Cristianismo y Secularidad



Cristianismo y Secularidad
Subordinación al reino de Dios 2 enero

Entre los criterios de verificación que estamos analizando para ver si las estructuras sociales creadas por el capitalismo son aptas como mediación para la realización del reino de Dios en el mundo, los teólogos concluyen que esta mediación ha de ser siempre relativa y sometida al mismo reino, porque él trasciende a toda mediación. Sin embargo, tampoco esta condición se percibe en el uso que la religión burguesa neoconservadora de Estados Unidos hace del capitalismo democrático.

El modo como la mediación capitalista pretende hacer realidad el reino de Dios en la historia se sobrepone sobre el reino mismo, puesto que le somete a los intereses del propio sistema. Por consiguiente, ni éste ni la religión que le sustenta tienen nada en común con la opción por los pobres y ésta es conditio sine qua non para el descubrimiento del reino prometido a los pobres. Por lo que es lógico concluir con Mardones que nos encontramos ante un caso más de idolatría.

El capitalismo, aunque se llame democrático en el argot occidental, no concuerda con el mensaje cristiano, porque origina mucha exclusión social, explotando a los más débiles de la sociedad en función de sus fines. La ideología neoliberal heredera de la burguesía tradicional, que sustenta al sistema, está absolutamente convencida de que la exclusión o marginación es culpa del individuo exclusivamente; es incapaz de entenderla como resultado de tramas sociales.

Asimismo concibe la desigualdad como resultado de la libertad, es decir, del uso que cada persona decide hacer de su propia libertad: "algunos deciden trabajar menos o asumir menos riesgos". Por tanto, estamos ante "diferencias libremente deseadas y no ante injusticias sufridas" . Además, da por supuesto que todas las personas tienen acceso al trabajo, lo que denota que su razonamiento es ajeno a la realidad, porque la experiencia dice que la puerta de la pobreza la abre siempre la escasez de empleo y este es hoy el problema número uno en todo el mundo.

De modo que, a pesar de su disfraz democrático y religioso, el neocapitalismo burgués arrastra la herencia de la ideología liberal basada en la ley natural del egoísmo, que es necesario respetar siempre. Ya antes de Adam Smith los fisiócratas franceses habían concebido el desarrollo del orden económico en conformidad con las leyes naturales. A ellos se debe la política del laissez faire, que pasaría a los economistas posteriores. Los puntos principales de esta doctrina son:

-Los individuos han de ser libres en la consecución de su propio interés. Se les debe permitir elegir su propio trabajo, trasladarse de un lugar a otro, ganar dinero y hacer lo que quieran con su propiedad.
-El Estado no debe ayudarlos ni obstaculizarlos. Este principio se considera como una norma moral: la ley natural de los derechos del individuo. Y como ley natural ha de dar buenos resultados para la colectividad.
Toda esta doctrina de los fisiócratas franceses se contenía en la fórmula que acuñaron: "Laisser faire, laisser passer, le monde va de lui même" .

Pero a la larga dicha doctrina traería muy malas consecuencias, porque se impuso la ley del más fuerte, que es la que rige en el capitalismo actual, tanto en los países ricos como en los pobres. En esto no hay diferencia entre Norte y Sur, porque el Norte no es una realidad homogénea de gente rica con igual capacidad de consumo ni el Sur es tampoco una realidad homogénea de gente pobre que se solidariza entre sí para eliminar la miseria en el mundo.

Adam Smith, fundador de la escuela económica clásica en el siglo XVIII y recopilador de la ciencia económica, se ha guiado por los principios de los fisiócratas franceses y ha respetado de la misma manera el egoísmo natural del individuo como fuente primaria del bienestar social. Dice así:
-El operador económico, buscando su propio interés, "es conducido por una mano invisible" a conseguir un fin que sobrepasa sus intenciones. Con frecuencia promueve de esta manera el interés de la colectividad más eficazmente que si lo intentara a propósito.
-Todos los sistemas dirigidos a fomentar o a obstaculizar deben ser abandonados; el sistema simple de la libertad natural se impone por sí mismo.

El egoísmo natural del individuo como fuente indiscutible del bienestar social, la mano invisible providente, la libertad natural etc., aunque revistan distintas modalidades hoy, son temas que se barajan todavía en el neoconservadurismo norteamericano.

Es cierto que en la revolución industrial este capitalismo salvaje se mostró muy eficaz, pero también muy inhumano. No en vano contiene en sí grandes contradicciones. Por ejemplo, decir que la libertad de mercado es un mecanismo que asegura el buen funcionamiento del sistema al servicio de las necesidades de todos los hombres, está en contradicción con la tendencia a la concentración monopolística que le caracteriza.

