Virtudes públicas en J. Ortega y Gasset
Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset
Cultura humanista
Siguiendo el pensamiento del mayor pensador español del Siglo Veinte puede decirse que la vida del hombre constituye la cultura, una cultura vital al alcance de todos, porque está hecha a la medida de cada uno. Cultura es labor y producción de actos verdaderamente humanos y beneficiosos para la humanidad.
"Cuando hablamos de mayor o menor cultura queremos decir mayor o menor capacidad de producir cosas humanas, de trabajo". Las cosas que hemos producido son la verdadera medida y síntoma de la cultura. Ortega se lamenta y considera una maldición que los españoles hayamos perdido la tradición cultural, porque hemos perdido el interés por el trabajo productor de manufacturas y mentefacturas humanas- (La pedagogía social como programa político I, 503, 516).
Esta concepción de la cultura no tiene nada que ver con esa aureola solemne y enfática con que se la ha rodeado y que no pocas veces ha acomplejado a los sencillos, por considerarla ajena o superior a ellos. Identificar la cultura con el mucho saber es un reduccionismo. Cultura es todo lo que el hombre hace, con las manos, manufactura, o con la mente, mentefactura. Incluso cultivar la tierra, agricultura, que le da el nombre. Es igualmente cultivo en cada hombre-mujer de su moralidad y sus sentimientos.
La noción de persona culta que se ha divulgado, como versada en obras literarias, cinematográficas, musicales, arte etc, es elitista, sectaria y hasta injusta, como la misma sociedad que la ha adoptado. Es injusta, porque queda fuera del radio de su influencia a campesinos, artesanos y trabajadores en general, que son verdaderos creadores de obras humanas vitales para los pueblos. Es hora ya de rescatar la cultura de esa impronta de obra muerta, que heredamos de los griegos hace siglos (Ib., 517).
La cultura, en su mejor sentido, significa creación de lo que está por hacer, y no adoración de la obra una vez hecha. Toda obra es, frente a la actividad creadora, materia inerte y limitada (Reflexiones de centenario, IV, 25 y 39). La cultura es un menester imprescindible de toda vida, una dimensión constitutiva de la misma existencia humana, es algo inherente a ella y no algo añadido que le viene de fuera (Cultura y ciencia IV, 344). Sólo en sentido traslaticio puede hablarse de cultura del campo, cultura literaria, de arte etc.
En propiedad sólo puede hablarse de cultura con referencia al hombre, porque significa elaboración progresiva de lo específicamente humano. Si no se puede apreciar lo progresivo, la palabra cultura no tiene sentido y no se puede apreciar aquella si no se traza una línea que marque los grados de avance (Sobre los estudios clásicos, I, 63 y 65).
Es, por otra parte, una virtud solidaria con todo lo que vive y respira y no simple adoración de la obra muerta (Refexiones de Centenario IV. 39).
Lo que nos obliga a desenmascarar el abuso que se comete hoy con las obras de arte, abuso alentado, consciente o inconscientemente, hasta por los estados muchas veces. Esto hay que desenmascararlo, porque una faceta importante de la cultura es aclarar, hacer luz. "Toda obra de cultura es una interpretación -esclarecimiento, explicación o exégesis- de la vida.
Y la vida es el texto eterno, la retama ardiendo al borde del camino donde Dios da sus voces. La cultura -arte o ciencia o política- es el comentario, es aquel modo de vida que, refractándose ésta dentro de sí misma, adquiere pulimento y ordenación". Con versos de Goethe dice que pertenece al linaje de aquellos que de lo oscuro hacia lo claro aspiran (La luz como imperativo I, 356-357).
Como veíamos en el epígrafe anterior, Ortega rechaza la beatería de la cultura muerta, porque cultura significa en su mejor acepción creación de lo que está por hacer y no adoración de la obra una vez hecha. La cultura así entendida es lo que salva al hombre del naufragio vital, lo que le permite vivir. No obstante, la vida está por encima de la cultura y no al revés. La vida del hombre desde sus orígenes es un cúmulo de problemas, a los que el hombre responde con un conjunto de soluciones: la cultura. (En el tránsito del cristianismo al racionalismo V, 93-99).
Los hombres de Estado, insisto, deberían reflexionar detenidamente sobre los abusos económicos o el despilfarro que se comete en nombre de la cultura muchas veces, sobre todo en épocas de crisis como la actual, a la hora de distribuir los presupuestos generales del Estado cada año, porque es injusto invertir en obras muertas de arte para contemplarlas en los museos, cuando las manos de muchos hombres están sin poder hacer nada, sin vida, porque vivir es un quehacer. Y cuando hay muchas personas que no tienen nada que hacer para poder vivir, es fácil que se desvíen hacia actividades violentas.
El vitalista Ortega les diría a este respecto, cultura es también cultivo, labranza de la paz. Paz es la postura del hombre culto. Los hombres son por naturaleza hostiles, sólo la cultura los hace amigos. Nuestros cuerpos emanan enemistad, nuestros instintos segregan repulsión. (Qué importa! grita entusiasmado Ortega ante el gran hallazgo de la cultura:
"Alojada en el órgano material es cada alma una hilandera de ideales, productora de hilos sutilísimos que traspasan otras almas hermanas, como rayos de sol, y luego otras y otras. Lentamente los hilos se multiplican, el tejido de la cultura se va haciendo más prieto, más firme, más extenso hasta que un día la humanidad entera se halle entramada y, como con un manto cubra con ella sus lomos desnudos el Gran artífice, el promotor del bien" (Los problemas nacionales y la juventud X, 114-115).
Muchas reyertas juveniles que lamentamos en nuestros días se podrían evitar, si se dedicara un mayor presupuesto a su preparación e inserción en el trabajo. La sociedad tiene mucho que decir y exigir en este sentido.
Ver: José Ortega y Gasset
Virtudes Públicas o Laicas
Francisco García-Margallo