062. Unas palabras. 1
Vuelvo a comentar para el blog de Antonio Piñero tras un periodo de trabajo. Iniciaré esta nueva andadura con una mezcla de arqueología y lingüística que resulta muy atractiva para afianzar los conocimientos sobre los orígenes del cristianismo.
| Eugenio Gómez Segura
Carl Sagan en una conferencia en 1987.
En un turno de preguntas tras una conferencia fechada en 1994, el astrónomo Carl Sagan se enfrentó a esta cuestión: ¿Hay, para Usted, algún dios? (Is there any god to you?). Él, anticipándose a cualquier mala impresión que se dedujera de lo que pensaba contestar, afirmó que no iba a dejar pasar ninguna pregunta y ésa, en concreto, tampoco.
Su discurso comenzó, pues, de una manera muy sencilla: mediante otra pregunta. Hubo de hacerlo así para captar la atención de los asistentes (si es que le hacía falta a semejante divulgador) porque se proponía ofrecer un punto de vista rara vez escuchado ante tal cuestión. La pregunta-respuesta fue la siguiente:
Let me ask you what do you mean when you use the word “god”.
Permítame preguntarle qué quiere Usted decir cuando se sirve de la palabra “dios”.
Tras una nueva pregunta por parte del coordinador, un poco contrariado (o confuso), Carl Sagan pasó entonces a mencionar algunas concepciones y definiciones de “dios”: un venerable anciano de piel blanca y brillante, barbado, sentado en el cielo, del que no hay evidencia; el dios de Einstein, muy cercano a la totalidad de las leyes físicas del universo (sería de locos negar que hay leyes en el universo, y si uno quiere que eso sea la divinidad, pues adelante) o el dios que reina y se retira, creador de todo y después olvidadizo con todo lo que ha creado...
Concluye Sagan diciendo: si me pregunta si creo en Dios, responda yo sí o diga no, Usted no sabrá, en definitiva, absolutamente nada. Es decir, si no concretamos, nada sabemos.
La anécdota me da pie para, al volver a trabajar en este blog, plantear algunas entradas sobre lo adecuado de saber de qué hablamos cuando nos referimos a los términos más importantes de los orígenes del cristianismo. Mucho de esto ya lo ha tratado Antonio Piñero en años anteriores, pero no estará de más para todas aquellas personas que se hayan unido en los últimos tiempos a este blog repasar algunos conceptos y entender algunas cuestiones de capital importancia para conocer, y hacerse una idea cabal, el proceso que durante unos cincuenta o sesenta años desembocó en la aparición del cristianismo entre las religiones que se seguían en el Imperio Romano.
Porque, con las palabras, sucede lo mismo que con los yacimientos arqueológicos: en realidad la historia de la Lengua es una ininterrumpida acumulación de características que añaden novedades a los significados. En un yacimiento uno encuentra diferentes niveles arqueológicos, unos paralelos a otros, pero también invadiéndose, cortándose, casi desafiándose, y sabremos qué busca el arqueólogo y cómo ha de pensar para ofrecer los resultados de su investigación si nos imaginamos una sucesión de niveles o épocas que explican la vida de los restos humanos, pues unas fases dejan lugar a otras.
La idea de una arqueología del cristianismo primitivo, más allá de lo evidentemente material, referida por tanto a las ideas, es posible técnicamente y muy necesaria didácticamente. Una muestra inicial de la misma en mi último libro, Hijos de Yahvé, una arqueología de Jesús y Pablo.
Volviendo a las palabras, si asumimos ese proceso y, además, recapacitamos sobre la limitada cabida que cada una de ellas tiene en sus letras y sonidos, puede verse también como lógico el proceso inverso, que algunos significados o matices se vayan perdiendo a lo largo del camino.
Porque, cuando estudiamos el vocabulario, hemos de reflexionar sobre algunos detalles que hemos podido (y podemos) comprobar en nuestra propia vida: cómo algunas palabras se olvidan, caen en desuso; cómo algunas nacen y triunfan; el matiz que en las charlas entre amigos discutimos a propósito de un concepto, cosa que nos señala claramente que no siempre entendemos lo mismo que otras personas al usar un término.
De manera que, si somos capaces de definir y entender qué significaba en cada época concreta de la aparición del cristianismo una no muy larga pero sí relevante serie de palabras que atañen a la historia de la cristiandad, nuestras ideas se clarificarán. Algunas de ellas son “bautismo”, “Cristo”, “hijo de Dios”, “iglesia”, “cruz”, por supuesto “Dios”. A ellas me dedicaré en próximas entradas.
Y, claro está, si quienes consultan este blog tienen interés por alguna concreta que no vaya apareciendo y sea de importancia, les ruego nos indiquen mediante sus comentarios cuáles son para estudiar su tratamiento en el futuro.
Saludos cordiales,
Eugenio Gómez Segura.