El ritual de los sacrificios (y III) - La magia en el Antiguo Testamento (VII)

Hoy escribe Antonio Piñero

Otro caso típico del poder del agua, ciertamente mágico, es el de la ordalía por celos descrita en Números 5,11-31. En este caso también el agua actúa mezclada con otro elemento:

"Cualquier hombre cuya mujer se haya desviado y le haya engañado... pero no hay ningún testigo y no ha sido sorprendida... ese hombre llevará a su mujer al sacerdote... y éste la pondrá delante de Yahvé. Tomará luego agua santa en un vaso de barro y cogiendo polvo del pavimento de la Morada (de Yahvé = el Templo), lo esparcirá sobre el agua..."


El sacerdote le hace beber del agua con esta imprecación:

"Si estando bajo la potestad de tu marido te has desviado... que entren estas aguas de la amargura en tus entrañas, pera que inflen tu vientre y hagan languidecer tus caderas..."


La creencia en el poder misterioso de este agua se mantuvo durante siglos hasta que Johannan ben Zaccai abolió la prueba a finales del s. I (Sotah 9,9). El rito era probablemente muy antiguo. En un principio sería el agua la portadora del poder mágico. La religión israelita hereda el rito, pero lo transforma de acuerdo con su nueva concepción de la religión: es Yahvé quien actúa, pero por medio del agua.

Sacrificios humanos

Se ha sostenido por diversos investigadores que hasta la época de la redacción definitiva del libro del Deuteronomio (hacia los años del destierro: s. VI a. C.: otros la sitúan más tarde: en torno al 400 a.C.) se habían practicado en Israel sacrificios humanos, a los que los israelitas habrían atribuido singular valor mágico pues constreñían especialmente a la divinidad. Curiosamente, al parecer el ofrecimiento de hijos y otros sacrificios humanos no se suele dar en las religiones más primitivas, sino en las que han experimentado un cierto desarrollo.

Textos al respecto son los siguientes: 2 Re 21,6 (el rey Manasés de Judá “hizo pasar a su hijo por el fuego”); en general: 2 Re 23,10 ("pasar por el fuego a un hijo en honor de Mólec"); Jr 7,31: “Y edificaron los altos de Tofet… para quemar allí sus hijos y sus hijas…” ; 19,5-6: “…Y edificaban los lugares alto a Baal, para quemar sus propios hijos como holocausto a Baal…”; Is 57,5: "degolladores de niños en las torrenteras y en los resquicios de las peñas". Indirectamente: Ez 16,20s; 23,37. También Miq 6,7: "¿Daré (a Yahvé) mi primogénito por mi rebeldía...?"


El presupuesto de este tipo de ritos es la creencia que la divinidad puede mandar lo que le apetezca. Ofrecer lo que más cuesta será bien recibido. Esta suposición no es inverosímil y al parecer es la debía de subyacer a tales sacrificios que el entorno púnico y cananeo practicaba. Así los ammonitas, moabitas, los egipcios y pueblos cananeos. Para los moabitas hay un testimonio en 2 Re 3,27:

"Viendo el rey de Moab que llevaba la peor parte en la batalla... tomó a su primogénito... y lo alzó en holocausto sobre la muralla... y hubo gran cólera contra los israelitas que se alejaron de allí..."


Por lo visto, el sacrificio tuvo éxito. Para los ammonitas tenemos los pasajes de Lv 18,21; 20,2; y para los pueblos arameos en general, 2 Re 17,31.

El sacrificio humano aparece, como es bien sabido, en Gn 22 (sacrificio de Isaac)28. Abrahán hasta el último momento cree obedecer a Dios, pero éste detiene el sacrificio. Sin embargo, el autor del texto no polemiza contra tal sacrificio y acepta su posibilidad.

Según Hyam Maccoby, The sacred Executioner (“El sacrificador sagrado”) Londres 1982, 191, y también en su obra Paul and Hellenism (“Pablo y el helenismo”) Londres 1991, 66, existe un fragmento de un midrás (una paráfrasis a un pasaje de la Biblia, normalmente con ánimo pedagógico o de lectura pidadosa), con la signatura Cambridge Univ. Library MS Or. 1080, Box I; 48, que permite percibir una versión anterior a esta historia: Isaac sufre la muerte, pero luego es resucitado y accede al ámbito de lo divino. Hay exegetas que opinan que la modificación con final feliz de la historia primitiva -que acababa con el sacrificio- es un alegato de protesta contra los sacrificios humanos en general y el de los hijos pequeños en particular.

Una historia más antigua, la de Jefté, acaba con la inmolación a Yahvé de la propia hija del héroe:

"Jefté hizo un voto a Yahvé: 'Si entregas en mis manos a los ammonitas, el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso del encuentro con los ammonitas, será para Yahvé y lo ofreceré en holo¬causto" (Jueces 11,30-31).


Jefté obtiene una resonante victoria, pues Yahvé puso en sus manos a los ammonitas. Entonces,

"Cuando Jefté volvió a Mispá, a su casa, he aquí que su hija salía a su encuentro bailando al son de las pandere¬tas. Era su única hija; no tenía más hijos que ella. Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó: '¡Ay, hija mía! ¡Me has desrozado! ¿Habías de ser tú la causa de mi desgracia? Se me fue la boca ante Yahvé y no puedo volverme atrás'" (vv. 34-35).


Tampoco encontramos en este relato ninguna crítica a Yahvé por hacer de Jefté un poseído del Espíritu, ni siquiera un reproche al monarca por cumplir estrictamente su voto. El relato indica con claridad que en tiempo de los Jueces no eran insólitos en Israel tales sacrificios. Aunque el escritor del libro de los Jueces parece tender un velo de discreción sobre el último acto de la historia, es claro que Jefté cumplió su voto. Es más, para conmemorar el hecho se instaura la costumbre ritual de llorar a la hija de Jefté cuatro días al año. Probablemente primero existió el rito y luego se forjó la leyenda para explicarlo.

Algunos judíos de hoy opinan que el silencio sobre el último momento de la muchacha indica que su padre no consumó el sacrificio. El texto bíblico, sin embargo, no permite esta interpretación. Los antiguos comentaristas judíos aceptaban el trágico final: Flavio Josefo, Antigüedades V 7,10; el tratado rabínico Bereshit Rabba, 60.

Desde el punto de vista de la historia de las religiones el treno por la muchacha inmolada debe ser puesto en relación con los lamentos de héroes o semidioses que sufren muerte cruel, Idomeneo en Virgilio, Eneida 11,264, o la misma Ifigenia. En tiempos muy arcaicos, en la villa de Braurion se conmemoraba su suerte en la festividad de Artemis Tauropolos con un sacrificio humano. Por otro lado, resulta curioso que Jefté es alabado, al menos indirectamente, en ciertos textos como 1 Samuel 12,11; Eclesiástico 46,11; Hebreos 11,32-34.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
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