Cristianismo y Secularidad
Una teología práctica
3,2. Dos razones más
Además de las razones aducidas anteriormente, existen otras dos razones importantes por las que la teología cristiana ha de ser una teología práctica y política, como repiten sus impulsores. Moltmann señala las siguientes:
a) Presencia de los laicos en la Iglesia
En adelante la teología, en lugar de ser una teología para sacerdotes y pastores, va a ser cada vez más una teología de laicos, por tanto, ha de estar en relación con la misión de estos en el mundo. En consecuencia, su configuración y praxis estará menos en función de la predicación y el culto divino y más en función de la vida en el mundo. De modo que temas como la socialización, la democratización y la educación para la ciudadanía han de ser muy frecuentes en ella.
La teología logrará así su plena inmersión en el mundo junto a las ciencias humanas, como señalábamos al principio hablando de la evolución de la teología. Moltmann cree que la teología como formación profesional para sacerdotes está tocando ya su fin, por eso aboga por una teología de laicos que forme hombres y mujeres que actúen en cristiano dentro del mundo. A la hora de poner nombre a dicha teología Moltmann no duda en llamarla "teología política", porque la res pública afecta a todos los hombres y el hombre es un ser político.
b) El diálogo con el mundo
En principio la teología cristiana es dialógica y sólo mediante el diálogo con el mundo, con el hombre y con otras religiones e ideologías posee y manifiesta su verdad. Moltmann está sobrado de razón y es admirable su esfuerzo porque esto sea realidad algún día, sin embargo, no parece que su aportación se tome hoy en serio debido al purismo teológico que prima en muchos teólogos todavía.
No obstante, estos han de saber que la teología no podrá comprender y desarrollar su propio objeto, si no entra en contacto con su época y sus contemporáneos. El temor que pueda existir en tal sentido es infundado y poco evangélico, porque el evangelio es amante del riesgo. El diálogo entre las religiones y las ideologías del mundo moderno es cada vez más necesario para la supervivencia de la humanidad.
Asimismo la teología debe buscar siempre el diálogo y las iglesias debieran encontrar las condiciones de llevarlo a cabo, porque cuando la teología y las iglesias se encierran en sus tradiciones y círculos clericales terminan atrofiándose y muriendo .
4. Legitimación teológica de la praxis
Ante el planteamiento práxico de la teología muchos se preguntan si no se da en él un reduccionismo evangélico. Tal es el caso del exégeta E. Grässer, que quiere saber si hay identidad real entre el mensaje cristiano original y el modelo cristiano que presenta la teología política. Otros se interrogan acerca de la relevancia dada a la praxis, puesto que Metz la hace intervenir como criterio interpretativo.
Es fácil adivinar que estos últimos no pueden obviar el origen y contexto marxista de este concepto. Para tranquilizar a todos ellos hay que decir: 1) Que no es el concepto marxista de praxis el que se encuentra en la teoría de la mediación fe y praxis social de la teología de Metz. Su intención se mueve más bien por los senderos bíblicos, asumiendo el mensaje cristiano con la impronta liberadora que entraña.
También Miguez Bonino se ha referido a la praxis histórica que la teología necesita para su reflexión y ha señalado asimismo el ámbito sociopolítico como el más adecuado, porque es en él donde el hombre y el cristiano asumen su responsabilidad por el mundo .
2) La teología política que Metz impulsa no hace más que constatar que la fe cristiana se va quedando al margen de la historia, siendo como es una fe histórica. Y, teniendo en cuenta que la historia está condicionada por el desarrollo de la sociedad, de las estructuras económicas etc., llega a la conclusión de que una fe socialmente irrelevante es también históricamente irrelevante.
El exégetata González Ruiz avala la tesis metziana, cuando se refiere a la apsepsia social y al intimismo de la intelectualidad moderna, que ha alcanzado a la teología cristiana y la ha desviado de su primitivo impulso bíblico. El escriturista constata cómo en los tres últimos siglos la palabra salvación ha sido despojada de sus inevitables resonancias históricas y sociales y ha quedado reducida a la intimidad y privacidad religiosa .
