Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del Cristianismo
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Capítulo Cuarto
La vida cristiana europea
en los siglos XV-XVII
Goticismo y reforma humanista II
La creencia del hombre actual es bien distinta al del siglo XV en lo referido a la naturaleza material y social, a la que no se le veía futuro alguno de transformación. Para el hombre de hoy, toda realidad es esencialmente cambiable. Tampoco cree que los astros sean inmutables, sino que están en evolución permanente: se forman, se plenifican, sucumben y hasta pueden aparecer cielos insospechados.
Cree asimismo que el hombre está en constante cambio. En definitiva, que la realidad es pura transformación, lo que hace pensar razonablemente que lo que hay no es lo que habrá. La realidad no está irremediablemente encerrada y reducida a lo pasado y presente, sino que tiene abierta la frontera del porvenir, en la cual será real lo que hasta ahora no lo ha sido aún".
El mundo de hoy, efectivamente, cada día nos sorprende con alguna realidad nueva. Sin embargo, el universo medieval se compone de absolutos, cada cosa es lo que es de manera irreversible. En los comienzos del siglo XV, los estados sociales, los oficios y profesiones son absolutos. Hay el obispo, el príncipe, el noble, el mercader, el pastor, el casado, la doncella, la viuda, el religioso.
En el libro De doctrina et regulis vitae christianorum, de Dionisio el Cartujo, puede verse el carácter absoluto y eterno de estas formas de realidades humanas con las que tendremos que contar siempre. Con todo, el Cartujo, junto al español Juan de Segovia, acompañó en sus incansables viajes por el mundo al hombre más genial de la época, el gran cardenal Cusano que anticipó el Renacimiento (Ibid.,159-160).
Todo lo dicho es un ejemplo magnífico de lo que Ortega ha llamado "variaciones de la estructura de la vida humana, del drama que es el vivir". Porque es muy distinto vivir en un mundo en el que todo se considera inmutable a vivir en un contorno donde no hay nada absoluto y todas las cosas pueden cambiar. Y denota no haber comprendido la cuestión decir que todo se reduce a que el hombre cambia sus ideas sobre las cosas.
No: todo lo contrario, afirma absolutamente convencido Ortega. Si sólo cambiasen las ideas, como se dice, el cambio no sería grave. "Pero es que el problema vital que, queramos o no, tiene cada cual que ir resolviendo mientras existe, es sobremanera distinto cuando se está en unas ideas que cuando se está en otras".
Evidentemente, si nos situamos en el siglo XIX, en que creemos que ninguna realidad entorno nuestro se considera absoluta y que todo es susceptible de cambio, lo material y lo social, ante cualquier dificultad que tropecemos, trataremos de transformarla a nuestro gusto. Pero si nos imaginamos viviendo en el siglo XV ante cualquier conflicto no se nos ocurrirá transformar la realidad, porque esto nos parece imposible.Lo cual pone de manifiesto la diferencia radical entre la realidad histórica de un siglo y otro.
En el siglo XV todo es inmutable, viejo, agobiante; es lo que fue y lo que será, sin remedio, sin esperanza; todo se ha vuelto tópico, inerte y complicadísimo: el derecho, la administración, la ciencia y la teología. En lugar de ser una ayuda para solucionar los problemas vitales, son una carga insoportable. La situación de este hombre es angustiosa: un cristianismo inerte, formulista y sin vida a la espalda y delante un mundo intransformable.
En todo el siglo XV como en la Edad Media el hombre vive en un horizonte cerrado sin posibilidad de futuro. No sólo por considerarle inviable, sino por creerle próximo a su fin. A esto lo llama Ortega "vivir entre la espada y la pared" (Ibid., 160-162. Será en la generación de Bacon y más radicalmente en la de Descartes -entre 1580 y 1650- cuando la vida basculará decisivamente inclinándose del pasado al futuro.
