Teología de J. Ortega y Gasset.
Evolución del cristianismo
Cristianismo laico o secularizado
Equipados con todo el bagaje de teorías sobre el lenguaje que nos han dado expertos como Ortega, Bonhoeffer y H. Cox, debemos hablar hoy de un cristianismo laico, si queremos que lo entienda el hombre secularizado que recibe su mensaje
Son muchos hoy los teólogos que repiten con la misma claridad de Bonhoeffer que no puede haber relación alguna con Dios, si no incluye la relación con el hombre y su manera de pensar y hablar (Galatas 4). Lo cual no equivale a negar la trascendencia divina, sino a experimentarla de manera distinta a como la experimentaron el hombre tribal o el burgués. El hombre laico o secular de este nuevo milenio experimenta la trascendencia "en el Tú más cercano".
Amor Wilder ha traducido esta experiencia de Bonhoeffer, que es profundamente evangélica, de la forma siguiente: si hemos de tener trascendencia hoy día, trascendencia cristiana, debe ser en y a trvés de la laicidad. Es decir, hay que descubrir a Dios en el prójimo.
El autor que así se expresa ha captado el valor sagrado de la secularidad vinculada a la encarnación de Jesucristo y cree que en este mundo "de una sola planta", el trascendente está todavía presente. Dios viene hoy a nosotros en los acontecimientos de cambio social, en lo que los teólogos han llamado otras veces historia y nosotros llamamos hoy política.
Acontecimientos que no tienen por qué ser catastróficos ni revolucionarios, porque los acontecimientos de nuestra vida diaria son también acontecimientos de cambio social y Dios se hace encontradizo con nosotros en ellos. Dios nos encuentra como el trascendente en el "otro total". Es el Dios desconocido que Pablo anuncia en Atenas a los buscadores religiosos de Dios, pero que no le escuchan. En Jesús de Nazaret la búsqueda religiosa de Dios ha concluido: "el hombre es liberado para servir y amar a su prójimo" .
También la nueva teología posconciliar que ha optado por un lenguaje político, se identifica con el proceso de laicidad o secularización, que vive el mundo de hoy, y se lo toma muy en serio, para formular el mensaje cristiano según los postulados de la sociedad moderna, de manera que pueda ser captado por el hombre actual poco sensible a la práctica y manifestaciones religiosas.
Por secularización se entiende el proceso por el que la sociedad moderna se ha desprendido y se está desprendiendo de los contenidos concretos de sus religiones históricas. En la cultura occidental estos contenidos se refieren al patrimonio cristiano. Este es el contexto en el que aparece y se desarrolla la nueva teología, de modo que cristianismo secularizado europeo y nueva teología política van parejos.
Hay correspondencia, pues, entre esta teología y la secularización, puesto que la teología política presupone la secularidad del mundo. Esta particularidad es importante, porque sólo un cristianismo que no se presenta prioritariamente como religioso puede asumir la referencia a la praxis que exige la teología política contemporánea .
Para el principal mentor de esta teología, Johann Baptist Metz, las tesis teológicas de la secularización y las de su teología no se suprimen unas a otras, sino que se completan y corrigen mutuamente.
La teología política europea nace, pues, en este torbellino secularizador o laico que envuelve al mundo de hoy y lo asume con naturalidad, porque lo considera dentro del dinamismo encarnatorio del cristianismo. Esto ha sido un gran acierto que beneficia al anuncio del mensaje cristiano, porque hoy la religión no forma parte de la civilización mayoritariamente, como en tiempo de cristiandad. La sociedad actual ha dicho adiós a la cristiandad y esto hay que tenerlo muy en cuenta, si queremos comunicarnos adecudamente con ella.
Es en su obra emblemática, Teología del mundo, donde Metz trata de la comprensión del mundo en la fe a propósito de la secularización. Pero no sólo él, sino que otros teólogos hablan también de la politización de la fe como cristianismo vivido en la historia o cristianismo secularizado.
Así el franciscano H. Chaigne ve en la secularización de la sociedad actual el trampolín que nos da la oportunidad de saltar del cristianismo platónico intemporal a un cristianismo vivido en la historia que viven los hombres aquí y ahora. De lo contrario, Dios, Jesucristo, la Iglesia, la salvación corren el riesgo de no ser más que palabras de una vieja tribu. El cristiano, pues, está llamado a hacer la conjunción entre la acción política, que le constituye como hombre y ciudadano, con los objetos de la fe que clarifican y corroboran lo que es verdaderamente según esta acción política.
Las consecuencias teológicas que se derivarán de aquí es que, en lo sucesivo, el mismo credo cristiano será leído de manera muy distinta, es decir, más humana e intramundanamente. Pero esto no significa en modo alguno diluir el evangelio en un cristianismo progresista sin más, porque de lo que se trata es de llevar de nuevo el cristianismo a la verdad histórica concreta y a su encarnación en el mundo.
Según la nueva teología, el cristianismo será rescatado de la falsa religiosidad que le infundió la metafísica, cuando en la confesión de fe, en la teología y en la comunidad eclesial se despierte una auténtica inquietud social. Para ello hay que optar por un cristianismo que entre en contacto con las realidades sociales y políticas frente al cristianismo, cuya trascendencia se muestra alejado de ellas, consagrando y eternizando el orden establecido.
La secularidad y laicidad actuales, una especia de "ateísmo cósmico", contrario a la numinosa o sacra del mundo antiguo, tienen una impronta cristiana. Impronta que la nueva teología trata de desvelar desde los postulados de la sociedad actual. Por tanto, las tesis de la secularización-laicidad y las de la teología política no son opuestas, sino complementarias .
Y el cristianismo así concebido es fruto de haber vuelto a una concepción unitaria de la historia, como trataremos otro día.