Carta a un político



Querido amigo: Como sabes, Mariano Rajoy habló en su día de reducir el número de diputados en el Congreso y en el Senado. Puede ser un modo de recortar gastos en este momento económico tan crítico que padecemos. Pero yo esto lo compensaría socializando la política, es decir, haciendo partícipes en ella a todos los ciudadanos. ¿Qué te parece?

Se ha dicho con mucho acierto que socializar la política es el mejor proyecto frente a la privatización, que vosotros los profesionales del puesto público habéis consagrado llamándola "una democracia representativa" (Pablo Castellano El País 4-X-1981).

Pienso que una forma de superar la apatía política de los ciudadanos sería que las instituciones democráticas se abrieran más a todos y nos ofrecieran cauces de participación en ellas. No basta el ritual de "puertas abiertas" del Congreso de los Diputados un día al año para visitarlo. En este sentido los políticos habéis forzado poco la imaginación, cuando deberíais ir educando la responsabilidad de los ciudadanos para que se impliquen en los asuntos públicos y la política deje de ser coto privado de una casta o familia. Hasta el C. Vaticano II lo dice (GS 75).

Un ejemplo lo tenemos en los habitantes de la antigua Grecia o Roma que acudían todas las semanas a sus asambleas en la plaza pública, donde se trataban los asuntos de la polis, de la ciudad (Rousseau, El contrato social, Ed Madrid 1979). Precisamente a esta forma de participación en la vida pública se refería Aristóteles al definir al hombre como animal político.

Y en la antigua Roma, a pesar de que los tribunos eran algo sagrado, no hubieran podido imaginar que estos usurparan las funciones del pueblo, como la usurpan hoy con toda naturalidad nuestros parlamentarios y demás gestores de la vida pública. ¿Qué dices tú al respecto?.

Una vez más el magisterio de Ortega es muy valioso, al tratar de despertar una actitud vigilante en el ciudadano sobre lo que acontece en la vida pública. Su argumento es que toda política aun la mejor, será siempre mala, en el sentido en que son malos, por buenos que sean, un aparato ortopédico o un tratamiento quirúrgico (J. Ortega y Gasset, OC VII, 131).

En la antigüedad Platón había esgrimido otro argumento. Es el siguiente: "Toda forma de gobierno lleva dentro de sí su vicio congénito que le hace degenerar inevitablemente (La república, Espasa-Calpe Madrid 1982).

La Conferencia Episcopal Española suaviza esta radicalidad de Platón al supeditar esta degeneración política sólo a la ausencia de moralidad en ella: "Sin una conciencia y voluntad éticas la actividad política degenera, tarde o temprano en un poder destructor (La verdad os hará libres, PPC, Madrid 1990;Ecclesia 2504 (1-XII-1990)
Hasta el próximo día.

-Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset
Fco. G-Margallo.
Volver arriba