Laudato Si.'Carta encíclica del Papa Francisco
scristpan class="imagen">
sobre el cuidado
de la casa común
Lo que le está pasando
A nuestra casa
CAPITULO TERCERO
III CRISIS Y CONSECUENCIAS
DEL ANTROPOCENTRISMO MODERNO
Necesidad de preservar el trabajo
124. En cualquier planteo sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo tan sabiamente desarrollado por San Juan PabloII en la encíclica Laborem exercens
Recordemos que, según el relato bíblico de la creación, Dios colocó al ser humano en el jardín recien creado(Cf Gn 2, 15)no sólo para preservar lo existente (cuidar), sino para trabajar sobre ello de manera que produzca frutos (labrar).
Así, los obreros y artesanos "aseguran la creación eterna"(Si 38, 34). En realidad, la intervnción humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dio para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas: "Dios puso en la tierra medicinas y el hombre prudente no las desprecia"(Si, 38, 4).
125. Si intentamos pensar cuáles son las relaciones adecuadas del ser humano con el mundo que lo rodea, emerge la necesidad de una correcta concepción del trabajo porque, si hablamos sobre la relación del ser humano con las cosas, aparece la pregunta por el sentido y la finalidad de la acción humana sobre la realidad. No hablamos sólo del trabajo manual o del trabajo con la tierra, sino de cualquier actividad que implique alguna transformación de lo existente, desde la elaboración de un informe social hasta el diseño de un desarrollo tecnológico.
Cualquier forma de trabajo tiene detrás una idea sobre la relación que el ser humano puede establecer con lo otro de sí. La espriritualidad cristiana, junto con la admiración contemplativa de las criaturas que encontramos en San Francisco de Asís, ha desarrollado también una rica y sana comprensión sobre el trabajo, como podemos encontrar, por ejemplo, en la vida del beato Carlos de Foucauld y sus discípulos.
126. Recojamos también algo de la larga tradición del monacato. Al comienzo favorecia en cierto modo la fuga del mundo, intentando escapar de la decadencia urbana. Por eso, los monjes buscaban el desierto, convencidos de que era el lugar adecuado para reconocer la presencia de Dios. Posteriormente, san Benito de Nursia propuso que sus monjes vivieran en comunidad combinando la oración y la lectura con el trabajo manual(ora et labora).
Esta introducción del trabajo manual impregnado de sentido espiritual fue revolucionaria. Se aprendió a buscar la maduración y la santificación en la compenetración entre el recogimiento y el trabajo. Esa manera de vivir el trabajo nos vuelve más cuidadosos y respetuosos del ambiente, impregna de sana sobriedad nuestra relación con el mundo.
127. Decíamos que "el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social"(Conc. Ecum. Vat.II, Const. past. Gudium et spes, sobre la Iglesia y el mundo actual,63.
No obstante, cuando en el ser humano se daña la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure. Conviene recordar siempre que el ser humano es "capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual.
El trabajo debería ser el ámbito de este múltiple desarrollo donde se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, en la actual realidad social mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que se "siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos".
Ver: Carta encíclica
Laudato si'
del Papa Francisco
sobre el cuidado
de la casa común
Lo que le está pasando
A nuestra casa
CAPITULO TERCERO
III CRISIS Y CONSECUENCIAS
DEL ANTROPOCENTRISMO MODERNO
Necesidad de preservar el trabajo
124. En cualquier planteo sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo tan sabiamente desarrollado por San Juan PabloII en la encíclica Laborem exercens
Recordemos que, según el relato bíblico de la creación, Dios colocó al ser humano en el jardín recien creado(Cf Gn 2, 15)no sólo para preservar lo existente (cuidar), sino para trabajar sobre ello de manera que produzca frutos (labrar).
Así, los obreros y artesanos "aseguran la creación eterna"(Si 38, 34). En realidad, la intervnción humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dio para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas: "Dios puso en la tierra medicinas y el hombre prudente no las desprecia"(Si, 38, 4).
125. Si intentamos pensar cuáles son las relaciones adecuadas del ser humano con el mundo que lo rodea, emerge la necesidad de una correcta concepción del trabajo porque, si hablamos sobre la relación del ser humano con las cosas, aparece la pregunta por el sentido y la finalidad de la acción humana sobre la realidad. No hablamos sólo del trabajo manual o del trabajo con la tierra, sino de cualquier actividad que implique alguna transformación de lo existente, desde la elaboración de un informe social hasta el diseño de un desarrollo tecnológico.
Cualquier forma de trabajo tiene detrás una idea sobre la relación que el ser humano puede establecer con lo otro de sí. La espriritualidad cristiana, junto con la admiración contemplativa de las criaturas que encontramos en San Francisco de Asís, ha desarrollado también una rica y sana comprensión sobre el trabajo, como podemos encontrar, por ejemplo, en la vida del beato Carlos de Foucauld y sus discípulos.
126. Recojamos también algo de la larga tradición del monacato. Al comienzo favorecia en cierto modo la fuga del mundo, intentando escapar de la decadencia urbana. Por eso, los monjes buscaban el desierto, convencidos de que era el lugar adecuado para reconocer la presencia de Dios. Posteriormente, san Benito de Nursia propuso que sus monjes vivieran en comunidad combinando la oración y la lectura con el trabajo manual(ora et labora).
Esta introducción del trabajo manual impregnado de sentido espiritual fue revolucionaria. Se aprendió a buscar la maduración y la santificación en la compenetración entre el recogimiento y el trabajo. Esa manera de vivir el trabajo nos vuelve más cuidadosos y respetuosos del ambiente, impregna de sana sobriedad nuestra relación con el mundo.
127. Decíamos que "el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social"(Conc. Ecum. Vat.II, Const. past. Gudium et spes, sobre la Iglesia y el mundo actual,63.
No obstante, cuando en el ser humano se daña la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure. Conviene recordar siempre que el ser humano es "capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual.
El trabajo debería ser el ámbito de este múltiple desarrollo donde se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, en la actual realidad social mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que se "siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos".
Ver: Carta encíclica
Laudato si'
del Papa Francisco