Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del Cristianismo
Capítulo Segundo
Cultura Laica Judía. Judaísmo originario
Secularización y dinamismo encarnatorio del cristianismo
Polémica sobre el tema religioso en Ortega
El pensamiento de Ortega aún no ha sido estudiado en su integridad, de ahí que de vez en cuando aparezcan artículos de autores que creen conocerle y que patinan estrepitosamente al enjuiciar el tema religioso en su obra. De nuevo en fechas recientes se le ha vuelto a acusar de agnóstico, escéptico, de menospreciar el cristianismo, negar la trascendencia divina y hasta de la ausencia de Dios en él. Así lo han hecho en sendos artículos Fernando Guerrero el 9 de noviembre de 2006 en Alfa y Omega y Antonio Martín Puerta el 17 del mismo mes en esa publicación de la Iglesia madrileña que edita ABC.
Bastaría para rebatir esos infundios con citar el texto de nuestro mayor pensador, que hizo suyo Mons César Franco, obispo auxiliar de Madrid, al clausurar el último Congreso del CEU "Católicos y Vida Pública", Madrid 19 de noviembre de 2006. He aquí el texto de Ortega citado por el obispo:
"Nunca olvidaré que cierto día, en un pasillo del Ateneo, me confesó un ingenuo ateneísta que él había nacido sin el prejuicio religioso y esto me lo decía, poco más o menos, con el tono y el gesto que hubiera podido declararme: Yo ¿sabe usted? he nacido sin el rudimento del tercer párpado.
Semejante manera de considerar la religión es profundamente chabacana. Yo no concibo que ningún hombre, el cual aspire a henchir su espíritu indefinidamente, pueda renunciar sin dolor al mundo de lo religioso; a mí, al menos, me produce enorme pesar sentirme excluido de la participación en ese mundo. Porque hay un sentido religioso, como hay un sentido estético y un sentido del olfato, del tacto, de la visión...A este amigo mío ateneísta faltaba la agudeza de nervios requerida para sentir, al punto que se entra en contacto con las cosas, esa otra vida de segundo plano que ellas tienen, su vida religiosa, su latir divino.
Porque es lo cierto que sublimando toda cosa hasta su última determinación, llega un instante en que la ciencia acaba sin acabar la cosa. Este núcleo transcientífico de las cosas es su religiosidad." (Sobre "El Santo" I, 431). ¿Se zanjará para siempre la polémica con esta cita que asume el obispo madrileño?
En su artículo F. Guerrero refiere que un alumno de Ortega, el cual se haría después sacerdote, le había dicho que más que hablar de la idea de Dios en Ortega habría que hablar de la ausencia de Dios en él. Esta afirmación se invalida con sólo acudir a sus escritos. Dice también Guerrero que ha esperado a que alguien más entendido en el tema escribiera sobre ello y que nadie lo ha hecho.
Pues bien, le informo que en agosto de 2006 la revista Vida Nueva (nº 2530) me publicó un largo artículo de 15 folios títulodo "El flanco laico de Dios. Teología de Ortega y Gasset y el Vaticano II". Y el 23 de mayo de 1993 la misma revista (nº 1.895) me publicó otro pliego igualmente largo titulado "Teología y vida pública. La política, virtud poco apreciada", en el que el pensamiento de Ortega y el del Vaticano II van parejos, resaltando frases como "Ortega el profeta olvidado" o "hay que hacer laica la virtud para inyectar moralidad a la sociedad".
Años antes, el 3 de octubre de 1987, la misma revista me publicó otro pliego del mismo tamaño titulado "Dios también es asunto profano. La teología de Ortega y Gasset" (nº 1601). También la editorial San Pablo accedió con agrado a publicar en su colección teológica un texto que le envié basado fundamentalmente en el pensamiento de Ortega. El título de este libro es "Teología y vida pública". Las citas de Ortega en estas publicaciones son constantes lo mismo que las coincidencias con el Vaticano II y la teología surgida de este concilio.
De los varios miles de páginas que componen su obra es raro encontrar alguna en la que no aparezca el tema religioso. Comentando esta abundancia de material religioso-teológico en Ortega con el presidente del Ateneo de Madrid, D. José-Luis Abellán experto orteguiano, le manifestaba mi extrañeza de que nadie hubiera hecho ya un estudio serio sobre el tema. Él asintió conmigo y entonces le hablé del libro que estaba preparandodo "Dios laico y virtudes públicas en José Ortega y Gasset".
