Evolución del cristianismo
J. Ortega y Gasset
De un cristianismo mítico a otro racional
El mundo de los símbolos y mitos
La cultura suaviza los extremismos
Normalmente el hombre en toda su historia ha aceptado con cierta satisfacción la vida integral en sus diversas manifestaciones y asuntos que la componen. En este sentido, "la cultura no es sino la fórmula armónica que logra hacer frente a todas o casi todas ellas".
Las dimensiones de la vida y los asuntos que nos plantea no pueden desatenderse, porque son inexorables realidades. Por tanto, la solución verdadera es la que las integre a todas ellas. La cultura es, para Ortega, "una forma de integración y una voluntad de aceptar lealmente todo lo que, queramos o no, está ahí constituyendo nuestra existencia". La cultura en cuanto henchimiento y elaboración de todo lo auténticamente humano es una tarea de integración de todo lo que constituye la existencia de los seres humanos.
Pero en un momento dado el hombre reniega de la cultura vital por considerarla compleja y siente asco de la integridad de una vida que le parece vacía. Como consecuencia se separará del conjunto de ella y se aferrará a una pequeña porción en la que encerrará la totalidad de su vida. Eso es para este hombre desorientado lo importante, lo demás lo considera despreciable. Es decir, el hombre se va del centro de la vida a alguno de sus extremos, negando el resto.
Al impulso de integración que es la cultura, sucede, pues, un impulso de exclusión. Y en esa misma desorientación cultural seguimos, porque hemos vaciado la cultura de la rica gama que nos ofrece toda la actividad humana y la hemos reducido a la parte lúdica y folclórica. Incluso la hemos convertido en una mercancia más de la sociedad consumista.
Dicho todo esto, estamos ya en disposición de comprender que extremismo es vivir una parte del área vital y renegar del resto. Por tanto, el hombre-mujer que se limita a una sola cuestión de la vida, colocándose en un extremo de ella, hace extremismo. Entre las cuestiones inexorables de la existencia humana que se han abandonado mucho y que señala Ortega, están las que se refieren a la justicia social y a la ciencia, aunque no son las únicas.
La cultura moderna no las ha atendido debidamente. Tal vez porque el hombre se siente incapaz de afrontarlas, como tampoco ha conseguido hacer frente a otros problemas de la vida orgánica, los biológicos por ejemplo. Pero no por eso ha de poner la cultura en un extremo o lugar periférico, sino todo lo contrario. Cuando el hombre se limita a una sola dimensión de la vida y abandona todas las demás, corre el peligro de combatir desde ella el resto de la realidad humana, negará la ciencia, la moral, el orden, la verdad.
Hay hombres, dice, que se han dejado matar muchas veces por defender su obsesión y ficción. El hombre tiene una capacidad de histrionismo que llega al heroísmo. El que no halla solución en la perspectiva normal de la vida, busca un escape en lo excéntrico, en lo extremo y, además de manera arbitraria, porque le acompaña siempre la sinrazón; ser razonable es renunciar al extremismo. Ahora bien, cuando los hombres no saben hacer frente a estos extremismos es que han perdido la confianza en la cultura y todo entusiasmo hacia ella.
En algún tiempo, aclara Ortega en su favor, se creyó que la repulsa del extremismo denotaba ser conservador, pero hoy se ha visto que el extremismo es indiferentemente avanzado o reaccionario. En su caso lo explica así: mi respulsa al extremismo no procede de que yo sea conservador, que no lo soy, sino de que he descubierto en él un sustantivo fraude vital (Sobre el extrenismo como forma de vida V, 111-117).
¿Qué opinión os merece esta reflexión sobre la cultura?
Ver: Francisco Margallo: Teología de J. Ortega y Gasset
Evolución del cristianismo
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Los interesados en la adquisición del libro de J. Ortega y Gasset pueden llamar al tf. 91 534 27 65 fmargalloba@hotmail.com// En Madrid: Librería Sanz y Torres, textos UNED Bravo Murillo 45.
