Laudato Si.'Carta encíclica del Papa Francisco

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CAPITULO CUARTO

UNA ECOLOGÍA INTEGRAL

(Cont., viene del día 15)

141. Por otra parte, el crecimiento económico tiende a producir automatismos y a homogeinizar, en orden simplificar procedimientos y a reducir costtos. Por eso es necesaria una ecología económica, capaz de obligar a considerar la realidad de manera más amplia. Porque "la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada". Pero al mismo tiempo se vuelve actual la necesidad imperiosa del humanismo, que de sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora.

Hoy los análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborables, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente. Hay una interacción entre los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia social, y así se muestra una vez más que "el todo es superior a la parte".

142. Si todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana: "Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales". En ese sentido, la ecología social es necesariamente institucional, y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de los niveles sociales y entre ellos, se desarrollan las instituciones que regulan las relaciones humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos, como la falta de libertad, la injuscicia y la violencia.

Varios países se rigen con un nivel institucional precario, a costa del sufrimiento de las poblaciones y en beneficio de quienes se lucran con ese estado de cosas. Tanto en la administración del Estado, como en las distintas expresiones de la sociedad civil, o en las relaciones de los habitantes entre sí, se registran con excesiva frecuencia conductas alejadas de las leyes. Estas pueden ser dictadas en forma correcta, pero suelen quedar como letra muerta. ¿Puede esperarse entonces que la legislación y las normas relacionadas con el medio ambiente sean realmente eficaces?

Sabemos, por ejemplo, que países poseedoras de una legislación clara para la protección de los bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes. Además, lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente, influencias en las demás regiones. Así, por ejemplo, el consumo de narcóticos en las sociedades opulentas provocan una constante y creciente demanda de productos originados en regiones empobrecidas, donde se corrompen conductas, se destruyen vidas y se termina degradando el ambiente.

Ver: Carta encíclica
Laudato si'
del Papa Francisco
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