Homilías de Francisco durante la apertura de las puertas santas de su pontificado Las puertas santas de Francisco
"La gracia de un Jubileo es abrir los corazones a la esperanza"
"La esperanza nos pide que nos indignemos por las cosas que no están bien"
"A los que empuñan injustamente las armas, les digo: Depongan estos instrumentos de muerte"
"Hagamos nuestra la misericordia del Buen Samaritano"
"A los que empuñan injustamente las armas, les digo: Depongan estos instrumentos de muerte"
"Hagamos nuestra la misericordia del Buen Samaritano"
| Dumar Espinosa Dumar Espinosa
Papa Francisco sigue la tradición centenaria de la Puerta santa, pero, como en todo lo que hace, pone su sello personal Bauhaus, sobriedad, minimalismo, sencillez y funcionalidad. Sin martillo ceremonial, ni mitra (en algunos casos); en silla de ruedas, por su dificultad de rodilla, como cualquier peregrino; no esconde la humanidad de sus achaques debajo de ornamentos, baldaquinos, silla gestatoria, flabelos preconciliares o tronos sobre ruedas empujados por pajes.
Las homilías de Francisco corresponden también a su estilo básico y directo. Prefiere el liderazgo de la palabra certera al estilo barroco del plural mayestático y saludos cortesanos de otras épocas. Prefiere también la meditación de un solo texto bíblico a la mención escolástica de diversos textos de la Escritura y del Magisterio precedente.
Los lugares de Francisco también son novedosos. Abrió de manera preliminar el Jubileo extraordinario de la Misericordia en la catedral de Bangui en la República Centroafricana, en 2015. Para el Jubileo ordinario de la Esperanza abrió una segunda puerta santa en la capilla de la cárcel de Rebibbia en la ciudad de Roma. Francisco quiere que la indulgencia jubilar llegue a todas las "periferias geográficas y existenciales". Las basílicas patriarcales de Roma continúan siendo meta de peregrinación universal, pero cada catedral diocesana cuenta con su Puerta santa para acoger a los peregrinos de la esperanza que no tienen la oportunidad de visitar la ciudad eterna.
Se recogen a continuación, fotografías y extractos de sus homilías, con motivo de la apertura de las puertas santas, en los dos años jubilares de su pontificado.
Abrir las puertas del corazón.
Apertura de la puerta santa Prisión de Rebibbia, Roma, 26 de diciembre de 2024.
"Es un hermoso gesto abrirse de par en par: abrir puertas. Pero más importante es lo que significa: es abrir los corazones. Corazones abiertos. Y eso es lo que hace la fraternidad. Los corazones cerrados, los corazones duros, no ayudan a vivir. Por eso la gracia de un Jubileo es abrir, abrir y, sobre todo, abrir los corazones a la esperanza.
Me gusta pensar en la esperanza como el ancla que está en la orilla y nosotros con la cuerda nos quedamos allí, seguros, porque nuestra esperanza es como el ancla en tierra firme (cf. Hb 6,17-20). No perdáis la esperanza. Este es el mensaje que quiero darte; a todos nosotros. A mí el primero. A todos. No perdáis la esperanza. La esperanza nunca decepciona. Nunca. A veces la cuerda es dura y nos hace daño en las manos... pero con la cuerda, siempre con la cuerda en la mano, mirando a la orilla, el ancla nos lleva hacia adelante. Siempre hay algo bueno, siempre hay algo que nos hace seguir adelante.
Cuando el corazón está cerrado se vuelve duro como una piedra; se olvida de la ternura. Incluso en las situaciones más difíciles -cada uno tiene las suyas, más fáciles, más difíciles, pienso en vosotros- tened siempre el corazón abierto; el corazón, eso es lo que nos hace hermanos. Abrid de par en par las puertas del corazón. Cada uno sabe cómo hacerlo. Cada quien sabe dónde está la puerta cerrada o medio cerrada".
Indignación ante la injusticia y prontitud para el cambio
Apertura de la puerta santa de la Basílica de San Pedro, 24 de diciembre de 2024.
"Con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti! Hay esperanza para cada uno de nosotros. Pero no se olviden, hermanas y hermanos, que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. No se olviden de esto, que es un modo de entender la esperanza en el Señor.
Esta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo rápidamente. ¡Y hay tantas desolaciones en nuestro tiempo! Pensemos a las guerras, a los niños ametrallados, a las bombas sobre las escuelas y sobre los hospitales. Disponerse rápidamente, sin aminorar el paso, dejándose atraer por la buena noticia.
Aprendamos del ejemplo de los pastores, la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar —y muchos de nosotros, tenemos el peligro de acomodarnos en nuestro propio bienestar—; la esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad, y no sólo, también a través de nuestra compasión. Y aquí tal vez nos hará bien interrogarnos sobre nuestra compasión: ¿tengo compasión?, ¿sé padecer-con? Pensémoslo".
Deponer las armas de este mundo
Apertura de la puerta santa Catedral de Bangui, República Centroafricana, 29 de noviembre de 2015
"Bangui se convierte hoy en la capital espiritual del mundo. El Año Santo de la Misericordia llega anticipadamente a esta tierra. Una tierra que sufre desde hace años la guerra, el odio, la incomprensión, la falta de paz. En esta tierra sufriente también están todos los países del mundo que están pasando por la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. Pidamos todos nosotros paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. Pidamos la paz para Bangui, para toda la República Centroafricana para todos los países que sufren la guerra, pidamos la paz.
