Marx y la Biblia
3 Marx y la Dialéctica
No puede haber duda sobre lo que "el hombre nuevo" significa para Pablo. "Todos serán justos", había dicho Is 60, 21.
Cuando Pablo en Rom 13, 13-14 nos dice "no en discordia y celo, sino revestid a nuestro Señor Jesucristo y no cumpliréis la intención de la carne para codicias", no está sino expresando en gran síntesis lo que acaba de decir en Rom 13, 8-10: que la plenitud de la ley es el amor fraterno; ese amor fraterno que se encarnó en Jesucristo como el hecho inaugural del mundo nuevo.
Jesucristo así calificado y así con toda verdad entendido, es el hecho nuevo en la historia (cf. Rom 15, 2-3; 15, 7; Ef 5, 1-2...estar en Cristo significa sumarse a esa corriente nueva, incorporarse a ese mundo nuevo que quiere nacer en la historia; por eso nos dice 2 Cor 5, 21: "para que nosotros llegáramos a ser la justicia de Dios en Cristo".
Por eso el "revestíos a nuestro Señor Jesucristo"
de Rom 13, 14 es el remate después de "la plenitud de la ley que es el amor" en Rom 13, 10; lo que Rom 13, 11-14 añade es toda la fuerza del éschaton: "La plenitud de la ley es el amor. Y eso siendo conscientes del momento: que ya es hora de que surjamos del sueño..."
Como veíamos anteriormente, sólo el échaton mesiánico dispara verdadera otridad disruptora de todo subjetivismo.
Pero si el éschaton consiste en la exigencia total de la justicia en el clamor del pobre, el otro absoluto se revela únicamente ahí.
Decíamos que tanto Marx como la Biblia creen que el hombre puede dejar de ser egoísta y desalmado e interesado y que puede encontrar su mayor plenitud en amar a su prójimo. Que tal es la esperanza de Marx, véase en este párrafo de los Manuscritos de 1844:
No sólo la riqueza, sino también la pobreza del hombre,
obran ambas, en el caso del socialismo, una significa-
ción humana, y por lo tanto social -Esta pobreza- es el
brazo pasivo que le hace al hombre sentir la mayor ri-
queza, al otro hombre, como una necesidad.
Oigámoslo más claramente expresado por Calvez, testigo imparcial:
El bien supremo es en todo el hombre con el cual el
hombre se relaciona por una necesidad única que re-
sume todas las otras necesidades y que se llama la
necesidad del hombre. Apoyándose en estas afirmaci-
ones de Marx es como Mascolo ha podido definir el
comunismo como necesidad de "comunicación".
Oigamos a otro jesuita, testigo no menos imparcial: Según Marx "ya presente en el cambio, el antagonismo de los individuos se transforma, con el salariado, en un antagonismo de clase, que reposa en una desigualdad fundamental entre los hombres y en una forma enmascarada de esclavitud. La confiscación del plusvalor es consecuencia directa de este estado de cosas.
El capitalismo es, al mismo tiempo la abolición de la libertad de los hombres, de unos respecto a otros. Significa que ya no es un hombre para el hombre. Y todavía aquí, la idea no es secundaria sino dominante; ella dirige todo el razonamiento; sin ella, nada tiene sentido en la economía política marxista.
Es una caricatura ideológica el afirmar que que la primacía histórica de lo económico sostenida por Marx implique sometimiento y rebajamiento del hombre; si contra otra algo lucha Marx es contra la esclavitud en que el hombre ha caído respecto del mundo económico.
Oigámoslo de labios de Bigo.
Bajo cualquier forma que se expresa, fetichismo, abstracción, objetivación, materialización, mixtificación, inversión de las relaciones de las cosas con el hombre, la idea discurre a través de toda la economía política marxista: idea de una especie de rebajamiento del hombre por el primado que el mundo económico ha adquirido sobre él. Y esta idea no es adventicia. Es fundamental. Si no hay aquí una afirmación del hombre, hay que perder las esperanzas de ver claro.
A los ideólogos del establishment occidental les ha sido muy fácil aprovechar la común ignorancia del significado de "dialéctica" y hacer propaganda contra el "materialismo dialéctico" como si se tratara de lo que occidente entiende por "materialismo"; la gente tiende a fijarse únicamente en lo que entiende. Como la ignorancia de lo que es dialéctica plaga también a la aplastante mayoría de los marxistas, estos mismos han facilitado tamaña falsificación del pensamiento de Marx.
Para refutarla bastaría constatar que Marx combate contra el materialismo de los enciclopedistas y contra el de Feuerbech con tanta fuerza como contra el idealismo y el espiritualismo; lo que principalmente les reprocha es falta de dialéctica y desconocimiento de Heguel; lo que alguien entienda, sin dialecta, por "materialismo",no sólo no puede ser atribuido a Marx, sino que constituye uno de los frentes adversarios contra los que Marx lucha.
Es de un simplismo desbordante el atenerse al hecho de que la palabra materialismo está tanto en la designación del materialismo mecanicista y metafísico como en la designación del materialismo dialéctico; diga lo que diga, estos dos no son especies de un mismo género.
---Ver: José P. Miranda, Marx y la Biblia, crítica a la filosofía de la opresion
Ediciones Sigueme 1975