El hombre moderno va a orientarse ya en el porvenir y no como el medio y antiguo en el pretérito. Jorge Manrique sintetiza el tópico antiguo y medieval diciendo: "cualquier tiempo pasado fue mejor". Contrariamente, Bacon y Descartes son los primeros en decir que el tiempo sólo por ser futuro será mejor. Pero los hombres del siglo XV-XVII, aunque admiten, por una parte, que su vida presente formularia e insincera no merece ser afirmada y aceptada, por otra, una vida nueva y transformada les parece imposible.
La única posibilidad que ven es volver a las formas antiguas puras, al purismo medieval. Eso y no otra cosa significan las palabras en boga: re-formatio, restitutio, renasci, renovatio. Renovación no quiere decir innovación, sino vuelta a lo primitivo. Este es el espíritu con que comienza la reforma religiosa y el humanismo. No es impulso hacia el futuro, sino todo lo contrario, a lo primitivo. "Cerrado el futuro, forzoso algún cambio, sólo es posible el retorno".
Lamentablemente esta mentalidad está muy arraigada en buena parte de la sociedad y la Iglesia actuales. En el análisis que estamos siguiendo con Ortega, nos quedamos en el umbral de una nueva forma de vida reformista y humanista que triunfaría en la segunda mitad del siglo XVII (Ibid., 162-164).
Los interesados en la adquisición de los libros que he escrito sobre Ortega y teología postconcliar pueden llamar al tf. 91 534 27 65. o escribir a:
fmargalloba@ hotmail.com// En Madrid: Librería El Buscón Cardenal Silíceo 8. Semiesquina López de Hoyos 148 www.elbuscon.es También en Libreria Basílica C/ Comandante Zorita, 23Telf 91 534 45 54. Y tambien en Meta Librería. Filosofía y Ensayo C/Joaquín María López, 29 en Madrid Telf
91 544 78 26. Y La Librería C/Mayor 80 Madrid Tel 91 541 71
70; y también en librería aliana C/General Varela, 6 Tel 91
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Capítulo Cuarto
La vida cristiana europea
en los siglos XV-XVII
Goticismo y reforma humanista II
La creencia del hombre actual es bien distinta al del siglo XV en lo referido a la naturaleza material y social, a la que no se le veía futuro alguno de transformación. Para el hombre de hoy, toda realidad es esencialmente cambiable. Tampoco cree que los astros sean inmutables, sino que están en evolución permanente: se forman, se plenifican, sucumben y hasta pueden aparecer cielos insospechados.
Cree asimismo que el hombre está en constante cambio. En definitiva, que la realidad es pura transformación, lo que hace pensar razonablemente que lo que hay no es lo que habrá. La realidad no está irremediablemente encerrada y reducida a lo pasado y presente, sino que tiene abierta la frontera del porvenir, en la cual será real lo que hasta ahora no lo ha sido aún".
El mundo de hoy, efectivamente, cada día nos sorprende con alguna realidad nueva. Sin embargo, el universo medieval se compone de absolutos, cada cosa es lo que es de manera irreversible. En los comienzos del siglo XV, los estados sociales, los oficios y profesiones son absolutos. Hay el obispo, el príncipe, el noble, el mercader, el pastor, el casado, la doncella, la viuda, el religioso.
En el libro De doctrina et regulis vitae christianorum, de Dionisio el Cartujo, puede verse el carácter absoluto y eterno de estas formas de realidades humanas con las que tendremos que contar siempre. Con todo, el Cartujo, junto al español Juan de Segovia, acompañó en sus incansables viajes por el mundo al hombre más genial de la época, el gran cardenal Cusano que anticipó el Renacimiento (Ibid.,159-160).
Todo lo dicho es un ejemplo magnífico de lo que Ortega ha llamado "variaciones de la estructura de la vida humana, del drama que es el vivir". Porque es muy distinto vivir en un mundo en el que todo se considera inmutable a vivir en un contorno donde no hay nada absoluto y todas las cosas pueden cambiar. Y denota no haber comprendido la cuestión decir que todo se reduce a que el hombre cambia sus ideas sobre las cosas.
