Misa en el altar del Mundo (Teilhard de Chardin) 2







Comunión

Si el Fuego ha descendido hasta el corazón del Mundo ha sido, en última instancia, para arrebatarme y para absorberme. Desde ese momento no basta con que le contemple e intensifique continuamente su ardaor en torno a mí mediante una fe sostenida. Es necesario que tras haber cooperado con todas mis fuerzas a la Consagración que le hace brotar, yo consienta, al fín, en la Comunión que le proporcionará, en mi persona, el alimento que, en fin de cuentas, ha venido a buscar.

Me prosterno, Dios mío, ante tu Presencia en el Universo, que se ha hecho ardiente, y en los rasgos de todo lo que encuentre, y de todo lo que me suceda, y de todo lo que realice en el día de hoy, te deseo y te espero.

Es algo terrible haber nacido, es decir, encontrarse irrevocablemente arrastrado, sin haberlo querido, en un torrente de energía formidable que parece querer destruir todo lo que lleva consigo.

Quiero, Dios mío, que en virtud de un trastueque de fuerzas, que sólo Tú puedes efectuar, el sobresalto, que se adueña de mí ante las alteraciones sin número que están realizando la renovación de mi ser, se cambie en una alegría desbordante al ser transformado en Tí.

Comenzaré por alargar mi mano sin titubeos hacia el pan abrasador que Tú me presentas. En ese pan, en el que Tú has encerrado el germen de todo desarrollo, reconozco en principio y el secreto del porvenir que me reservas. Aceptarlo significa, entregarme, lo sé perfectamente, a las potencias que me arrancarán dolorosamente a mí mismo para larzarme hacia el peligro, el trabajo, la continua renovación de las ideas, al desprendimiento austero en los efectos.

Comerlo significa adquirir, respecto a lo que está totalmente por encima de todo, un gusto y una afinidad que en adelante me harán imposiblee las alegrías que daban calor a mi vida.

Presencia de Dios en el Mundo

V. Un Sonido Purísimo se ha elevado a través del silencio; una franja de color límpido se ha dibujado sobre el cristal; una luz se ha fijado en el fondo de los ojos que yo amo...

Eran tres cosas pequeñas y breves: un cántico, un rayo, una mirada...

He creído tambien al principio que penetraban en mí para quedarse y para perderse en mí.

Pero en lugar de eso, han sido ellas las que me han poseído y dominado...

Porque el lamento del aire, el matiz del éter, la expresión del alma no eran tan sostenidas y tan rápidas más que para introducirse cada vez más profundamente en mi ser, allí donde las facultades del hombre están tan estrechamente agrupadas que no constituyen más que un punto. Mediante la punta afilada de las tres flechas con que me ha asaeteado, el Mundo mismo ha hecho irrupción en mí y me ha secuestrado.

Nos imaguinamos que por medio de la sensación el Exterior viene humildemente hacia nosotros para constituirnos y servirnos. Ahora bien, esto no es más que la superficie del misterio del Conocimieno. Cuando el Mundo se nos manifiesta es él en realidad el que nos acoge en sí y nos hace fluir hacia Algo de sí mismo, que está por todas partes en él y que es más perfecto que él.

El hombre, absorbido por las exigencias de la vida práctica, el hombre exclusivamente positivo, raravez. o apenas, percibe esta segunda fase de nuestreas percepciones, esa fase en que el Mundo, que ha penetrado, se retira de nosotros arrebatándonos. Es medianamente sensible a la aureola emotiva, invasora, mediante la cual se nos descubre, en todo contacto, lo único Esencial del Universo.
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Poessía bucólica de S. Juan de la Cruz

Cántico Espiritual
(continuación)

ESPOSO

Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.

ESPOSA

Mi Amado, las montañas,
los valles solitaruios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos
el silbo de los aires amorosos.

La noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura teñido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.

A zaga de tu huella,
las jóvenes discurren el camino
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.

En la interior bodega
de mi Amado bebí, y cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía.

Allí me dió su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le dí de hecho
a mí, sin dejar cosa,
allí le prometí de ser su esposa...

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