Evolución del cristrianismo

J. Ortega y Gasset



Capítulo III

De un cristianismo mítico a otro racional
El mundo de los símbolos y mitos


Evolución del pensamiento cristiano. Diversas etapas

Segunda Etapa
La razón se incorpora a la fe
San Anselmo (S. XI)


El mundo del cristiano medieval que hemos visto ya, se compone sólo de Dios y del hombre frente a frente, trabados en una relación puramente moral. Pero a la realidad absoluta que para el cristiano es Dios no se puede llegar, como al trasmundo de las ideas platónicas, por medio de la razón, que es una facultad, una dote del hombre natural, que posee y maneja por sí solo.

En cambio, a las ideas de Platón sí puede llegar el hombre a conocerlas, más o menos. Pero el Dios cristiano es de tal modo trascendente que no hay camino desde el hombre a él. Tiene que descubrirse Dios al hombre, para que éste pueda conocerle, como sostiene San Agustín que vive entre los siglos IV y V. Si nos trasladamos seis siglos adelante, nos encontramos una vida cristiana algo modificada en su estructura.

El lema de la teología agustiniana era: Credo ut intelligan, para conocer es preciso creer. Es decir, conocer no se realiza mediante la razón, sino por revelación de Dios, como hemos visto precedentemente. Ahora bien, por muy pasivo que se considere el papel del hombre, algo tiene que hacer él para percibir esa iluminación que le suministra Dios directamente, de lo contrario, esa donación de Dios fracasaría.

Dios nos insufla es cierto su verdad mediante la fe, pero esta fe que viene de Dios a nosotros tiene que ser asimilada, entendida de alguna manera por el hombre. El contenido de la fe es la palabra de Dios, pero el hombre tiene que comprenderla. Es indiferente que esa palabra diga o no un misterio, aclara Ortega desde su experiencia: "aun el misterio inexplicable tiene que ser entendido para ser misterio. Yo no me explico el cuadrado redondo, pero no me lo explico precisamente porque entiendo lo que esas palabras significan".

Por consiguiente, en la tesis agustiniana, según la cual toda verdad nos viene de Dios, hay un momento durante el proceso de recepción en que ya no es Dios quien actúa, sino el hombre que la hace suya, que la piensa con su inteligencia. San Agustín desde su extremismo sólo se preocupaba del origen divino de la verdad y desatendía el estadio del conocimiento en que el hombre no se limita a creer por cuenta de Dios, sino que discurre, entiende y razona por cuenta propia.

Aunque en el primer estadio el hombre contaba poco o no contaba nada, en el segundo estadio sí cuenta, porque para que haya fe tiene que intervenir el hombre quiera o no, puesto que necesita entender la fe -la palabra de Dios. Esta es la tesis defendida por San Anselmo en el siglo XI. Frente al lema de San Agustín, Credo ut intelligan (es preciso creer para endender), el de San Anselmo es éste: Fides quaerens intellectum (La fe trata de comprender).

Es decir, en el primer estadio, la inteligencia perdida y anulada necesita de la fe. En el segundo, en cambio, es la fe quien para completarse necesita de la inteligencia. Pero no se trata de que el hombre pretenda recomponer con su razón humana lo que Dios le ha revelado, pudiendo prescindir después de la fe. No es eso, precisa muy oportunamente Ortega, se trata de que el entendimiento humano tiene que trabajar sobre la fe, dentro de la fe siempre, para proporcionarle su peculiar iluminación, lo mismo que hace un reactivo que revela una placa.

San Anselmo cree profundamente que la realidad absoluta es Dios, su Trinidad, omnipotencia etc., pero se siente obligado a entender con su razón lo que ha recibido sobrenaturalmente.

Esto representa un cambio muy importante en la estructura de la vida cristiana, porque el desarrollo del entendimiento natural del hombre, que quedó anulado en el estadio anterior, ahora ese entendimiento, las dotes cognitivas naturales de la persona se afirman con absoluta confianza. "Si por un lado necesita la iluminación sobrenatural de la fe, por otro resulta que ésta necesita la iluminación a cuenta del hombre. Dentro de la fe comienza a incorporarse la razón humana".

La revelación, la palabra de Dios necesita integrarse en una ciencia humana de la palabra divina. Esta ciencia es la teología escolástica. Desde San Anselmo, pues, el papel de la razón va a ir creciendo dentro de la fe. O lo que es lo mismo, el extremismo cristiano pacta con el hombre y la naturaleza que excluyó en un principio (Ibid., 127-129).

Ver: Francisco G-Margallo: Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del cristianismo, Madrid 2014
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