3) La teología política trata de dar una respuesta coherente tanto a los que esperan del cristianismo que contribuya de manera positiva a la promoción de la justicia y la libertad, como a los que tienen necesidad de una teoría teológica del cambio eclesial para situarse mejor como ministros del pueblo de Dios.
Sus teólogos son conscientes de que el hombre actual siente una gran añoranza de unidad, hasta el punto de correr el peligro de simplificar por querer proyectar todo en su vida desde un punto de vista único, como ha resaltado Rahner. La teología política busca, pues, la convergencia en la vida cristiana entre lo político y lo religioso, lográndolo satisfatoriamente .
En definitiva, la teología promovida por JB. Metz está sustentada sobre dos ejes: fe cristiana práctica política, por un lado y fe cristiana práctica eclesial, por otro.
En el primero su intento es interpretar el mensaje cristiano en las condiciones conflictivas y opresoras del mundo actual: La fe cristiana sale al paso de esta situación poniendo el acento en el carácter subversivo del evangelio, el cual se opone a cualquier forma de opresión. Esperanza activa en la historia para liberar al hombre es, pues, la característica que reviste la teología política en el primer eje.
En el segundo la teología política europea se vuelve sobre la vida interna de la Iglesia para propiciar una reforma institucional acorde con el evangelio: La Iglesia está llamada a afrontar una crítica sobre su manifestación de poder, si quiere recuperar su identidad cristiana. Desde el momento de su aparición, la nueva teología se propuso continuar la obra de reconversión de la Iglesia que se había comenzado en el concilio Vaticano II.
La originalidad que subyace en la base de la teología política es que en el cristiano tiene que realizarse una convergencia necesaria entre su manera de situarse en el campo religioso y en el social. Por tanto, no considera válida la concepción sectorial de una religiosidad puritana a la antigua usanza, que teme mancharse con un compromiso político serio (GS 43).
Esta actitud le parece la mayor expresión de una conciencia dividida, que sirve a los fines de los que prefieren que se estabilice la situación imperante en el mundo. Además, semejante dicotomía no es conforme a su objetivo fundamental de articular la fe cristiana con la liberación del hombre.
En consecuencia, la inhibición política del cristiano no es posible, porque el compromiso social pertenece a la entraña misma de la fe cristiana, que al ser una fe histórica no puede ser ajena a las realidades sociopolíticas inherentes a la condición humana, en la que Jesucristo se encarnó.
El acercamiento del ser humano a la realidad es siempre unitario, subjetiva y objetivamente. Y esto es válido de manera especial en el caso de la fe cristiana, que es acercamiento a la realidad de Dios, la gracia, Jesucristo, la historia, tanto en lo que se refiere a la comprensión teológica como a lo vivencial.
La totalidad del proceso de comprender y obrar es una necesidad en la fe cristiana. Es precisamente la articulación de la fe con todo lo que atañe a la vida del hombre en el mundo la que exige una íntima relación entre fe cristiana y praxis política, entendiendo ésta de manera general como todo lo relacionado con la sociedad.
La misma reflexión eclesiológica no puede salir bien parada en el marco de una teología fundamental práctica, mientras la relación de la Iglesia con el mundo siga relegada por la teología a un lugar secundario. No es válida, pues, una teología que no ofrece a la Iglesia más que los consuelos de "una seguridad dogmática, amnesis irenista e inocencia política a cualquier precio".
Se necesita, por el contrario, una eclesiología que ayude a la Iglesia a reflexionar crítica y productivamente sobre su pasado, a mirarse en el espejo de su propia praxis. Los estudios de Metz sobre una Teología fundamental práctica son la mejor base de esta eclesiología que necesitamos. Así lo ha manifestado Antonio Murcia, alumno de Metz, a quien éste dirigió su tesis doctoral, refiriéndose a la obra de su maestro La fe, en la historia y la sociedad, que venimos siguiendo .
Ver: Francisco Garcia-Margallo Bazago
Cristianismo y Secularidad
Manual de Nueva Teología Política Europea
(Es mi tesis doctoral)
4,1. Praxis social y credibilidad política del cristianismo