Marx y la Biblia
La intervención de Dios en la historia
El plan de Yahvé
Esto no es negar ni el "más allá" ni la bienaventuranza eterna, sino tomarla completamente en serio, pues, una vez afirmada la resurrección de los cuerpos, aun la teología más conservadora necesita un lugar corpóreo donde ubicarlos.
(No hay dificultad en admitir una "Jerusalén celeste", pero quedando claro que esa Jerusalén celeste compuesta por los apóstoles y los mártires y los justos que entretanto hayan muerto, "descenderá del cielo" a la tierra según Ap 21, 2 y 10 y que por tanto coincide con el lugar provisional que acabo de mencionar a propósito de Lucas y Pablo.
La descripción apocalíptica de ese reino que ha bajado a la tierra prosigue hasta Ap 22, 5 donde termina diciendo que "reinará por los siglos de los siglos". Y ya en Ap 10, nos había explicitado que los justos "reinarán sobre la tierra".
No se ve qué puede objetar aun la dogmática más despreocupada de la normaticidad bíblica, cuando expresamente se reconoce (Is 65, 17) que la tierra misma será por completo transformada y que "como última enemiga será destruida la muerte" (1 Cor 15, 26).
Todas las objeciones y "curiosidades cosmológicas o antropológicas que pueda suscitar este reino terrestre de la Biblia, valen por igual o con mucha mayor fuerza si lo imaginamos celeste (una vez admitida la resurrección de los cuerpos).
Por otra parte, todas las afirmaciones y predicados que la dogmática fundadamente pueda hacer acerca del cielo, pueden ser por igual hacerse de la tierra transformada; y la renuncia del tradicionalismo a aceptar lo que en el presente libro se sostiene se reduce a cuestión verbal.
Cuando Mt 25, 34 les dice a "los justos" (v.37. 46): "Tomad posesión del reino que os estaba preparado", se trata del mismo reino que según Mt 12, 28 "ya llegó" a la tierra y el evangelista insiste en que el campo en el cual ese reino radica "es el mundo" (Mt 13, 38), y que a ese reino retornará Cristo para quitar de él a todos "los hacedores de iniquidad" (Mt 13, 41)y que "entonces resplandecerán los justos como el sol en el reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga"(Mt 13, 43).
La continuidad desde el yahvista hasta Pablo, Mateo y Juan no debería extrañarnos cuando en el versículo central de la carta a los romanos (3, 21) expresamente nos advierte que la justicia de Dios revelada en el evangelio no es cualquier justicia de Dios sino precisamente la "testificada por la ley y los profetas.
---Ver José P. Miranda, Marx y la Bilia. Crítica a la filosofía de la opresión. Ediciones Sigueme 1975