Lanzo un llamamiento a todos los que empuñan injustamente las armas de este mundo: Depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz. Discípulos de Cristo, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos en este país que lleva un nombre tan sugerente, situado en el corazón de África, y que está llamado a descubrir al Señor como verdadero centro de todo lo que es bueno: la vocación de ustedes es la de encarnar el corazón de Dios en medio de sus conciudadanos. Que el Señor nos afiance y nos haga presentarnos ante «Dios nuestro Padre santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos» (1 Ts 3,13)".
El Padre misericordioso sale a nuestro encuentro
Apertura de la puerta santa Basílica de san Pedro, 8 de diciembre de 2015
"Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Es Él el que nos busca. Es Él el que sale a nuestro encuentro. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia. Cuánto se ofende a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de destacar que son perdonados por su misericordia (cf. san Agustín, De praedestinatione sanctorum 12, 24) Sí, así es precisamente. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios tendrá lugar siempre a la luz de su misericordia. Que el atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, haga que nos sintamos partícipes de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo.
Hoy, aquí en Roma y en todas las diócesis del mundo, cruzando la Puerta Santa, queremos recordar también otra puerta que los Padres del Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, abrieron hacia el mundo. Esta fecha no puede ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe. En primer lugar, sin embargo, el Concilio fue un encuentro. Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de las aguas poco profundas que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para reemprender con entusiasmo el camino misionero. Era un volver a tomar el camino para ir al encuentro de cada hombre allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo...; dondequiera que haya una persona, allí está llamada la Iglesia a ir para llevar la alegría del Evangelio y llevar la misericordia y el perdón de Dios. Un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo. El jubileo nos estimula a esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del Samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la conclusión del Concilio. Que al cruzar hoy la Puerta Santa nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano".
Alegría y misericordia
Apertura de la puerta santa Basílica de san Juan de Letrán, 13 de diciembre de 2015
"La invitación del profeta dirigida a la antigua ciudad de Jerusalén, hoy también está dirigida a toda la Iglesia y a cada uno de nosotros: « ¡Alégrate… grita!» (Sof 3, 14). El motivo de la alegría se expresa con palabras que infunden esperanza, y permiten mirar al futuro con serenidad. El Señor ha abolido toda condena y ha decidido vivir entre nosotros.
En este tercer domingo de Adviento no está permitida ninguna forma de tristeza, a pesar de tener motivos por las muchas preocupaciones y por las múltiples formas de violencia que hieren nuestra humanidad. Sin embargo, la venida del Señor debe llenar nuestro corazón de alegría. El profeta, que lleva escrito en su propio nombre —Sofonías— el contenido de su anuncio, abre nuestro corazón a la confianza: «Dios protege» a su pueblo. En un contexto histórico de grandes abusos y violencias, por obra sobre todo de hombres de poder, Dios hace saber que Él mismo reinará sobre su pueblo, que no lo dejará más a merced de la arrogancia de sus gobernantes, y que lo liberará de toda angustia. Hoy se nos pide que «no desfallezcamos» (cf. Sof 3, 16) a causa de la duda, la impaciencia o el sufrimiento.
Hemos abierto la Puerta santa, aquí y en todas las catedrales del mundo. También este sencillo signo es una invitación a la alegría. Inicia el tiempo del gran perdón. Es el Jubileo de la Misericordia. Es el momento de redescubrir la presencia de Dios y su ternura de padre. Dios no ama la rigidez. Él es Padre, es tierno. Todo lo hace con ternura de Padre. Seamos también nosotros como la multitud que interrogaba a Juan: «¿Qué tenemos que hacer?» (Lc 3, 10). La respuesta del Bautista no se hace esperar. Él invita a actuar con justicia y a estar atentos a las necesidades de quienes se encuentran en estado precario.
Delante a la Puerta Santa que estamos llamados a atravesar, se nos pide ser instrumentos de misericordia, conscientes de que seremos juzgados sobre esto. Quién ha sido bautizado sabe que tiene un mayor compromiso. La fe en Cristo nos lleva a un camino que dura toda la vida: el de ser misericordiosos como el Padre. La alegría de atravesar la Puerta de la Misericordia se une al compromiso de acoger y testimoniar un amor que va más allá de la justicia, un amor que no conoce confines. Y somos responsables de este infinito amor, a pesar de nuestras contradicciones".
Seamos misericordiosos
Apertura de la puerta santa Albergue de la Cáritas de Vía Marsala, Roma, 18 de diciembre de 2015
"Si quieres encontrar a Dios, búscalo en la humildad, búscalo en la pobreza, búscalo donde Él está escondido: en los necesitados, en los enfermos, en los hambrientos, en los encarcelados.
Y Jesús, cuando nos predica la vida, nos dice cómo será nuestro juicio. No dirá: ven conmigo porque has dado muchos donativos a la Iglesia, tú eres un bienhechor de la Iglesia, ven, ven al cielo. No. La entrada al cielo no se paga con dinero. No dirá: tú eres muy importante, has estudiado mucho y has tenido muchas condecoraciones, ven al cielo... No. Los honores no abren la puerta del cielo. ¿Que nos dirá Jesús para abrirnos las puertas del cielo? «Estaba hambriento y me diste de comer; no tenía un techo y me has dado una casa; estaba enfermo y has venido a visitarme; estaba en la cárcel y has venido a verme» (cf. Mt 25, 35-36). Jesús está en la humildad.
El amor de Jesús es grande. Por esto hoy, al abrir esta Puerta santa, yo quisiera que el Espíritu Santo abriera el corazón de todos los romanos y les hiciera entender cuál es el camino de la salvación. No es el lujo, no es el camino de las grandes riquezas, no es el camino del poder, es el camino de la humildad. Los más pobres, los enfermos, los presos —Jesús dice más—, los más pecadores, si se arrepienten, nos precederán en el cielo. Ellos tienen la llave. El que hace un gesto de caridad es aquel que se deja abrazar de la misericordia del Señor".
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