Es igualmente contradictorio estructurar de manera individualista y sobre una base lucrativa y anacronica la producción económica moderna, que es una realidad social e interdependiente. Por esta vía económica monopolista y colonial no es posible solucionar los graves problemas del tercer mundo, ni los que preocupan al primero .

A esta actitud insolidaria del capitalismo responde la encíclica Sollicitudo rei socialis desde una óptica distinta. Así lo hace al hablar de la entrega al prójimo en la que cada uno está dispuesto a perderse por el otro, en sentido evangélio en lugar de explotarlo, y a servirlo en vez de oprimirlo para el propio provecho (SRS, 38.) Pero el capitalismo está incapacitado para entender este lenguaje, porque antepone el progreso económico al progreso social en la humanidad.

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Sigue el día 9
Incluso se ha transformado sustancialmente el concepto de clase social. Ya no existen sólo una burguesía emanada de la economía de mercado y un proletariado indultrial, sino que las clases sociales se han diversificado mucho con el sector de servicios y nuevas tecnologías. Por otra parte, al final de los años setenta la economía mundial se orientó hacia un modelo neoloberal con el llamado Consenso de Washington, lo que ha hecho que los pactos sociales de la postguerra entre empresarios, trabajadores y Estado se hayan debilitado mucho.

Ahora el hundimiento del proyecto socialista en la Europa del Este, por la presión exterior y las propias contradicciones, ha hecho que se presente el capitalismo con la pretensión de ser el único sistema posible y sin alternativa que le haga competencia.Sin embargo, la euforia capitalista es muy superficial, basta con ampliar la mirada a los países del Sur para percatarse de que nunca ha habido en el mundo tantos pobres. Hasta el Banco Mundial ha expresado su preocupación.

También el presidente Clinton se refirió a este problema en el Foro de Davos del año 2000, durante la reunión de los países más ricos del mundo. A este respecto cabe decir, aunque parezca una contradicción, que nadie como el multimillonario J. Marshal ha acentuado tanto los rasgos negativos que encierra el capitalismo. Contrariamente, pocos como Marx han subrayado las grandezas de la forma capitalista de producción.

Extraña asimismo que Marx hablara de la sociedad socialista sólo de manera indirecta, puesto que todo su trabajo científico en El Capital se centró en el análisis crítico de la economía capitalista que conoció en su época. En su Obra no se encuentra un estudio ni una decripción de cómo funciona la economía en una sociedad socialista. Las observaciones sobre ella se encuentran en el análisis que hace de la forma de producción capitalista.

No obstante, en ese análisis la sociedad socialista aparece como el parto histórico del desarrollo mismo del capitalismo. Es decir, en la contraposición
capitalismo-socialismo la evolución histórica del capitalismo va a desembocar inevitablemente en la sociedad socialista, aunque va a ser un parto muy doloroso y no deseado por la élite económica representada hoy por el G-7.

Sin embargo, es precisamente en el propio mecanismo capitalista de incrementar contínuamente las inversiones, a costa de niveles muy bajos en la parte dedicada al consumo de los asalariados, donde descubre Marx el camino que conduce al socialismo y a la liberación del hombre. Así se expresaba en una carta dirigida a Kungelmann en 1868:

"Yo veo a la gran industria no sólo como la madre del antagonismo, sino que la presiento también como la creadora de las condiciones materiales y espirituales para la solución de esos antagonismos, cosa que por lo demás no puede ir ocurriendo por un camino agradable" .
----- día 16----
Marx cree descubrir dentro del capitalismo un principio que le lleva a su destrucción. Previamente ha señalado que la miseria de los proletarios alcanzaría una gravedad insoportable, lo que les haría ver la necesidad de liberarse mediante la revolución. Esta primera reflexión la hizo heguelianamente al margen de la Economía Política, pero en el primer Manuscrito añadirá que las mismas leyes de la Economía Política conducen a esa situación extrema.

Y es que la ley azarosa de la concurrencia que rige la Economía burguesa, lleva a una concentración creciente de capitales, que arruina a los pequeños capitalistas y pequeños terratenientes, quedando sólo dos clases de población, la trabajadora y la capitalista. Esto lleva como consecuencia una nueva reducción de salarios y termina inevitablemente en la revolución. Así cree Marx haber descubierto un poco de racionalidad económica dentro de la irracionalidad inhumana de la concurrencia .

Asimismo describe en El Capital las propias contradicciones de este sistema: "La fuerza motriz del capitalismo no es la producción de valores de uso y disfrute, sino la producción de valor de cambio y su acrecentamiento.

En cuanto fanático de la revalorización del valor, obliga despiadadamente a la humanidad a producir y de aquí se deriva el desarrollo de las fuerzas productivas sociales y la creación de las condiciones materiales de la producción, que son imprescindibles para poder construir una forma más elevada de sociedad, una forma de sociedad cuyo principio fundamental es el desarrollo pleno y libre de cada uno de los individuos que la integran" .

