Dios hoy
TEOLOGÏA
ECONÖMICA
La Teología de Marx
Marx, por otra parte, lee y medita las obras que tratan de la economía, de las fuerzas de producción y, a la hora de elegir una palabra clave para definir o resumir su obra, la palabra (fijemonos bien) es DAS KAPITALEl Capital
Quiere ganarle la partida a Hegel, el corredor del tour del pensamiento al que más envidia y admira e intenta probar que se ha equivocado. No es el mundo de las ideas el que gana la partida al mundo de los bienes materiales. DAS KAPITAL el comercio de las indulgencias, es la causa de la teología de las indulgencias. "No es la teología de las indulgencias la causa del comercio de la teología de las indulgencias, querido Heguel, querido Lutero.
Es el comercio de las indulgencias, viene a decir Marx, la causa de la "teología de las indulgencias". ¿Es Santa Claus el que dirige el comercio de Santa Claus, o es alguna gran organización la que "come el coco" de los niños de todas las edades para que crean en Santa Claus y vayan a los grandes almacenes a comprar?
Todas las teologías -según Marx-, todos los mitos, todas las religiones, son en última instancia marionetas mentales manipuladas por DAS KAPITAL. El antropólogo Marvin Harris, siguiendo religiosamente las huellas de Marx, defiende que todos los "enigmas culturales", todas las variaciones de la cultura están regidas por el "materialismo cultural", en su propia jerga(¿incluida su obra y la de Marx?. La religión, como cualquier otra ilusión mental, es un opio que suministran los malvados capitalistas a los pobres trabajadores para explotarlos.
Pero, Carlos Marx, malgré lui, a pesar de él mismo, en realidad vuelve a defender las tesis e ideales de Lutero y de Hegel: "al fin ganará el juego, la solidaridad, la igualdad: triunfará el bien sobre el mal; ganarán el juego los buenos; ya no habrá malvados capitalistas, ni explotación del hombre por el hombre". Amén.
Una cosa es DAS CAPITAL, El Capital, la materia, el dinero, y otra muy distinta el capitalista, un espíritu, una persona que explota, es decir, que puede elegir entre el bien (la solidaridad, la igualdad) y el mal (la explotación). ¿En qué quedamos? Es más, después de haber repetido, como un disco rayado que "no es la conciencia la que rige el mundo de la producción de los bienes materiales, sino que la producción de los bienes materiales dirige y rige la conociencia", Marx termina alineándose con Tomás de Kempis y nos exhorta con la frase esculpida en el altar de su tumba en Highgate: "Los filósofos han intentado explicar el mundo. De lo que se trata, sin embargo, es de cambiarlo".
Tomás de Kempis, autor medieval de la devoción de Unamuno (que siempre llevaba en el bolsillo, así como Pascal llevaba esta frase cosida en su chaqueta: "El Dios de Abraham y de David y no el Dios de los filósofos), dijo que toda la ciencia es vana sino conduce a cambiar al hombre. Marx quiere jugar y ganar el juego de los Hegel y de los Aristóteles, el juego de la ciencia, pero, sobre todo quiere ganar el juego de los profetas, de los reformadores sociales, el juego de la conciencia (sea Jeremías, Buda o Robespierre. Hay que cambiar la sociedad. Y aquí es donde se arma un lío.
¿Quien gana el juego de la historia, la ciencia o la conciencia? Pero la conciencia requiere la existencia de ese misterioso requiere la existencia de ese misterioso ser que él mismo llama "capitalista" como sinónimo de alguien que elige el camino de la explotación del hombre por el hombre, y el "comunista", el que elige el camino de la solidaridad, del bien.
Ver: José Antonio Jáuregui, Dios hoy
Ediciones NOBEL