Cristianismo y Secularidad
B) Socialismo versus capitalismo
Entre los criterios de verificación que estamos analizando para ver si las estructuras sociales creadas por el capitalismo son aptas como mediación para la realización del reino de Dios en el mundo, los teólogos concluyen que esta mediación ha de ser siempre relativa y sometida al mismo reino, porque él trasciende a toda mediación. Sin embargo, tampoco esta condición se percibe en el uso que la religión burguesa neoconservadora de Estados Unidos hace del capitalismo democrático.
El modo como la mediación capitalista pretende hacer realidad el reino de Dios en la historia se sobrepone sobre el reino mismo, puesto que le somete a los intereses del propio sistema. Por consiguiente, ni éste ni la religión que le sustenta tienen nada en común con la opción por los pobres y ésta es conditio sine qua non para el descubrimiento del reino prometido a los pobres. Por lo que es lógico concluir con Mardones que nos encontramos ante un caso más de idolatría .
El capitalismo, aunque se llame democrático en el argot occidental, no concuerda con el mensaje cristiano, porque origina mucha exclusión social, explotando a los más débiles de la sociedad en función de sus fines. La ideología neoliberal heredera de la burguesía tradicional, que sustenta al sistema, está absolutamente convencida de que la exclusión o marginación es culpa del individuo exclusivamente; es incapaz de entenderla como resultado de tramas sociales.
Asimismo concibe la desigualdad como resultado de la libertad, es decir, del uso que cada persona decide hacer de su propia libertad: "algunos deciden trabajar menos o asumir menos riesgos". Por tanto, estamos ante "diferencias libremente deseadas y no ante injusticias sufridas" .
Además, da por supuesto que todas las personas tienen acceso al trabajo, lo que denota que su razonamiento es ajeno a la realidad, porque la experiencia dice que la puerta de la pobreza la abre siempre la escasez de empleo y este es hoy el problema número uno en todo el mundo.
De modo que, a pesar de su disfraz democrático y religioso, el neocapitalismo burgués arrastra la herencia de la ideología liberal basada en la ley natural del egoísmo, que es necesario respetar siempre. Ya antes de Adam Smith los fisiócratas franceses habían concebido el desarrollo del orden económico en conformidad con las leyes naturales. A ellos se debe la política del laissez faire, que pasaría a los economistas posteriores. Los puntos principales de esta doctrina son:
-Los individuos han de ser libres en la consecución de su propio interés. Se les debe permitir elegir su propio trabajo, trasladarse de un lugar a otro, ganar dinero y hacer lo que quieran con su propiedad.
-El Estado no debe ayudarlos ni obstaculizarlos. Este principio se considera como una norma moral: la ley natural de los derechos del individuo. Y como ley natural ha de dar buenos resultados para la colectividad.
Toda esta doctrina de los fisiócratas franceses se contenía en la fórmula que acuñaron: "Laisser faire, laisser passer, le monde va de lui même". Pero a la larga dicha doctrina traería muy malas consecuencias, porque se impuso la ley del más fuerte, que es la que rige en el capitalismo actual, tanto en los países ricos como en los pobres.
En esto no hay diferencia entre Norte y Sur, porque el Norte no es una realidad homogénea de gente rica con igual capacidad de consumo ni el Sur es tampoco una realidad homogénea de gente pobre que se solidariza entre sí para eliminar la miseria en el mundo.
Adam Smith, fundador de la escuela económica clásica en el siglo XVIII y recopilador de la ciencia económica, se ha guiado por los principios de los fisiócratas franceses y ha respetado de la misma manera el egoísmo natural del individuo como fuente primaria del bienestar social. Dice así:
-El operador económico, buscando su propio interés, "es conducido por una mano invisible" a conseguir un fin que sobrepasa sus intenciones. Con frecuencia promueve de esta manera el interés de la colectividad más eficazmente que si lo intentara a propósito.
-Todos los sistemas dirigidos a fomentar o a obstaculizar deben ser abandonados; el sistema simple de la libertad natural se impone por sí mismo.
El egoísmo natural del individuo como fuente indiscutible del bienestar social, la mano invisible providente, la libertad natural etc., aunque revistan distintas modalidades hoy, son temas que se barajan todavía en el neoconservadurismo norteamericano.
Es cierto que en la revolución industrial este capitalismo salvaje se mostró muy eficaz, pero también muy inhumano. No en vano contiene en sí grandes contradicciones. Por ejemplo, decir que la libertad de mercado es un mecanismo que asegura el buen funcionamiento del sistema al servicio de las necesidades de todos los hombres, está en contradicción con la tendencia a la concentración monopolística que le caracteriza.
Es igualmente contradictorio estructurar de manera individualista y sobre una base lucrativa y anárquica la producción económica moderna, que es una realidad social e interdependiente. Por esta vía económica monopolista y colonial no es posible solucionar los graves problemas del tercer mundo, ni los que preocupan al primero .
A esta actitud insolidaria del capitalismo responde
la encíclica Sollicitudo rei socialis desde una óptica
distinta. Así lo hace al hablar.