Si analizamos todo esto a la luz de la situación que vive el mundo sumido en la pobreza en sus tres cuartas partes y en muchos casos una pobreza absoluta, no es tan claro que no exista la lucha de clases en la inmensa brecha social que separa a una minoría que acumula ingentes riquezas y los que ni siquiera tienen un puesto de trabajo y se ven obligados a vivir en la indigencia.
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Es verdad que en el rico Occidente la diversificación del trabajo es tan grande que no es posible ya hacer un análisis sociológico aplicando las categorías de la lucha de clases como en la industrialización del siglo XIX. Aquí ahora la lucha de clases se expresa en reducción de servicios sociales, flexibilidad laborar, bajos salarios, paro etc.

Pero en los países del Sur sí hay que hablar abiertamente de lucha de clases como en los momentos más duros. Además, la infracontratación en condiciones inhumanas y las relaciones indirectas entre capital y trabajo se desarrolla allí mediante unos mecanismos muy injustos creados por los países del Norte, que son los que fijan los precios de las materias primas y los productos agrícolas.

A todo esto hay que añadir el peso de la deuda externa, repatriación de los beneficios, evasión de capitales locales etc. Lo cual supone una sangría financiera del Sur al Norte. En definitiva, la lucha de clases no ha desaparecido, simplemente se ha transformado. Y dada la ventaja de la fuerza del capital respecto a la del trabajo, esta realidad sólo puede cambiarla otra fuerza mayor, por tanto, no se trata de abandonar la lucha, sino de intensificarla. "Frente a la mundialización de una economía dominada por el capital, hay que mundializar también las resistencias y las luchas".

Pero los nuevos movimientos eclesiales de espiritualidad se han apartado marcadamente de este carácter mesiánico que pertenece a la esencia del cristianismo. La teología de la liberación, en cambio, nos ha hecho tomar conciencia de que las luchas de clases se dan actualmente en todo el mundo y hay que afrontarlas decididamente con el evangelio en el corazón.

El propio Juan Pablo II en su discurso a los campesinos de Panamá en 1983 habló de la "lucha egoísta de clases", a pesar de que este concepto ha sido rechazado en el pensamiento social cristiano, dado el origen marxista del término y la identificación que se ha hecho entre lo social y lo individual.

A este respecto hay que decir que la lucha de clases no es una pelea entre un individuo y otro, su mecanismo es de tipo social y abarca tanto las prácticas del capital financiero, que recorre todo el mundo para conseguir beneficios inmediatos, como la organización de sindicatos obreros y movimientos campesinos para tenerlos de su parte. En síntesis, el capitalismo no sirve al bien común, porque hace de la ganancia y la competitividad su valor supremo no sólo en las prácticas económicas, sino transformando en mercado todas las relaciones humanas.

Es preciso aclarar también que la literatura cristiana ha identificado muchas veces la lucha de clases con la violencia y la ha rechazado por considerarla contraria al mensaje evangélico del amor cristiano. Esto no tiene por qué ser así, puesto que el método de la lucha de clases es de tipo institucional. Su desarrollo discurre por mecanismos económicos, disposiciones jurídicas, acción política y, si es necesario para conseguir sus objetivos, no duda en recurrir a la represión, la dictadura o la guerra.

En cambio, la lucha de los trabajadores se hace violenta solamente cuando peligra su vida física o cuando el adversario utiliza la fuerza represiva, pero no lo considera un medio necesario ejercido intencionadamente contra las personas. Al contrario, cree más eficaz en la lucha de clases no utilizar medios violentos, aunque su oposición a la violencia no puede considerarse un argumento contrario al compromiso en la lucha de clases.

Asimismo el amor al adversario que pide el evangelio no lleva necesariamente a oponerse a la lucha de clases, porque esta no va contra las personas, sino contra un sistema que las aliena hasta despojarlas de su humanidad. Por tanto, en las condiciones actuales la fuerza ha de traducirse en mundializar las resistencias y las luchas sociales que se apoyen en la justicia social, para suscitar un nuevo orden internacional.
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A este orden se refirió Juan Pablo II en la XXXVII Jornada Mundial de la Paz el día primero del 2004. Un nuevo orden que aporte soluciones a los graves problemas que afectan a la comunidad internacional, basado en el respeto a los seres humanos y en la solidaridad entre países ricos y pobres. El Papa pide reconducir el escenario mundial donde la globalización económica y las tecnologías, en lugar de acortar distancias, han hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, sembrando la semilla de nuevas guerras.
------------- día 23
4. Humanización del trabajo
Marx denunció en su día la forma
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