No: todo lo contrario, afirma absolutamente convencido Ortega. Si sólo cambiasen las ideas, como se dice, el cambio no sería grave. "Pero es que el problema vital que, queramos o no, tiene cada cual que ir resolviendo mientras existe, es sobremanera distinto cuando se está en unas ideas que cuando se está en otras".
Evidentemente, si nos situamos en el siglo XIX, en que creemos que ninguna realidad entorno nuestro se considera absoluta y que todo es susceptible de cambio, lo material y lo social, ante cualquier dificultad que tropecemos, trataremos de transformarla a nuestro gusto. Pero si nos imaginamos viviendo en el siglo XV ante cualquier conflicto no se nos ocurrirá transformar la realidad, porque esto nos parece imposible.Lo cual pone de manifiesto la diferencia radical entre la realidad histórica de un siglo y otro.
En el siglo XV todo es inmutable, viejo, agobiante; es lo que fue y lo que será, sin remedio, sin esperanza; todo se ha vuelto tópico, inerte y complicadísimo: el derecho, la administración, la ciencia y la teología. En lugar de ser una ayuda para solucionar los problemas vitales, son una carga insoportable. La situación de este hombre es angustiosa: un cristianismo inerte, formulista y sin vida a la espalda y delante un mundo intransformable.
En todo el siglo XV como en la Edad Media el hombre vive en un horizonte cerrado sin posibilidad de futuro. No sólo por considerarle inviable, sino por creerle próximo a su fin. A esto lo llama Ortega "vivir entre la espada y la pared" (Ibid., 160-162. Será en la generación de Bacon y más radicalmente en la de Descartes -entre 1580 y 1650- cuando la vida basculará decisivamente inclinándose del pasado al futuro.
El hombre moderno va a orientarse ya en el porvenir y no como el medio y antiguo en el pretérito. Jorge Manrique sintetiza el tópico antiguo y medieval diciendo: "cualquier tiempo pasado fue mejor". Contrariamente, Bacon y Descartes son los primeros en decir que el tiempo sólo por ser futuro será mejor. Pero los hombres del siglo XV-XVII, aunque admiten, por una parte, que su vida presente formularia e insincera no merece ser afirmada y aceptada, por otra, una vida nueva y transformada les parece imposible.
La única posibilidad que ven es volver a las formas antiguas puras, al purismo medieval. Eso y no otra cosa significan las palabras en boga: re-formatio, restitutio, renasci, renovatio. Renovación no quiere decir innovación, sino vuelta a lo primitivo. Este es el espíritu con que comienza la reforma religiosa y el humanismo. No es impulso hacia el futuro, sino todo lo contrario, a lo primitivo. "Cerrado el futuro, forzoso algún cambio, sólo es posible el retorno".
Lamentablemente esta mentalidad está muy arraigada en buena parte de la sociedad y la Iglesia actuales. En el análisis que estamos siguiendo con Ortega, nos quedamos en el umbral de una nueva forma de vida reformista y humanista que triunfaría en la segunda mitad del siglo XVII (Ibid., 162-164).
Los interesados en la adquisición de los libros que he escrito sobre Ortega y teología postconcliar pueden llamar al tf. 91 534 27 65. o escribir a:
fmargalloba@ hotmail.com// En Madrid: Librería El Buscón Cardenal Silíceo 8. Semiesquina López de Hoyos 148 www.elbuscon.es También en Libreria Basílica C/ Comandante Zorita, 23Telf 91 534 45 54. Y tambien en Meta Librería. Filosofía y Ensayo C/Joaquín María López, 29 en Madrid Telf
91 544 78 26. Y La Librería C/Mayor 80 Madrid Tel 91 541 71
70; y también en librería aliana C/General Varela, 6 Tel 91
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