Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del Cristianismo

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Capítulo Cuarto

La vida cristiana europea
en los siglos XV-XVII


Religión intramundana

A partir de aquí la religión y la santidad van a revestir una forma intramundana. Una religión que no va a ser teología ni dogmas, sino fe viva, conducta en el mundo. La vida cristiana consiste ahora en imitar a Cristo, ya no interesa si Dios es de este o de otro modo, en su propio ser o en su más allá.


De la Trinidad se selecciona la persona de Cristo y de él se toma no lo que tiene de persona trinitaria, sino lo que tiene de hombre ejemplar. De esta forma hace su aparición ya un cristianismo secularizado, laico, subrayando sólo la vertiente humana e intramundana de Dios. No es que el hombre se vaya fuera del cristianismo, aclara Ortega, al contrario, este hombre lleva el cristianismo al punto de vista y acción humanos.

En este momento surge en Europa un gran desdén religioso contra las formas antiguas de santidad y vida perfecta, contra los frailes y eclesiásticos en general. "La nueva religión que ha inspirado a Tomás de Kempis comenzó por ser laica y de laicos, es decir, de seglares, seculares -los llamados 'Hermanos de la vida común', de Deventer, en Holanda, que esparcieron su influjo sobre Alemania y Francia y fueron germen de la Reforma. Ésta es la devotio moderna.

En este tiempo la vida cristiana cambia mucho en su centro gravitatorio, ya no es que frente a la religión se afirme el mundo y la vida presente, sino que el mundo y la vida se meten en la religión y la absorben. La vida antigua fue cosmocéntrica; la medieval, teocéntrica; la moderna antropocéntrica.

¿Y la que viene? Ortega no responde, al menos teológicamente, porque él no la ha conocido al surgir esta de la teología surgida del Vaticano II, es la nueva teología política europea o de la liberación latinoamerica, africana o asiática llamadas políticas, no porque se refieran a la actividad política, sino por su incidencia en la problemática de la sociedad y del mundo en general y de los países en vía de desarrollo.

Pero seguimos aún en el el siglo XV en que el hombre asqueado de frailes y eclesiásticos, mira al mundo, quiere tratar directamente con Dios através de una vida ascética y una conducta intachable, con oraciones y meditaciones sencillas y sensibleras, que mantienen el alma en permanente enternecimiento. Encaja perfectamente en la beatería que aparece por entonces y que no se conocía en la Edad Media.

El seglar, aun permaneciendo dentro del círculo religioso, se subleva contra el clérigo y contra el teólogo sabio. Desprecia la sabiduría intelectual y también la profundidad de los misterios de Dios como innecesarios -dice la Imitación IV, 18. Simplicidad ante todo en el seguimiento de los mandatos de Dios.

Sacra ignorancia repiten los laicos devotos, que no necesitan clérigos como intermediarios en su trato con Dios. Hasta se fundan conventos para imitar a los seglares holandeses de Deventer. Buscan la religión del alma, no del intelecto. Es una forma de santidad y religión muy distinta a la que vimos amteriormente.

La de los seglares holandeses es una santidad intramundana, una religión que no es ya teología, dogma o fe viva, sino una conducta en el mundo. La expresión que usan es la Imitación de Cristo. La vida cristiana consiste en imitar a Cristo. Se desinteresan de todo lo demás, del ser de Dios, del más allá, de la Trinidad. Se ahogaban en la selva teológica y eclesiástica existente. Y como quieren ser religiosamente ignorantes, no necesitan de los clérigos como intermediarios en su trato con Dios. Sólo les interesa la persona de Cristo, no como persona trinitaria, sino como hombre ejemplar.

Es una forma, dice Ortega, de secularizar el cristianismo subrayando solamente su dimensión humana intramundana. Pero eso no significa en ningún momento que estos hombres se vayan fuera del cristianismo, al contrario, ellos traen el cristianismo al punto de vista y acción humanos. Dios es para ellos ante todo el hombre Cristo, que ni siquiera consideran sacerdote (Ibid.,147-149).

Como hemos visto en el capítulo primero, hay escrituristas que sostienen que Jesucristo como buen judío estaba muy identificado con su pueblo y éste no admitía intermediarios en sus relaciones con Dios, es decir, no admitía el sacerdocio, por tanto, él no fue sacerdote, sino laico, esto es, un ciudadano normal del pueblo, un simple seglar.

Posiblemente Ortega conocía ya esto, bien porque algunos exégetas hablaran de ello, o por la mera significación de las palabras laos y laicos, que utilizan Los Setenta, en la versión griega de las Escrituras. El sustantivo laos significa pueblo y el adjetivo laicos popular, por tanto, de aquí derivaría la expresión de Ortega "Dios es laico", es decir, es un Dios popular, ya que acompañaba al pueblo judío en todas sus andanzas, según se percibe en las distintas imágenes y relatos bíblicos. O la otra expresión también empleada por él "el flanco laico de Dios".

En consecuencia, hay que despojar a la palabra laico del carácter peyorativo que se le ha dado. La laicidad y la secularizad, sostiene el teólogo y después cardenal Yves Congar beneficia al cristianismo porque le purifica de todos los mitos que se han acumulado sobre él a lo largo de la historia (Ibid.,151-155).

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