Papas
Papa Juan XXIII
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Enc. Mater et Magistra
Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social
a la luz de la doctrina cristiana.
(1) Madre y Maestra de pueblos, la Iglesia católica fue fundada como tal por Jesucristo, para que, en el transcurso de los siglos, encontraran su salvación, con plenitud de una vida más excelente, todos cuantos habían de entrar en el seno de aquella y recibir su abrazo. A esta Iglesia columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15), confió su divino Fundador una doble misión, la de engendrar hijos para sí y la de educarlos y dirigirlos, velando con maternal solicitud por la vida de los individuos y de los pueblos, cuya superior dignidad miró siempre la Iglesia con el máximo respeto y defendió con la mayor vigilancia.
(2) La doctrina de Cristo une la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le invita a elevar su mente desde sus condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un día ha de gozar de la felicidad y de paz imperecederas.
(La Iglesia se preocupa del bien temporal de los pueblos)
(3) Por tanto, la santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes épocas.
(4) Al realizar esta misión, la Iglesia cumple el mandato de su fundador, Cristo, quien, si bien atendió a la salvación eterna del hombre, cuando dijo en una ocasión: Yo soy el camino, la verdad y la vida (2 Juan 14, 6); y en otra: Yo soy la luz del mundo (Jn 8, 12), al contemplar la multitud hambrienta, exclamó conmovido: Siento compasión de esta muchedumbre (Mc 8, 2), demostrando que se preocupaba también de las necesidades materiales de los pueblos. El Redentor manifestó este cuidado no sólo con palabras, sino con hechos, y así, para calmar el alma de las multitudes, multiplica más de una vez el pan milagrosamente.
(5) Con este pan dado como alimento del cuerpo, quiso significar de antemano aquel alimento celestial de las almas que había de entregar a los hombres en la víspera de su pasión.
(6) Nada, pues, tiene de extraño que la Iglesia católica siguiendo el ejemplo y cumpliendo el mandato de Cristo, haya mantenido constantemente en alto la antorcha de la caridad durante dos milenios, es decir, desde la institución del antiguo diaconado hasta nuestros días, así con las enseñanzas de sus preceptos como con sus ejemplos innumerables; caridad que, uniendo armoniosamente las enseñanzas de sus preceptos como con sus ejemplos innumerables; caridad que, uniendo armoniosamente las enseñanza y la práctica del mutuo amor, realiza de modo admirable el mandato de ese doble dar que compendia por entero la doctrina y la acción social de la Iglesia.
Papa bueno y sencillo, ahora papa santo, intercede por nosotros ante Dios y su hijo Jesucristo.
Ver: Ocho grandes mensajes
BAC 1974
Enc. Mater et Magistra
Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social
a la luz de la doctrina cristiana.
(1) Madre y Maestra de pueblos, la Iglesia católica fue fundada como tal por Jesucristo, para que, en el transcurso de los siglos, encontraran su salvación, con plenitud de una vida más excelente, todos cuantos habían de entrar en el seno de aquella y recibir su abrazo. A esta Iglesia columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15), confió su divino Fundador una doble misión, la de engendrar hijos para sí y la de educarlos y dirigirlos, velando con maternal solicitud por la vida de los individuos y de los pueblos, cuya superior dignidad miró siempre la Iglesia con el máximo respeto y defendió con la mayor vigilancia.
(2) La doctrina de Cristo une la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le invita a elevar su mente desde sus condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un día ha de gozar de la felicidad y de paz imperecederas.
(La Iglesia se preocupa del bien temporal de los pueblos)
(3) Por tanto, la santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes épocas.
(4) Al realizar esta misión, la Iglesia cumple el mandato de su fundador, Cristo, quien, si bien atendió a la salvación eterna del hombre, cuando dijo en una ocasión: Yo soy el camino, la verdad y la vida (2 Juan 14, 6); y en otra: Yo soy la luz del mundo (Jn 8, 12), al contemplar la multitud hambrienta, exclamó conmovido: Siento compasión de esta muchedumbre (Mc 8, 2), demostrando que se preocupaba también de las necesidades materiales de los pueblos. El Redentor manifestó este cuidado no sólo con palabras, sino con hechos, y así, para calmar el alma de las multitudes, multiplica más de una vez el pan milagrosamente.
(5) Con este pan dado como alimento del cuerpo, quiso significar de antemano aquel alimento celestial de las almas que había de entregar a los hombres en la víspera de su pasión.
(6) Nada, pues, tiene de extraño que la Iglesia católica siguiendo el ejemplo y cumpliendo el mandato de Cristo, haya mantenido constantemente en alto la antorcha de la caridad durante dos milenios, es decir, desde la institución del antiguo diaconado hasta nuestros días, así con las enseñanzas de sus preceptos como con sus ejemplos innumerables; caridad que, uniendo armoniosamente las enseñanzas de sus preceptos como con sus ejemplos innumerables; caridad que, uniendo armoniosamente las enseñanza y la práctica del mutuo amor, realiza de modo admirable el mandato de ese doble dar que compendia por entero la doctrina y la acción social de la Iglesia.
Papa bueno y sencillo, ahora papa santo, intercede por nosotros ante Dios y su hijo Jesucristo.
Ver: Ocho grandes mensajes
BAC 1974