Marx y la Biblia



Ley y civilización
¿Juicio o justicia?

El "yo soy, no temáis" de Jn 6,20 guarda relación con el yo soy Yahvé tu Dios que te tomo de la diestra y te digo "no temas, yo te ayudo" de Is 41, 13(también Is 43, 1-3; 43, 1-3; 44, 2-3; 51, 9-10). Pero la intención de Juan es decir que en Jesús se reveló Yahvé.

No se niega el problema ontológico sobre la divinidad de Jesucristo, pero el hecho de que Juan en ninguna de estas ocasiones súmamente propicias la afirme formalmente, demuestra que persigue otra meta mucho más importante para él. Feuillet con toda objetividad constata que en todos estos pasajes hay mucho más que la mesianidad de Cristo y sin embargo no se afirma su divinidad.

Juan quiere que se nos revele Yahvé en Jesús, que acaezca la revelación, no que nuestro conocimiento se enriquezca con nuevos datos; cualquier otra cuestión distrae; en el momento en que ontologizamos obstruimos la interpelación de la palabra, imposibilitamos la revelación. Y esta intención de Juan es la del Jesús histórico; lo digo a propósito del problema sobre la conciencia mesiánica de Jesús, o sobre si tenía o no conciencia de su divinidad; lo que Jesús quería era revelarnos a Yahvé.

La intención reveladora destruye y rasga y atraviesa por fin el telón de la ontología (cuya inevitable yuxtaposición de entes, aunque sean espirituales, demuestra su origen visivo): "el que me tiene visto a mí, tiene visto al Padre" (Jn 14, 9), "el que me ve ve al que me envió (Jn 12, 45.

Es pura identificación cualitativa, enteramente desontologizada, la que Juan expresa cuando nos da el porqué: "Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí; si no, creezlo por las obras mismas" (Jn 14, 11). La desentificada cualidad de esas obras que revelan al Padre seguirá actuante en el mundo aun cuando Jesús ontológicamente ya no esté en el mundo:

"En verdad os digo: el que cree en mí, hará también él las obras que yo hago, y mayores que éstas hará, pues yo me voy al Padre" (Jn 14, 12); y a continuación explicita de qué obras se trata:

"Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Jn 14, 15). Es el mandamiento que en 13, 34 ha explicitado: "Que os améis unos a otros, como yo os amé para que os améis unos a otros".

Tiene razón Schnackenburg: Jn 10, 38 y 14, 11 demuestran que para creer son más importantes las palabras de Jesús que sus obras y señales". Y E. Haenchen subraya con razón el significado de Jn 8, 30-31: sólo si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Pero no olvidemos Jn 13, 35: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros".

Esos pasajes demuestran tambien que, para que Yahvé se revele en Jesucristo, la eficacia de las obras debe ser de la misma índole que la eficacia de las palabras: Revelación inconfundible del Dios que no se deja neutralizar porque sólo es Dios en el imperativo de justicia. "Quien me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día" (Jn 12, 48); y a continuación añade que esa palabra es del Padre y no suya (v. 49), para poder insistir en el sentido de una tal palabra "juzgante" (v. 50)...

Haenchen ha visto muy bien el balance: Jesús no dice sus propias palabras sino las del Padre (Jn 3, 34; 7, 16; 8, 26.
38. 40...Jesús no hace sus propias obras, sino las del Padre (4, 34; 5, 17. 19s; 5, 30. 36...Jesús no hace su propia voluntad, sino la del Padre (4, 34; 5, 30¨; 6, 38...quien rechaza a Jesús rechaza al Padre (5, 23); 44; 7, 18...Transparencia total del hecho llamado Jesús de Nazarez es condición para que en ese hecho acontezca la revelación...

Como se compagine la intransigente presencialidad del juicio con la seguridad de una parusía futura es un asunto que trataremos en otro momento. Aquí nos interesa constatar que el sentido de mispât como supresión de las opresiones y realización de la justicia no sólo se mantiene sino que se acentúa en el mispât definitivo que toda la Biblia afirma. Hay un ultimum en la historia humana, y ese ultimum se define y caracteriza, como en Marx, por la realización completa de la justicia en la tierra.

---Ver: José P. Miranda, Marx y la Biblia. Crítica a la filosofía de la opresión
Ediciones Sígueme 1975
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