcios”, y con ocasión de la muerte que le sobrevino al ganado y a lo demás, habla al rey de Egipto diciendo: ‘He aquí que la mano de Dios se posará en tus ganados y en todo lo que hay en los campos como una gran muerte’, de modo que es evidente que ‘las manos’ se refieren al poder de Dios, pues incluso es posible pensar metafóricamente que toda la energía y la fuerza de los hombres está en sus manos.
Por esto el Legislador ha usado metafóricamente el término en un sentido elevado al decir que las realizaciones de Dios son sus manos. Y ‘estabilidad’ divina podría perfectamente llamarse, de acuerdo con el estilo elevado, a la constitución del cosmos. Pues Dios está por encima de todas las cosas y además todo le está sujeto y ha recibido su estabilidad de Él, de modo que los hombres han comprendido que esto es inamovible, y por tal entiendo que el cielo jamás se ha convertido en tierra ni la tierra en cielo, que ni el sol ha sido luna resplandeciente ni tampoco la luna sol y que ni los ríos han sido mar ni el mar ríos.
Y este mismo proceder se da también entre los seres vivos, pues ni el hombre será fiera ni la fiera hombre. Y lo mismo ocurre respecto a los demás seres, sean vegetales o de otro tipo. No pueden cambiarse unos en otros. Sin embargo, los que son del mismo género experimentan el mismo tipo de evoluciones corrupciones. De acuerdo con esto se podría hablar de “estabilidad divina” en la medida en que todo está sujeto a Dios. Se dice también en el texto de la Ley que hubo un descenso divino a la montaña en ocasión de la fijación de la Ley para que todos contemplaran la acción de Dios. Pues se trata claramente de un descenso auténtico.
Y si alguien quiere conservar el relato sobre Dios, podría hacer sobre esto una interpretación así. Se ha explicado, en efecto, que ‘la montaña ardía en fuego’, según dice la Ley, porque Dios había descendido, y que los sonidos de las trompetas y el fuego ardiente se originaban sin que nada los sustentara. Y a pesar de que toda la multitud –no menos de cien miríadas sin contar niños y ancianos – estaba reunida alrededor de la montaña, y aunque su circunvalación duraba no menos de cinco días, todos los que estaban en el círculo vieron el fuego arder desde cualquier punto de vista en el que estuvieran situados.
Por tanto, el descenso no fue local, pues Dios está en todas partes, sino que (el Legislador) mostró el poder del fuego, sorprendente en todas las cosas porque las consume todas, que ardía sin consumir nada y sin ser sustancialmente alimentado a no ser por el poder divino que se le añadía. Pues, aunque los lugares que había en la montaña ardían intensamente, nada se consumió sino que el verdor de todo permaneció intacto al fuego, y junto con la exhibición del fuego con un fulgor relampagueante, se escuchaba un intenso resonar de trompetas sin que hubiera tales instrumentos ni nadie que los hiciera sonar, sino que todo sucedió por divina disposición.
Queda claro, en consecuencia, que el descenso divino se produjo por las siguientes razones: para que los que lo vieron juntos comprendieran cada una de estas cosas desde el punto de vista de una revelación, no el hecho de que el fuego no consumiera nada, como se ha dicho antes, ni que los sonidos de las trompetas se produjeran sin acción humana o sin el concurso de los instrumentos, sino que Dios sin nada estaba mostrando su grandeza a través de todo”.
Esto también lo escribió Aristobulo.
En conclusión, propondríamos como hipótesis intermedia que Pablo habría utilizado el término “fariseo” de un modo distinto, amplio, más como defensor de las ideas fariseas que como experto en razonamientos “rabínicos”.
Y para ello no habría sido preciso que hubiera pasado años de su juventud a los pies de ningún maestro famoso en Jerusalén. Habría bastado su despierta inteligencia y su espíritu celoso de la Ley para asimilar lo principal del fariseísmo, sobre todo a partir de las disquisiciones sinagogales, quizás en Tarso o en Damasco.
Tanto los Hechos de los Apóstoles como Pablo mismo habrían exagerado aquí su fariseísmo para resaltar la enorme tarea realizada por el Espíritu, que había convertido a un terrible perseguidor en seguidor ardiente del Mesías.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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