De un cristianismo mítico a otro racional
El mundo de los símbolos y mitos
La cultura suaviza los extremismos
Normalmente el hombre en toda su historia ha aceptado con cierta satisfacción la vida integral en sus diversas manifestaciones y asuntos que la componen. En este sentido, "la cultura no es sino la fórmula armónica que logra hacer frente a todas o casi todas ellas".
Las dimensiones de la vida y los asuntos que nos plantea no pueden desatenderse, porque son inexorables realidades. Por tanto, la solución verdadera es la que las integre a todas ellas. La cultura es, para Ortega, "una forma de integración y una voluntad de aceptar lealmente todo lo que, queramos o no, está ahí constituyendo nuestra existencia". La cultura en cuanto henchimiento y elaboración de todo lo auténticamente humano es una tarea de integración de todo lo que constituye la existencia de los seres humanos.
Pero en un momento dado el hombre reniega de la cultura vital por considerarla compleja y siente asco de la integridad de una vida que le parece vacía. Como consecuencia se separará del conjunto de ella y se aferrará a una pequeña porción en la que encerrará la totalidad de su vida. Eso es para este hombre desorientado lo importante, lo demás lo considera despreciable. Es decir, el hombre se va del centro de la vida a alguno de sus extremos, negando el resto.
Al impulso de integración que es la cultura, sucede, pues, un impulso de exclusión. Y en esa misma desorientación cultural seguimos, porque hemos vaciado la cultura de la rica gama que nos ofrece toda la actividad humana y la hemos reducido a la parte lúdica y folclórica. Incluso la hemos convertido en una mercancia más de la sociedad consumista.
Dicho todo esto, estamos ya en disposición de comprender que extremismo es vivir una parte del área vital y renegar del resto. Por tanto, el hombre-mujer que se limita a una sola cuestión de la vida, colocándose en un extremo de ella, hace extremismo. Entre las cuestiones inexorables de la existencia humana que se han abandonado mucho y que señala Ortega, están las que se refieren a la justicia social y a la ciencia, aunque no son las únicas.
La cultura moderna no las ha atendido debidamente. Tal vez porque el hombre se siente incapaz de afrontarlas, como tampoco ha conseguido hacer frente a otros problemas de la vida orgánica, los biológicos por ejemplo. Pero no por eso ha de poner la cultura en un extremo o lugar periférico, sino todo lo contrario. Cuando el hombre se limita a una sola dimensión de la vida y abandona todas las demás, corre el peligro de combatir desde ella el resto de la realidad humana, negará la ciencia, la moral, el orden, la verdad.
Hay hombres, dice, que se han dejado matar muchas veces por defender su obsesión y ficción. El hombre tiene una capacidad de histrionismo que llega al heroísmo. El que no halla solución en la perspectiva normal de la vida, busca un escape en lo excéntrico, en lo extremo y, además de manera arbitraria, porque le acompaña siempre la sinrazón; ser razonable es renunciar al extremismo. Ahora bien, cuando los hombres no saben hacer frente a estos extremismos es que han perdido la confianza en la cultura y todo entusiasmo hacia ella.
En algún tiempo, aclara Ortega en su favor, se creyó que la repulsa del extremismo denotaba ser conservador, pero hoy se ha visto que el extremismo es indiferentemente avanzado o reaccionario. En su caso lo explica así: mi respulsa al extremismo no procede de que yo sea conservador, que no lo soy, sino de que he descubierto en él un sustantivo fraude vital (Sobre el extrenismo como forma de vida V, 111-117).
¿Qué opinión os merece esta reflexión sobre la cultura?
Ver: Francisco Margallo: Teología de J. Ortega y Gasset
Evolución del cristianismo
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Los interesados en la adquisición del libro de J. Ortega y Gasset pueden llamar al tf. 91 534 27 65 fmargalloba@hotmail.com// En Madrid: Librería Sanz y Torres, textos UNED Bravo Murillo 45.