Qué sabíamos sobre el Judas gnóstico antes de 1978 (II)



Hoy escribe Antonio Piñero

En torno al siglo IV, o quizás más tarde, un autor desconocido, denominado el Pseudo Tertuliano, nos completa esta información de Ireneo. En su obra, titulada Adversus Omnes Haereses, dice así (nº 2):

Los que tal afirman defienden también a Judas el traidor, describiéndolo como admirable y grande a causa de los beneficios que acarreó al género humano. Algunos creen que se debe dar las gracias a Judas por este motivo. Judas, advirtiendo que Cristo quería destruir la Verdad, lo entregó para evitar la destrucción de aquélla. Otros opinan de diverso modo: las potestades de este mundo no querían que el Cristo sufriera la pasión, para que al género humano no se le ofreciera la salvación por medio de su muerte. Entonces, velando por la salvación del género humano, Judas entregó a Cristo. Así la salvación, obstaculizada por las potencias que interferían para que Cristo no sufriera pasión, no pudo ya impedirse en absoluto.

Tenemos, pues, en este texto, una doble rehabilitación de Judas: según unos gnósticos, Cristo, es decir, la parte corpórea del Salvador, no transmitía toda la revelación, toda la Verdad. Por ello Judas lo entregó, pero sólo para que muriera su parte corpórea. Así, tras la resurrección, el Salvador espiritual –no ya el Cristo corpóreo que es como su recubrimiento carnal— puede dedicarse a hablar con sus discípulos y revelarles toda la Verdad.

Según otros gnósticos, Judas (probablemente por indicación del Revelador/Cristo) entrega a Jesús a la pasión de modo que pueda salvarse el género humano, es decir, que quede liberado el espíritu de los hombres de las ataduras de la materia. Las “potestades de este mundo”, los ángeles del Demiurgo/Dios de este mundo, no quieren que se ejecute la salvación. Por eso interfieren. Pero el acto de Judas precipita el acto de la salvación.

Estas informaciones, escuetas pero densas, son confirmadas por otros escritores posteriores como Filastrio, Liber de haeresibus 2, y Epifanio de Salamina, Panarion 38.

El texto de Epifanio, en su obra Contra las Herejías, también llamado Panarion, es demasiado amplio como para ser citado in extenso, pero merece la pena que entresaquemos sus ideas principales:

Los cainitas toman el nombre de este personaje al que tienen en gran honor.

Adán y Eva han nacido de ángeles. Sus dos hijos, Caín y Abel, proceden consecuentemente también de las potencias angélicas. De la más fuerte nació Caín; de la débil, Abel.

Tanto Caín como otros personajes del Antiguo Testamento, Esaú, Coré y los sodomitas, proceden en realidad de potencias y autoridades divinas. Su valoración debe ser positiva.

Los gnósticos cainitas proceden también de estos personajes, pues en doctrinas son sus congéneres y sucesores.

El creador de este mundo, el Demiurgo, pretendió hacerles daño, pero no pudo. El espíritu de estos personajes logró ocultarse de él y refugiarse en el Pleroma o eón superior.

Judas es uno de los que han recibido de aquéllos una revelación especial.

Existe un opúsculo, que los cainitas denominan Evangelio de Judas, cuya autoría última atribuyen a este personaje (y que contiene al menos parte de estas revelaciones).

La gnosis de los cainitas depende también del conocimiento que poseen (por revelación probablemente) de los ángeles y de sus funciones.

Otras doctrinas las toman de otros gnósticos.

Han producido también otros escritos entre los cuales hay uno que adscriben al apóstol Pablo y que lleva por título “El ascenso” (hasta el tercer cielo; véase 2 Cor 12,4). De él toman también otras doctrinas esotéricas.

La doctrina general de los cainitas insiste en apartarse de todas las obras del Creador y ascender hasta el ámbito superior por medio del “sacrificio” de Cristo (el Revelador). Cada rama, sin embargo, entiende de modo diverso qué significó este “sacrificio”. Pero Judas, con su entrega de Cristo interviene en él de algún modo.

Para unos Cristo sacrificó su cuerpo, es decir, la materia (en contra de la voluntad del Demiurgo).

Para otros Judas entregó a un Cristo “malo”, en el sentido que la parte corporal de éste predicó a favor de la Ley del Antiguo Testamento, es decir del Demiurgo.

Para otros Judas entregó a Jesús por designio divino. Los príncipes de este mundo, el Demiurgo y sus ángeles, sabían que si se consumaba el sacrificio de Cristo los hombres serían liberados y ellos perderían todo su poder sobre la humanidad. Por ello no deseaban el sacrificio de Cristo. Judas lo aceleró con su entrega, con lo cual contribuyó con una buena obra a nuestra salvación.

Por todos estos motivos es Judas digno de toda alabanza.

Por último, en la herejía siguiente, la 39, Epifanio confirma que los cainitas y los setianos en general profesan doctrinas muy parecidas, y que Set es el antepasado de Cristo (en cuanto receptor y transmisor de la revelación divina, la gnosis), de modo que algunos denominan “Cristo” a Set, o bien piensan que este último se ha encarnado en Cristo.

El brevísimo texto de Filastrio de Brescia confirma simplemente que, desde el punto de vista de la ortodoxia de la Iglesia, se pensaba que Caín procedía en realidad de una estirpe diabólica. Por eso había matado a Abel, y por ello los que apelaban a las tradiciones cainitas son herejes.

Como apuntamos antes, cuando se descubrió el Evangelio de Judas en 1978, conocíamos ya el ámbito de todas estas teorías gnósticas. Y no sólo a partir de los resúmenes de las herejías cristianas compuestos por los Padres de la Iglesia que hemos mencionado –enemigos ciertamente de los herejes, Ireneo y Epifanio sobre todo, lo que podría hacerlos sospechosos de parcialidad—, sino especialmente por la publicación de textos originales gnósticos que se descubrieron en 1945: los evangelios gnósticos llamados de Nag Hammadi, cuyos representantes más pertinentes, para entender el “misterio” de la traición de Judas, son el Evangelio de María Magdalena (Papiro Berolinense), el de Evangelio de Felipe y el Evangelio de Tomás -textos todos publicados en la colección Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi, de la Editorial Trotta, Madrid.

Gracias a estos textos y otros por el estilo, podemos hacernos una buena idea de cómo podemos interpretar el Evangelio de Judas, situándolo dentro de un marco gnóstico, en concreto dentro de la rama “setiana”. Y esta versión del gnosticismo la conocemos bastante bien porque dentro de los textos descubiertos en Nag Hammadi se han descubierto escritos que pertenecen a esta rama. Entre otros son los denominados Apócrifo de Juan o Libro secreto de Juan, Evangelio de los egipcios, Segundo tratado del gran Set, Zostriano, Allógenes y el Pensamiento trimorfo. Estudiar bien estos textos lleva a poder entender el Evangelio de Judas, que contiene una teología absolutamente semejante.

Seguiremos con el tema el próximo día.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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