Dios hoy



Equipo Cristiano

Analicemos otro equipo teológico/teopolítico que data de hace casi dos mil años. ¿Qué ocurre entonces? Nace en Belén un judío de clase trabajadora, de clase "humilde". Pero 1992 no es una fecha que signifique algo especial en el calendario judío.

Tan importante es Dios -pero el Dios geopólitico/teopolítico sobre todo, en un orden antropológico de cosas todavía por descubrirse- que marca los lindes del territorio humano (judíos
arabomusulmanes, cristianoeuropeos y otros) y también(tomemos buena nota) marca el tiempo humano, tiempo tribal, tiempo geopolítico/teopolítico.

Nace el hombre y se encuentra con unas reglas del juego temporal regidas/dirigidas por pautas teopolíticas: el calendario judío.

Dios anda entre los neutrinos y entre los sábados y los domingos, los años. el ramadán, la pascua judía, las navidades, la pascua rusa y todos los santos. La brújula que orienta el calendario es teológica/política.

Todos los europeos -o europeizados-, ateos o teos, estamos regidos por el calendario cristiano, algo muy elemental, muy cotidiano que nos unifica como comunidad teológica y nos separa de otras comunidades teopolíticas.

Hace más de mil novecientos años nace un judio en Belén, Jesús. Nace en una familia de clase trabajadora y judía practicante. Es circuncidado, va a las sinagogas (donde siendo un niño deja boquiabiertos a los sesudos eruditos de la ley), celebra la misma pascua judía que siguen celebrando hoy los judíos y poco antes de morir vuelve a celebrar este rito judío por última vez. En su predicación llama la atención su "anticlerismo" y sus ataques a la ortodoxia teológica/económica.

Enuncia un tema, el mercado de Dios, que retomarán Lutero y Marx, entre otros: convertir el templo en la bolsa, explotar a la viuda y al huérfano desde unas premisas teológicas, religiosas. No debe estar la teología sometida al mercado, sino que el mercado debe estar sometido a la teología. No gana el juego teológico el que se aclama/proclama en el templo como ganador: "Te doy gracias Dios mío, porque no soy como ese publicano. Yo soy muy bueno. Rezo, vengo a la sinagoga, pago los impuestos religiosos."

O sea, no gana el juego teológico el epulón, el ricachón que niega unas migajas que caen de la mesa de Lázaro. No ganan el juego los Sumos Sacerdotes ni los Levitas que "viven como Dios", a costa de la clase trabajadora a la que esquilman y que cuanddo ven a un desconocido sangrando, malherido, se hacen los suecos y pasan de largo. Gana el juego un samaritano, un extranjero que ni es de la religión verdadera (la judía), ni es de una tribu próspera, sino del Tercer Mundo, pero que al ver a este desconocido malherido pierde su tiempo y su dinero, lo acoge, lo recoge y lo salva.

Ver: José Antonio Jáuregui, Dios hoy

Ediciones NOBEL
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