Comprendo que el alumno del gran filósofo que se hizo sacerdote, al que hace mención F. Guerrero en la polémica aludida, no entendiera el lenguje religioso de su maestro, porque en nuestro país sólo se conocía en esa época la teología escolástica medieval y abstracta. En cambio, Ortega bebió en la teología alemana, concretamente en la de la prestigiosa Escuela de Tubinga, que estaba ya en auge cuando él estudiaba en Marburgo.
Transcurrido el tiempo, esas ideas teológicas pasarían al C. Vaticano II con uno de sus teólogos, Arnol, presente en el aula conciliar. Los documentos conciliares rezuman esa teología tubinguesa y eso explica la coincidencia del pensamiento religioso de Ortega con el Concilio, a pesar de que él muriera unos años antes de celebrarse.
Lamentablemente al Vaticano II aún no se le conoce, como han reconocido últimamente altos jerarcas de la Iglesia católica. La nueva teología posconciliar, muy poco conocida asimismo, considera beneficiosas tanto la laicidad judía como la secularidad originaria cristiana, porque favorecen la encarnación del cristianismo en el mundo.
Ortega habla, efectivamente, de "Dios laico", del "flanco laico de Dios" o de que "Dios tambien es asunto profano". Asimismo habla de las virtudes públicas o laicas que el mundo necesita hoy, tales como la ciencia, la cultura, la política y el socialismo. Sobre estas virtudes insiste también mucho la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo actual, Gaudium et Spes (GS). El Concilio lamenta que se haya llegado a establecer oposición entre ciencia y fe y no considera al científico un usurpador del lugar que le corresponde al Creador, al contrario, Dios actúa a través de él (GS 34 y 36).
Precisamente por la oposición de la Iglesia a la ciencia, Ortega se negó a ser católico, a pesar de tener en gran estima el cristianismo y aunque estaba convencido de que la oposición a la ciencia no procedía de reservas dogmáticas, sino de poderosos grupos que presionaban a la Iglesia en tal sentido (Galileísmo de la historia V, 13).
Cree, además, que "el gran pecado contra el Espíritu Santo hoy es el horror a las ideas y a las teorías, es decir, a la ciencia y al conocimiento" (La conservación de la cultura X, 39 y 44). A este propósito se pregunta Ortega ¿ha habido de 1898 para acá algún programa que considere la ciencia como la tarea central de donde únicamente puede salir una nueva España?. Y con un pesimismo notable concluye:
Si creemos que Europa es ciencia, habremos de simbolizar a España en la inconsciencia, terrible enfermedad que cuando inficiona la vida de un pueblo lo convierte en uno de los barrios bajos del mundo. De esto deduce él ya la necesidad de la europeización de España y acuñó una frase emblemática: "España es el problema y Europa la solución" (Asamblea para el progreso de las ciencias I, 99 y 1 04).
Ortega recuerda entusiasmado al cardenal Nicolás de Cusa, gran impulsor del Renacimiento, quien llama al hombre que crea libremente e inmerso en el tiempo "Dios de ocasión" (Misión del bibliotecario V, 207 y 223). Pero cree que por el contencioso de la Iglesia con la ciencia muchos científicos se han apartado de ella y también del mundo de lo religioso.
Con todo, él manifiesta mucha gratitud a El Santo de Antonio Fogazzaro, el libro del modernismo italiano, porque leyéndolo ha sentido lo que hacía mucho tiempo "no había podido gustar: la emoción católica". El hervor religioso del futuro catolicismo que anuncia Pedro Marioni en El Santo, dice, nos ha hecho pensar a los que vivimos apartados de la Iglesia: "si fuera tal el catolicismo ¿no podríamos también nosotros ser algún día católicos? ¿no podríamos gozar de esas blandas albricias con que obsequia la fe a quien visita?". A continuación va el texto citado por Mons César Franco que veíamos al principio (Sobre El Santo I, 430-431)/strong>.
Respecto a la acusación de que Ortega niega la trascendencia de Dios, hay que decir que él la entiende como la nueva teología. Esto es, no la niega, sino que la concibe de manera distinta a como la concebía el hombre tribal y el burgués. El hombre laico y secularizado actual experimenta la trascendecia en el Tú más próximo. Si hemos de tener trascendencia hoy día, trascendencia cristiana, debe ser en y a través de la laicidad. Es decir, hay que descubrir a Dios en el prójimo.
Los que viven aún anclados en la situación de cristiandad medieval o en una espiritualidad alejada de los problemas del mundo, no entienden el lenguje profundamente religioso de la laicidad de Ortega. En cambio, muchos teólogos hoy y en su día Karl Rahner y Karl Barth, los dos más representativos del siglo XX sí lo han entendido.
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